miércoles, 27 de junio de 2012

CAMINO A LA CRUZ (POEMA)


Tallo de punzantes espinas clavan sus sienes,
Rojos pétalos cubren la calle, cual alfombra extendida;
Sudor y sangre mezclados marcan el camino del calvario,
Por los secos senderos empedrados que a su paso se humedecen.

Suave aroma desprendido que solo unos pocos perciben,
Infinitas partículas de amor, suspendidas en el aire viciado
De violencia y desprecio, de odio y repulsión.
Camina con pesados pasos, pasos firmes, pasos cansados, pasos ciertos.

Observado por multitud ingente, hombres y mujeres,
Niños y ancianos, religiosos y soldados romanos.
Abriendo paso se dirige hacia el monte, colina
En la que ha de ser erguido y plantado.

Alzado del suelo, suspendido entre tierra y firmamento,
Desamparado y solo, abandonado del Padre, castigado.
Sin consuelo alguno, sufrió nuestros pecados; como
Un cordero fue herido y sacrificado.

El día se vistió de luto, el sol se empaño en sangre,
Las aves cesaron en su canto y las flores se escondieron en sus capullos.
El Hijo de Dios expiró su último aliento,
al Padre encomendó su espíritu.

De su costado herido brotan jardines de rosas,
regadas de agua pura, que convierten en vergel los corazones desiertos.
Al verle el soldado, exclama ¡Verdaderamente este Hombre era justo!


Pedro Jurado

UNA COMPLETA PAZ (DEVOCIONAL)


ISAÍAS 26:3,12 RVR60
"Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.....
Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras."
La paz, el sosiego, la tranquilidad de mente, de corazón y de espíritu, es algo que todos apreciamos y que estaríamos dispuestos a dar o hacer lo que fuera necesario por obtenerla.
Jesús dice:
SAN JUAN 14:27 RVR60
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
SAN JUAN 16:33 RVR60
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.


El mundo no tiene paz ni nos la puede ofrecer. La paz que ofrece es totalmente falsa, de él sólo podemos obtener aflicción.

La paz mundial está proporcionalmente relacionada con los sistemas de gobierno, con la riqueza y el poder armamentístico de los países. Por eso dice Jesús que el nos da la paz pero no como el mundo la da. El reino de Jesús no es de este mundo, así que su paz tampoco lo es.
La paz que se encuentra en Jesucristo sobrepasa todo entendimiento.
Ahora bien, del texto que encabeza este escrito se deduce que la paz está intrínsecamente relacionada con la mente o la forma de pensar.
Pero nótese que no se trata de simplemente pensar en positivo o de tener pensamientos adecuados y correctos, sino de que nuestros pensamientos estén posicionados en Dios. Es decir, que nuestra forma de pensar debe estar de acuerdo con Dios, con sus propósitos, con su mente.
ISAÍAS 57:21 RVR60
"No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos."
Los que descartan a Dios de sus vidas no pueden disfrutar de paz.
Necesitamos perseverar y permanecer con nuestra mente en Dios.
SAN JUAN 15:4 RVR60
"Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí."
Seremos guardados, protegidos, cubiertos por Dios en completa paz si ocupamos nuestros pensamientos en él. Desde luego que esto es un ejercicio que debemos practicar continuamente de forma decisiva, voluntaria y consciente.
ROMANOS 8:5-7 RVR60
"Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;"
Esto es un asunto de lucha espiritual y de dominación o control por nuestra mente. De natural nuestra forma de pensar es contraria a la de Dios, pero además el diablo lucha por controlar nuestra mente. Muchas veces la mente de los creyentes está siendo controlada por pensamientos diabólicos, y no tienen que ser necesariamente por ideas o pensamientos lujuriosos y contrarios a la ética. Pueden ser ideas religiosas, sabiduría del hombre y conceptos humanos razonables y lógicos que son totalmente opuestos a la voluntad de Dios. ¿Cómo?
SANTIAGO 3:14-15 RVR60
"Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;  porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica."
En estos versículos de la carta de Santiago se nos describe el origen que pueden tener los pensamientos, argumentos e ideas, y los efectos que producen.
Según lo que produzca nuestra forma de pensar, en cuanto a lo que sintamos y según la conducta así será la naturaleza de los pensamientos.
Podemos ser gobernados por la carne con nuestros propios pensamientos naturales y carnales y también por ideas y conceptos diabólicos. Entre los unos y los otros no hay prácticamente ninguna separación.
Pues la naturaleza carnal y satanás están aliados. ¿Hasta que punto una idea o pensamiento carnal nos puede alejar de Dios.?
JUECES 8:27 RVR60
"Y Gedeón hizo de ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y todo Israel se prostituyó tras de ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su casa."
Después de la victoria Gedeón pensó que podía hacer lo que quisiera. Y lo hizo, pero conque consecuencias. Él de su propia iniciativa recogió oro del pueblo e hizo un efod; para Gedeón quizás fuera una buena idea, pero se equivocó totalmente, pues Dios no le ordenó que hiciera nada de eso, así que todo el pueblo fue extraviado a la idolatría a causa de esa brillante idea.
Saúl con toda su buena intención perdonó la vida de lo mejor del ganado del botín de sus enemigos, pero eso le costó el reino y que espíritus malignos le molestasen. Además le poseía un espíritu maligno que intentaba matar al rey David.
2 CORINTIOS 10:5 RVR60
"derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,"
Los pensamientos carnales se levantan con orgullo y en vanidad rebelándose contra Dios y alejándonos de su voluntad. Así que debemos considerarlos enemigos y los debemos combatir y derribar. Los pensamientos carnales siempre se oponen a los pensamientos que son de Dios, son contrarios a la revelación de la palabra y al Espíritu.
Abrahan se precipito al no esperar el cumplimiento de la promesa de Dios y tomó a Agar la esclava de Sara para que concibiese el hijo que le había sido prometido por Dios. Desde entonces el pueblo israelí no goza de tranquilidad, ni de una paz continuada. Nada de lo que hagamos por nuestra cuenta añadirá o aportará algo positivo a la obra o plan de Dios sino al contrario, desvirtuará, retrasará y nos privará del disfrute de la obra perfecta de Dios.
El apóstol Pedro dio lugar a satanás a través de sus pensamientos, emociones y palabras cuando sugirió a Jesús que no fuese a la cruz.
SAN MATEO 16:22-23 RVR60
"Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.  Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres."
Es muy fuerte lo que el Señor le dijo a Pedro. Muchos discutirían hoy con el Señor de su incorrección teológica y dirían, ¡pero Señor! ¿cómo va a tener un hijo tuyo a satanás?
El Señor reprende a satanás y recrimina a su discípulo por haberle dado lugar.
Entonces, según hacia donde se dirige nuestra mirada mental y lo que pensamos determina lo que nos controla, o dicho de otra forma, quien nos gobierna.
Lea despacio el versículo siguiente:
EFESIOS 4:23 RVR60
"y renovaos en el espíritu de vuestra mente,"
Vuelva a leerlo varias veces remarcando cada palabra y piense bien lo que dice, no se precipite en su interpretación.
No está diciendo lo que la mayoría suele interpretar y que es lo que a primera vista pensamos. Creemos que dice que tenemos que renovar la mente, pero no es así. No se trata de cambiar sólo los pensamientos. ¿Entonces?
Lo que se expresa en este pasaje es muy importante ¿Cómo leemos?
Vamos a verlo de nuevo:
"y renovaos -en el espíritu -de vuestra mente"
Es "en el espíritu" lo que tenemos que renovar. Los pensamientos son controlados por espíritus según su naturaleza. Según el espíritu que nos controla así serán nuestros pensamientos. Lo otro es irse por las ramas y no atacar la raíz, que es donde está el verdadero problema.
De modo que nuestra mente puede ser influenciada o regida por diferentes espíritus: por nuestro propio espíritu, por el Espíritu de Dios, o por satanás con sus diversos espíritus malignos.
EFESIOS 2:1-3 RVR60
"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,  en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,  entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás."
De manera que es importantísimo saber de que espíritu somos y del que procede nuestros pensamientos.
SAN LUCAS 9:55 RVR60
"Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;"
Necesitamos discernir los espíritus que están operando detrás de todo pensamiento.Tanto detrás de una mente brillante, cómo detrás de una mente que roza la locura pueden estar obrando espíritus de mentira y diabólicos. 
La paz de Dios se sostiene por un fundamento muy solido.
En Isaías la palabra nos promete paz, en base a lo que Dios has hecho.
ISAÍAS 26:12 RVR60
Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras."
Hay una completa paz y verdadero descanso cuando creemos y aceptamos todo lo que Dios ha hecho por nosotros. La biblia declara que hay un reposo para el pueblo de Dios. Y este descanso se encuentra en Jesucristo, él es nuestra Paz.

sábado, 23 de junio de 2012

LA RESTAURACION DEL CRISTIANO (MENSAJE)



Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca.” (Jeremías 15:19)

Dios se está dirigiendo con estas palabras de una forma precisa y directa a Jeremías, un profeta escogido, un creyente comprometido. Algo no andaba bien con el siervo de Dios cuando es interpelado con este mensaje que apunta derecho a su corazón.
En los versículos anteriores se deduce que Dios estaba tratando con él, y de esto era muy bien consciente Jeremías. Dios lo disciplinaba por medio de la oposición y persecución de los hombres, también a través del sufrimiento de alguna enfermedad. El se sentía menospreciado y menguado, se encontraba solo e indignado.
Todo esto que estaba viviendo parecía estar justificado por el propio profeta, quién veía injusta la situación que atravesaba, pues él era un simple instrumento de Dios ¿Cómo es que todo se volvía en contra de él?
Bajo mi punto de vista, el ministerio y la autoridad de Jeremías era incuestionable, y en cuanto a su conducta irreprochable. No obstante era un hombre de carne y hueso, y con un alma, así como con ciertas debilidades en su naturaleza y carácter. El tenía un corazón como el nuestro, una voluntad propia, pensamientos, y emociones tan complejas como la de cualquier ser humano. Como hijo de Adán era heredero de la misma naturaleza pecaminosa que todos nosotros.
Sin embargo Jeremías tiene su corazón abierto ante Dios y está dispuesto a oír lo que Él le tiene que decir, él entiende que puede estar siendo engañado por su propio corazón y que puede existir algo que esté mal y de lo que no se está percatando.
Jeremías conoce la importancia de mantener una relación correcta con Dios, como siervo de Dios e instrumento que es, y para poder seguir siendo usado, debe tener cuidado de si mismo. El profeta es como una potente luz que brilla en medio del pueblo de Dios, nada debe ocultar esa luz, ni bajar la intensidad de su resplandor.
También cada cristiano a de alumbrar sin que existan pantallas que lo opaquen, ni cortocircuitos que lo fundan, ni nada que lo oculte.
Analicemos con detalle las palabras de Dios dirigidas a Jeremías para volverlo a traer a un estado de restauración, con todas las implicaciones que esto puede tener según se desprende del pasaje que nos ocupa.

Conversión o vuelta hacia Dios. “Si te convirtieres”

¿En que aspectos o en que sentido puede necesitar un cristiano convertirse?
La palabra conversión viene del griego: epistrophë = volverse a.

Hay muchos momentos en la vida de todo creyente en los que debe volverse a Dios de nuevo y convertirse. El crecimiento, la madurez espiritual, va sucediendo paso a paso en los cristianos a medida que enfrentan y responden a estas crisis positivamente. La conversión no es sólo una experiencia inicial de la vida cristiana en la cual nos entregamos a Jesucristo, eso fue nada mas el comienzo. La palabra de Dios está repleta de abundantes ejemplos en los que el pueblo de Israel y la iglesia son llamados al arrepentimiento y la conversión.

Existen tiempos en los que debemos volvernos a Dios de nuestro error, o de una postura equivocada o tal vez de actitudes contrarias a su carácter. Esto puede significar a veces que tengamos que renunciar a nuestro derecho de sentirnos ofendidos, aun habiendo motivos justificados y a pesar de que podamos tener razón.
También puede significar que debe haber un cambio en nuestra manera de pensar negativa respecto a las circunstancias que estamos viviendo. En muchas ocasiones necesitamos convertirnos a Dios en cuanto a nuestra continua resistencia al trato que El nos da. No estamos entendiendo lo que él hace con nosotros, y no lo aceptamos, sin embargo todo eso representa lo que en su sabiduría necesitamos.
Es muy importante que comencemos cuanto antes a entender los tratos de Dios, ha comprender sus caminos. En determinados momentos no vamos a intuir lo que nos está sucediendo, pero aún así podemos echar mano de la fe y confiar en Dios.

Una de las tentaciones más fuertes y sutiles en las que puede caer el siervo de Dios, así como cualquier creyente es en la autocompasión. El puede estar cediendo a esta actitud que constituye un gran estorbo espiritual y que impide la realización de la voluntad de Dios. Una disposición de conmiseración puede parecernos algo inocente, sin embargo es muy paralizante y destructiva. Cuando el apóstol Pedro le dijo al Señor que tuviera compasión de si mismo, el Señor lo reprendió con duras palabras diciéndole: “Apártate de mi Satanás que me eres tropiezo porque no pones la mira en las cosas de Dios sino en la de los hombres.”
Si queremos ser restaurados es necesario que dejemos de auto-compadecernos, y de mirarnos a nosotros mismos y de estar lamiendo continuamente nuestras heridas. Es de vital importancia que aborrezcamos esta actitud, y pasar de vernos como victimas de todo y de todos, a creer que estamos en las manos de Dios y en su perfecta voluntad.

Dios quiere restaurarnos, pero el volvernos a Él, el que cambiemos en cosas como las que he mencionado hasta ahora es un requisito necesario.

Otra actitud de la que debemos volvernos a Dios es de nuestra “santa indignación”. Nos sentimos contrariados porque otros no ven las cosas como nosotros las vemos, o no aceptan nuestras opiniones o tal vez no reciben las palabras que Dios nos ha dado y que en verdad son palabras de Él. Debemos entender que los que no acogen el mensaje de Dios lo están rechazando a Él y no a nosotros. La responsabilidad del siervo de Dios termina en el momento que ha transmitido el mensaje; las respuestas de cada uno y sus reacciones las juzgará Dios. El obrero de Dios no debe contender, ni imponer, ni tiene que pelear con la gente para que reciban sus palabras.
Tampoco el siervo de Dios debe proferir juicios de condenación, ni sentenciar, ni maldecir a nadie cuando es rechazado. Esta práctica puede llegar a ser muy común en algunos, pero no es conforme al Espíritu del Señor. Proferir maldiciones cuando alguien no acepta nuestro ministerio, o se va de nuestra obra, o como se suele decir sale de debajo de nuestra autoridad y cobertura espiritual.
El Señor nos ha ordenado bendecir a todos, aún a nuestros enemigos y no maldecir. Muchos creyentes se deben volver a Dios de este terrible pecado que es juzgar a los demás. Algunos objetan a esto, que a aquellos que se les opusieron y a los cuales profetizaron que les sucederían calamidades les acontecieron en verdad. Pues tal hermano que me criticó y se marchó de la iglesia acabó divorciándose, o aquel otro se murió de cáncer, o a ese otro le atropelló un camión, y a aquella hermana le cayó un meteoro en la cabeza y fue fulminada. ¿No se ha preguntado usted que tal vez ese obrero tiene más de brujo y adivino que de siervo de Dios?

Cuando los discípulos de Cristo quisieron maldecir, haciendo que descendiera fuego del cielo sobre una ciudad que no les recibió, Jesús les reprendió diciéndoles: “Vosotros no sabéis de que espíritu sois” Que confundidos estaban los discípulos del Señor, parece que no hubieran aprendido nada. Misericordia quiero y no sacrificio dice el Señor. Todos queremos recibir un trato amoroso y comprensivo, sin embargo cuando se trata de los demás, no parpadeamos para ser los primeros en arrojarle piedras y lapidarlos.
Cada uno debe examinarse bajo la luz de la palabra de Dios, para ver de qué espíritu es y entender bajo la influencia de que sabiduría está actuando.

¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:13-18)

Algunos creyentes deben convertirse a Dios de su engaño de infalibilidad. Bien por la posición o por la autoridad que ostentan creen que nunca se equivocan. Piensan de si mismos que son intocables, o de todas maneras actúan como si lo fueran. No están sometidos ni sujetos a nadie, están en la cúspide solitaria del poder.
En la iglesia del Señor debemos estar sujetos los unos a los otros y sometidos a nuestra cabeza que es Cristo.
Indiscutiblemente, nos hemos de convertir a Dios de todos nuestros pecados, ya sean de la carne o del espíritu. Pecados de orgullo y engreimiento, de falsa humildad, deseos de protagonismo, etc.
Es necesario dar lugar a que el Espíritu Santo nos convenza profundamente y no resistirlo, porque el Señor quiere obrar maravillosamente en cada uno.
El Señor quiere repetir de nuevo el milagro que hizo en las bodas de Canaá, convertir el agua en vino. Dios desea que nuestras vidas aguadas se conviertan en vino. De ser creyentes insípidos e incoloros a una vida de gozo y llena del Espíritu Santo y de fruto.

Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios. Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud. (Jeremías 31:18,19)
Para ser restaurados es necesario que nos volvamos de nuevo a Dios, reconociendo nuestras faltas, en arrepentimiento profundo y avergonzados por nuestros pecados. Si no sentimos esto, siempre podemos apelar al Señor para que el produzca semejante actitud. Hemos leído como Efraín le dice a Dios: “Conviérteme y seré convertido”. El Señor puede poner esta disposición en nosotros y hacer que nos volvamos a Él.

La restauración. “Yo te restauraré”

Es el Señor mismo quien nos restablece, Él restituye nuestras vidas desechas al lugar y en la manera en que deben estar. Dios nos salva y nos sana, nos perdona y nos libera, colocándonos de nuevo en el sitio que nos corresponde.
La restauración que hace el Señor abarca toda nuestra vida espiritual, así como nuestra alma y nuestros cuerpos.
Dios nos vuelve a nuestra posición de hijos, en el sentido de la recuperación de los privilegios que conllevan esa identidad.
Él nos ha hecho herederos y coherederos juntamente con Cristo, y participantes de los tesoros espirituales de su reino.

Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.” (Lucas 15:20-24)

Pero aun mas importante, a mi entender, es que por encima de todo esto el Espíritu Santo nos da testimonio confirmándonos en nuestra identidad de hijos de Dios.

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:16)

¿Qué mejor posición e identidad podemos tener que esta? ¡Alegrémonos y gocémonos en ese hecho verdadero¡

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;” (1ª Juan 3:1)

Al darnos la vuelta hacia Dios y convertirnos, nuevamente somos restaurados en nuestro espíritu y alma a la comunión con Él. Las barreras y obstáculos que impedían nuestra oración son quitados y adquirimos la certeza de que Dios nos está escuchando. Todo es un nuevo comienzo, el anhelo de conocer a Dios aparece y el hambre de escuchar su palabra retorna otra vez a nosotros. Somos fortalecidos y renovados en nuestro hombre interior por su Espíritu.
Otro aspecto de la restauración es que somos restituidos a la comunión de los santos en la familia de Dios. La luz de Dios vuelve ha iluminar nuestro camino, y al paso nos encontramos con los hijos de Dios, los que invocan el nombre de Jesucristo.

pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1ª Juan 1:7)

Nos alegramos, (como el salmista expresa) con los que dicen a la casa del Señor iremos.
Buscamos a partir de entonces la reunión con otros creyentes, para la mutua edificación y la adoración a Dios.
Otra consideración es que la imagen de Cristo, su carácter y semejanza es restaurado en nosotros. El comienza otra vez a moldearnos y a quitar toda distorsión y defectos que la empañan. Cristo crece en nuestro interior y la transformación se inicia y va progresando sin que lo percibamos. Los frutos de su Espíritu empiezan a aparecer como adornos en nuestras vidas: el amor, el gozo, la paz, el carácter templado, la bondad. Pero todo esto lleva su tiempo, no sucede de la noche a la mañana, necesitamos seguir consintiendo que Dios trabaje con nosotros en una actitud de rendición completa a sus maneras.

Un asunto a tener en cuenta es, que no deberíamos esperar que las circunstancias que nos rodean y las situaciones que no están en nuestro poder cambiarlas varíen de un día para otro. Dios puede estar considerando que aun necesitamos permanecer por algún tiempo donde nos encontramos, y en su sabiduría aguarda hasta ver oportuno el momento del cambio. Pidámosle mejor a Dios que nos permita ver su mano y que podamos entender su propósito en todo.

Dios puede restituirnos en su misericordia cosas que hemos perdido o tal vez no; quizás Él tenga otros planes que desconocemos aún. Confiemos en que Dios sabe mejor que nosotros aquello que nos conviene. Nuestra propia visión es muy corta, y nuestras expectativas limitadas, Él obrará conforme a su poder y conocimiento.
Por tanto, esperemos que su voluntad sea hecha, como en el cielo así en nuestras vidas y mientras estamos sobre esta tierra.

Vivir en su presencia. “y delante de mi estarás”

La restauración nos conduce hasta la misma presencia del Señor. No hay mayor señal de nuestra restitución que morar delante de Dios. Una rehabilitación no es completa si no somos colocados ante nuestro Dios, donde le podemos contemplar y saber por la experiencia que el nos está rodeando con su amor.
Debemos poder declarar con fe como hicieron los profetas de Dios: “Vive Jehová en cuya presencia estoy.”

El rey David decía:

Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo comprender.” (Salmos 139: 5,6)

Todos los creyentes deben tener este conocimiento maravilloso de Dios, y saber vivir en su presencia continuamente. No deberíamos parar en nuestro avance espiritual hasta encontrarnos en esta posición. Esta es la cumbre de la vida cristiana, el monte de Dios, un lugar donde Dios quiere que estemos y que no nos será arrebatado. Esta es la mejor parte de la que Jesús le hablo a Marta y que María había escogido, esto no se nos quitará.
El Señor quiere llevar a cada uno de sus hijos a este punto en el que estén en su presencia y consciente de ella en todo momento. Para que desde esta posición privilegiada le sirvamos entendiendo que el está con nosotros.

No sería correcto pensar que por el hecho de habérsenos devuelto ciertas cosas materiales o por haber sido colocados de nuevo en alguna posición visible está todo arreglado en nuestras vidas. Nos equivocamos si juzgamos nuestro buen estado espiritual o el de los demás por la prosperidad aparente o por la posición que ocupan.
Lo más importante en la vida cristiana y en la experiencia espiritual, aquello que en verdad nos enriquecerá sobremanera, es estar en la presencia de Dios, saber que le tenemos a Él. Todo lo demás que se nos pueda añadir debe partir o tener su origen desde esta realidad espiritual. De otro modo no estaremos disfrutando de todo aquello que Dios pueda hacer en nosotros, o por mediación nuestra, ni tampoco apreciaremos en su plenitud las bendiciones que nos da.
La bendición de Jehová es la que enriquece,
Y no añade tristeza con ella.” (Proverbios 10:22)

No existe nada en el mundo visible o invisible, no hay don, ni regalo que Dios nos pueda dar, que pueda compararse con el hecho de darse a si mismo a nosotros. Y desde luego ninguna otra cosa puede satisfacer tanto el corazón como Dios mismo, presente y dándose continuamente a nosotros. A esto es a lo que hace referencia la frase “y delante de mí estarás”, este es su significado más inmediato.
Por supuesto que hay mucho mas que se podría decir al respecto, no obstante si pudiéramos captar y comprender que toda la experiencia cristiana, que el hacer nuestro los propósitos de Dios, todo el conocimiento que vayamos a adquirir de Dios, parten de estar su presencia.
Todo el avance espiritual, la madurez cristiana, el que Dios nos pueda usar eficazmente tiene su proceso y es llevado a cabo cuando nos asimos de este principio establecido por Dios mismo, que el vive en nuestros corazones.
El Señor le dijo a Abrahán, el padre de la fe, unas palabras que son validas para todos los creyentes:
Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.” (Génesis 17:1)
Abrahán era un hombre con todas sus limitaciones, un hijo de Adán nacido en pecado como todos nosotros. Pero Dios se dirige a él de esta manera “Yo soy el Dios todo poderoso”, el que te ha llamado y te ha escogido y que va a llevar a cabo su propósito en ti. El es el Dios para el que no hay nada imposible, que puede hacer todas las cosas mucho mas abundantemente de lo que pedimos o entendemos.
¿Pero en que manera iba a dar Dios cumplimiento a sus promesas hechas a su siervo? Pues sigue diciendo el versículo: “anda delante de mi y se perfecto”, Dios le pide que viva en su presencia, que en todo cuente con Él y que estando delante de Él sea perfecto.
No es posible vivir una vida cristiana que agrada a Dios sin depender de su presencia, sin ser conscientes de su gracia manifestada en una relación muy cercana, y desde donde su omnipotencia es liberada a nuestro favor para tener una vida que le da honra y gloria a su nombre.

Estar delante del Señor implica que Él nos sostendrá y nos suplirá todos los recursos que necesitemos. Cuando en la antigüedad los reyes concedían a alguien el privilegio de estar cerca de ellos, se daba por hecho que cada día podían comer de su mesa y de la misma porción que los reyes y que también serían cubiertos y suplidos en toda necesidad. Así también el Señor, nos suple conforme a sus riquezas en gloria.
El rey David decía de Dios:

Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.
Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.” (Salmos 16:5,6)

Estar delante de la presencia de Dios involucra que el nos capacitará y que seremos investidos con la autoridad y el poder de Dios. Es la presencia de Dios lo que marca la diferencia en todo lo que hacemos, el saber que está de nuestro lado y que nosotros estamos del suyo y haciendo su voluntad. El llevar a cabo la obra de Dios así como cualquier cosa que el disponga sabiendo que lo haremos contando con Él y desde la posición de su compañía nos sostendrá en los tiempos difíciles.
Cuando Dios le encargó a Moisés conducir a su pueblo por el desierto hasta la tierra prometida, él se sintió desbordado y se vio incapaz de poder hacerlo. Este hombre de Dios se encontró también solo ante esa gran tarea que Dios le demandaba.

Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos. Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.” (Éxodo 33: 12-15)

Dios le declara que lo acompañaría en todo el trayecto, que su presencia estaría con él y que le daría descanso. ¿No es cierto que todo pesa menos cuando sabemos que Dios esta con nosotros? ¿No es verdad que experimentamos un descanso, una paz y una renovación de nuestras energías cuando estamos en la presencia de Dios?

Separación. “y si entresacares lo precioso de lo vil.”

La acción de “entresacar” constituye una de las labores principales en la obra de Dios. Con el objeto de mostrar su obra, lo que es suyo, lo que el aprueba y lo que le agrada, Dios separa y divide. Él ha separado la luz de las tinieblas, Él separará las cabras de las ovejas, Él separará la paja del trigo, a los escogidos de los que no lo son, el espíritu de la carne y lo santo de lo impuro. La escoria debe separarse del oro para que luzca y tenga valor.
Las escrituras nos dicen que Dios ha puesto su tesoro en vasos de barro. Y Él desea que esa gloria suya brille, que la riqueza que nos ha dado reluzca en nuestras vidas.
El Señor quiere eliminar toda suciedad de nuestro ser, que todo lo carnal sea cortado y separado de lo espiritual.
Esto es algo que debemos hacer nosotros con la ayuda de Dios, pues somos sus colaboradores “haced morir pues lo terrenal en vosotros”.
Es muy importante que sepamos distinguir bajo la luz de Dios entre lo carnal o natural de lo espiritual.
En la carta a los hebreos se nos habla del instrumento que Dios usa para realizar esta separación y hacer esa distinción.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)

En el evangelio de Mateo encontramos también unas palabras de Jesús que hacen alusión ha este mismo tema.

El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.” (Mateo 12:35)

El cristiano se debate entre dos naturalezas que quieren dominarlo una interior y espiritual, llena de los tesoros de Dios como el amor, la paz, la humildad, la santidad etc. y otra mas exterior y sensual, carnal y natural, habituada al pecado. La voluntad de Dios es que seamos gobernados por el espíritu que es el que lleva su imagen impresa, que toda nuestra vida sea controlada por ese nuevo hombre creado en Cristo Jesús.

En el pasaje que sigue a continuación se nos menciona también la importancia de una limpieza y separación en el cristiano con la idea de poder ser un instrumento del Señor.

Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.
Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.” (2ª Timoteo 2:19-22)

En esa gran casa que es la iglesia existen diferentes tipos de vasos, (muchos son los llamados pero pocos son escogidos) pero no todos son útiles al Señor. Solo son usados los que viven apartados de iniquidad, los que se han limpiado de contaminación, y aquellos que siguen la justicia, la fe, el amor y la paz e invocan al Señor con un corazón limpio. Si andamos así delante del Señor seremos transformados, la naturaleza divina nos envolverá y brillará y la gloria de Dios resplandecerá en nosotros. Esto nos lleva a la última consideración del texto que estamos analizando.

Validos para ser usados. “serás como mi boca”

Que privilegio y dignidad nos concede Dios, Él nos hará como su boca. Dios expresa su palabra y expira su aliento por ella. Seremos instrumentos útiles al Señor para llevar a cabo su obra. El testimonio de Dios será dado en forma eficaz y poderosa a través nuestro. A que mejor propósito o vocación podemos aspirar en la vida que ver manifestarse la voluntad de Dios y realizarse por mediación nuestra.
Siendo como la boca del Señor estaremos viviendo una experiencia profética y poderosa. Dios cumplirá lo que Él determine hacer por nosotros, nuestro trabajo en el Señor no será en vano. Ninguna de sus palabras caerá a tierra de todo lo que Él nos hable o pueda decir por nuestro medio, sino que dará su fruto.
La sabiduría de Dios estará en nuestros labios, la palabra a su tiempo, el evangelio de salvación. Cerca nuestra estará la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, la palabra de fe que predicamos.

Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado” (Isaías 50:4)

Pedro Jurado


POR ESO LAS DONCELLAS TE AMAN (POEMA)


¡Por eso las doncellas te aman!”
(Cantares 1:3b)

Razones innumerables
has dado a todos para amarte.
Motivos suficientes para apreciarte
por tus hechos de amor tan loables.

Te amamos porque tu nos amaste primero,
te buscamos porque nos hallaste perdidos.
!Cómo no íbamos a serte agradecidos¡
cuando nuestra culpa sufriste en el madero.

Señor y Dios, que tanto amor has derramado;
danos acceso a tu secreto, y permitenos
que mejor te conozcamos.
Tu nos conoces, tal cual somos,
y aun nos sigues amando,
en absoluto nos has rechazado, sino
que en el Amado nos has aceptado.


Pedro Jurado

martes, 19 de junio de 2012

CRISTO VIVE EN MI (MENSAJE)



La obra de la cruz en los creyentes

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Galatas 2:20)

Siempre que he leído este pasaje me ha parecido que San Pablo era una clase muy especial de cristiano; en realidad no solo este versículo me ha causado esa impresión, sino otros muchos de sus escritos. Es incuestionable que el apóstol Pablo era alguien muy singular, un siervo escogido de Dios, alguien en que Dios quiso depositar los tesoros de su sabiduría y revelación espiritual.
A veces nos puede parecer que por las experiencias tan elevadas que tuvo el apóstol y por los contenidos tan profundos de sus cartas, como que muchas cosas de la que el nos habla no son para nosotros.
Sin embargo es un error pensar así, el que como creyentes nunca vamos a vivir en la experiencia las cosas de que el apóstol nos escribe, ni que vamos a adquirir el conocimiento o lograr la madurez espiritual sobre la que el nos enseña.
Todas las epístolas del apóstol fueron dirigidas a las iglesias, a congregaciones de creyentes como nosotros, hombres y mujeres nacidos de nuevo, discípulos de Jesucristo. Toda la revelación y los misterios de los que nuestro querido hermano Pablo nos ha dejado constancia, van dirigidos a los cristianos de todos los tiempos, de manera que los pudiesen hacer suyos.
Algo muy característico del apóstol y que se encuentra en sus epístolas, es el hecho de que él se pone como ejemplo, como un modelo que debemos imitar. Esa manera de enseñar no es casual, sino inspirada a propósito por el Espíritu Santo, Jesús hacía exactamente lo mismo, demostraba con su ejemplo la veracidad de sus enseñanzas y nos invitaba a seguir ese mismo camino.

Por tanto, os ruego que me imitéis.” (1ª Corintios 4:16)

Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” (1ª Corintios 11:1)

Estoy plenamente convencido que si la vida cristiana entraña algún secreto lo encontramos resumido en el versículo de (Galatas 2:20)
El problema con el que se encuentran muchos cristianos y que constituye un gran escollo en su experiencia práctica de la vida cristiana es que esperan sentir algo antes de creer.
Siempre que nos encontramos frente a un mandamiento, una promesa o alguna otra verdad de las Escrituras nos ponemos la mano en el corazón para averiguar que sentimos al respecto. Cuando actuamos de esa manera no damos opción a la fe y toda nuestra expectativa de hacer nuestras las verdades de Dios se van por el desagüe del desaliento a causa de nuestra impotencia.
Es la fe lo que antecede a toda experiencia genuina que puedan tener los cristianos. No encuentro mejor definición de la fe que la que nos da la propia Biblia.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.” (Hebreos 11:1,2)

La fe tal como se expresa en el significado de este versículo fue la clave para que los creyentes del pasado viviesen en Dios, he hicieran proezas y fuesen testigos personales de la gloria y poder de Dios. La fe les hizo dar un testimonio ejemplar para el mundo; la fe fue el fundamento sobre el que edificaron sus obras agradando así a Dios.

Entremos a continuación a analizar las palabras de San Pablo en este pasaje de Galatas para averiguar como hacer nuestra la gran verdad que nos está exponiendo.

Crucificados con Cristo.
Con Cristo estoy juntamente crucificado,”

El pasaje en su totalidad es una declaración contundente, una afirmación rotunda que denota la posición en la que se encontraba el apóstol.
Pero veamos en primer lugar, que quería decir con estas primeras palabras.
Aparte de nuestro Señor Jesucristo no hay nadie en las Escrituras que nos hable de la cruz tanto como Pablo. El apóstol nos desvela los diferentes significados que tiene este instrumento de muerte para nuestra experiencia espiritual.
La cruz fue, por un lado el arma con la que murió nuestro Señor, pero por otro es el medio por el cual nos da salvación. El llevó sobre ella nuestras culpas, sufrió nuestros pecados. Dice la palabra, “que el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados.”
Jesucristo llevó en su cuerpo y sobre el madero toda la maldición de la ley incumplida por los hombres y que nosotros merecíamos llevar. El Señor fue en este sentido nuestro sustituto, el que absorbió la ira de la justicia de Dios en nuestro lugar.
La obra de la cruz incluye virtualmente a todos los creyentes que han depositado su fe en Jesucristo. Esto quiere decir que Dios en su plan eterno de salvación y restauración nos introdujo en Cristo cuando padeció en ella su muerte.
Dicho de otra manera mas clara, es, que en la crucifixión de Cristo, exactamente cuando el lo fue, también lo fuimos nosotros. Observemos esta gran verdad en la carta del apóstol a los Romanos.

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.” (Romanos 6:5,6)

Esta es una verdad sumamente importante que todo cristiano debe saber, creer y entender. Fuimos plantados con Cristo en su muerte en la cruz, justamente en el mismo instante que le ocurrió a él. Hace aproximadamente 2000 años que esto aconteció, que sucedió, es historia, pero no una historia pasada; de este hecho depende nuestra vivencia presente, nuestra victoria espiritual.
El sacrificio de Jesús no solo sirvió para el perdón de nuestros pecados, sino que mediante el acabó también con el viejo hombre, es decir destruyó la esencia de la naturaleza heredada de Adán.
Jesús en su muerte reunió todo lo que pertenecía a Adán y terminó con ello. Es por eso que las Escrituras dicen:

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2ª Corintios 5:17)

Hemos sido identificados con Cristo en su muerte, esa es la verdad que Dios nos ha declarado, así lo ha hecho Dios en su poder y sabiduría. ¡Bendito sea su Nombre!
El Señor nos haga ver y comprender en su bondad y gracia esta gran verdad por medio del Espíritu.
El bautismo es el medio simbólico por el que cada individuo es introducido inicialmente en esta experiencia de identificación con Cristo en su muerte, así como también en la de su resurrección.

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;” (Romanos 6:3-5)

Sin embargo debemos entender que aquí se nos está hablando no solo del bautismo en agua, como un acto simbólico o un ritual, sino del bautismo en el cuerpo de Cristo, que es nuestra inclusión en todo el significado que tiene su obra en la cruz.

Es muy revelador el estado del verbo que emplea San Pablo “Estoy”.
El está hablando de una realidad presente, no pasada, ni futura, sino de un estar continuo. Era una situación en la que se encontraba posicionado, él no salía de ahí, la cruz era su experiencia diaria.
De hecho, y respecto a su experiencia cotidiana el dice:

Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero.” (1ª Corintios 15:31)

Si hemos sido crucificados juntamente con Cristo, esto quiere decir que hemos muerto con Él. Morimos con Cristo en cuanto a toda nuestra pasada manera de vivir, morimos al pecado y morimos para el mundo.
En el mismo capitulo 6 de romanos nos dice San Pablo que actitud debemos adoptar ante tales acontecimientos.

Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 6:10,11)

Es decir que como Cristo murió por los pecados una vez - y esto fue suficiente- pues Él cargó con todos los pecados por siempre cometidos y resucitó de los muertos y vive habiendo ascendido a la derecha del Padre y para la gloria de Dios. Y esto es algo que entendemos y aceptamos de forma incuestionable como base y fundamento de nuestra fe. Es por la fe en estos sucesos que nuestros pecados son perdonados y nos hayamos reconciliados con Dios y somos salvos.
Pero San Pablo continuó diciendo, como a Cristo así también vosotros, porque Dios os incluyó en su muerte y en su resurrección. Dios os colocó en Cristo, os puso en Él. Así que por cuanto esto es un hecho, consideraos muertos al pecado, porque ya habéis muerto en la muerte de Jesucristo y pensad que también estáis vivos en Cristo Jesús para Dios.
Toda la experiencia cristiana depende de la comprensión del significado de la obra de Jesucristo. La victoria espiritual, la medida del crecimiento al que llegaremos, estará en proporción a lo que hayamos entendido y asimilado de Cristo. No es suficiente conformarnos con un entendimiento intelectual, o con una noción informativa e histórica del evangelio. Necesitamos recibir un pleno entendimiento, una comprensión espiritual, ese conocimiento superior, la percepción de los hechos de Dios, de su verdad, como una realidad viva.
Esto nos lleva a la siguiente consideración de nuestro tema.

No vivimos nosotros. “y ya no vivo yo,”

Hay dos razones por las que San Pablo podía pronunciar estas palabras:
La primera la hemos considerado ya, el apóstol se veía a si mismo crucificado y muerto junto con Cristo.
La segunda es, que renunciaba continuamente a vivir su propia vida, siguiendo su voluntad, según sus pensamientos y conforme a sus deseos.
Este hombre de Dios tenía un “Yo” como todo cristiano y todo ser humano. A lo largo de su vida, y a pesar de ser muy religioso, antes de convertirse a Cristo, y tal vez durante algún tiempo después, vivía centrado en su “Yo”.
En la carta a los Romanos capitulo 7 nos cuenta su amarga experiencia en la derrota espiritual como hombre religioso y en sus primeros inicios de convertido. El nos habla de dos fuerzas en su interior que tratan de dominarlo, el hombre espiritual y el hombre carnal que es el “Yo” dominado por el pecado. En otras de sus epístolas nos menciona la batalla continua que existe en todo creyente entre la carne y el espíritu.

Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo......... Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7.18, 21-24)

Ahora bien, no es el apóstol el primero que nos habla de esta doctrina sino nuestro Señor Jesucristo.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (Juan 3:6)

El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha;” (Juan 6:63)

La carne y el espíritu no hacen una buena mezcla, ni es posible que estén perfectamente unidos. La carne es terrenal, corrupta, natural; el espíritu es eterno, santo, celestial. Cuando la palabra de Dios nos habla de la carne no se está refiriendo a nuestro cuerpo, sino al alma, a nuestra voluntad propia a nuestros deseos y a nuestra manera de pensar. El alma que es seducida por los sentidos a través de los cuales presta atención al mundo que le rodea, y es gobernada y controlada por estos, no puede agradar a Dios. El deseo de la carne es contra el espíritu y el deseo del espíritu es contra la carne, dice la escritura. Si solo vivimos para nuestra alma, es decir para nosotros, vamos a estar pecando y desobedeciendo a Dios continuamente. Nos será imposible vivir para Dios.

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:5-8)

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.” (Galatas 5:16,17)

¿Cómo podemos saber si estamos en una posición natural y carnal o espiritual? ¿Cómo discernimos nuestro estado y condición delante de Dios? ¿Cómo se que ya no vivo yo?

En primer lugar son los pensamientos los que delatan cual es mi estado espiritual. Lo que ocupa nuestras mentes determina lo que somos. Si lo que domina en nuestros pensamientos son las cosas de este mundo, si nuestras ideas giran en torno a nuestros deseos egoístas, si lo que queremos es preservar nuestra voluntad y conservar nuestra razón, entonces estamos en la carne.
Si nuestras motivaciones e intenciones no pasan el escrutinio de la palabra de Dios, en cuanto a todo lo que hacemos y para quien lo hacemos somos carnales. No todo lo que realizamos por muy bueno y religioso que parezca agrada a Dios, ni es conforme a su voluntad. Se puede ser muy religioso y también muy carnal, aunque parezca contradictorio, “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”

Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Galatas 5:24)

El discípulo de Cristo está crucificado; el creyente maduro muere cada día a sus pasiones y deseos tanto de su alma como de su cuerpo.
Desde luego no es esta una doctrina que sea popular, ni que la oigamos muy a menudo, pero son cien por cien bíblicas, predicada por nuestro Señor y afirmada por los apóstoles. Esta es la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo la cual muchos no están dispuestos a sufrir, prefieren prestar atención a otros temas más suaves.

Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2ª Timoteo 4:3,4)


San Pablo, hablando también al respecto, nos advierte del peligro en la enseñanza de ingente numero de maestros que excluirán esta doctrina del evangelio.

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.” (Filipenses 3:18,19)

La sana doctrina trae sanidad a la iglesia, liberación y santificación en el Espíritu Santo. Con la predicación de la cruz se hace manifiesto el poder de Dios y la autoridad de Jesucristo. Creo firmemente que una gran parte del pueblo de Dios sufre carencias y está enfermo y corre a otros lugares a buscar ayuda porque no se les ha administrado un evangelio completo. Muchos “maestros” pretenden dar sanidad y liberación a los creyentes por medio de sabiduría humana, y consejos de carácter psíquico y emocional, en vez de ir a la raíz del problema que es espiritual.
Dios ha provisto en la cruz de Cristo y en el entendimiento de todo su significado la solución para todas las necesidades del ser humano.
Necesitamos una comprensión completa de lo que entraña la obra de la cruz, así como una apropiación practica de esta doctrina.
El apóstol decía que el no predicaba con sabiduría de hombres, ni de invención humana, sino que su mensaje era sobre la cruz de Cristo para no restarle poder y eficacia a Dios.
Pero tristemente en nuestra actualidad el mensaje de la cruz es nulo, y en muchos casos se ha hecho vana la cruz de Cristo por la introducción de psicología y filosofía humanas en el evangelio.

Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.” (1ª Corintios 1:17)

En el siguiente pasaje podemos observar el sumo cuidado que pone el apóstol San Pablo en el evangelio que predica, procurando no introducir nada extraño o ajeno al mensaje de la cruz y con la intención de que los creyentes pusieran su fe en el poder de Dios.

Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1ª Corintios 2:1-5)

Hoy tenemos la necesidad de que la verdad de Dios se proclame con demostración del Espíritu y de poder, para que de esta manera la iglesia reciba todos los beneficios de la obra de Cristo.
Cito a continuación una porción del Salmo 103 en el cual el rey David adora a Dios reconociendo y declarando que en Él se encuentra todo cuanto necesita.

Bendice, alma mía, a Jehová,
Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila.” (Salmos 103:1-5)

Cristo viviendo en nosotros. “mas vive Cristo en mí”

Esta frase representa el meollo, el centro neurálgico de la vida cristiana. Esta es la definición más escueta y a la vez más profunda que se pueda dar en cuanto a lo que significa ser un discípulo de Cristo con todas sus implicaciones.
El cristiano madura en su vida espiritual en la medida en que es Cristo el que vive en él. Todas las virtudes cristianas como el amor, la humildad, la mansedumbre, la santidad, la sabiduría etc. están reunidas en la persona de Cristo. Así que cualquier manifestación de estas cosas en nuestro comportamiento y actitud es el mismo Señor dejándose ver desde nuestro interior.
En la carta de San Pablo a los corintios, les dice como Cristo ha sido provisto por Dios no solo para nuestra salvación, sino también como la fuente de las virtudes que honran y agradan a Dios.

Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1ª Corintios 1:30,31)

La idea no es que el cristiano tiene que producir por si mismo estos frutos porque entonces tendría de que gloriarse, sino que la propia sabia y vida de Cristo es el que los produce en él.
Así que tenemos dos aspectos que debemos considerar y tener en cuenta si esperamos que Cristo manifieste su vida en nuestro ser:
Por un lado hay un aspecto negativo y que ya lo hemos mencionado que es el estar crucificados con Cristo para no ser nosotros los que vivamos. Si no estamos muriendo a nosotros mismos, si no estamos negándonos a vivir la vida a nuestra manera, conforme a nuestros deseos y forma de pensar, entonces Jesús no haya lugar para vivir en nosotros.
Por otro lado vemos un aspecto positivo que es muy cierto y es que Cristo mora en nuestros corazones y podemos permitir que se manifieste en nuestras vidas en toda su plenitud y gracia. Dios quiere que en cada uno de sus hijos la vida de Cristo sea reproducida, que nuestro carácter sea el de Jesús.
¿Cómo se consigue que viva Cristo en nosotros? ¿Qué podemos hacer por nuestra parte para que esta declaración “mas vive Cristo en mí” sea una realidad en nuestra experiencia?

Una vida de fe.

En la segunda mitad del versículo que estamos considerando el apóstol nos da la clave para hacer posible que la vida de Cristo sea nuestra vida:

y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Muchas veces nos sorprendemos pensando que vivir la vida cristiana es imposible. Que mientras estemos limitados en este cuerpo carnal y rodeado del mundo en que vivimos no podemos vivir una vida que agrada a Dios. Sin embargo San Pablo no está hablando en este texto de una vida espiritual en el cielo, ni fuera de nuestro cuerpo y del mundo que nos rodea.
En otro pasaje el escritor nos recuerda que Dios ha depositado su tesoro en vasos de barro, Él ha puesto su vida eterna e incorruptible en nuestros cuerpos mortales. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2ª Corintios 4:7)

Lo que para nosotros es imposible, es posible para Dios. Es verdad que nadie por mucho que se afane podrá añadir un codo a su estatura. Y que por mucho que nos esforcemos e intentemos ser cristianos y verdaderos discípulos de Cristo no lo lograremos. Es como pretender levantar un peso que con mucho excede a nuestras fuerzas. Es como querer vivir en las profundidades del mar cuando no estamos dotado para ello como lo están los peces. Es como pretender volar como los pájaros pero sin alas.
Cristo vive en nosotros para hacer posible lo imposible, el es nuestra fuerza en la debilidad, el es nuestra riqueza en la pobreza, el es nuestro socorro en la tentación y nuestro refugio en la tempestad.
El Cristo resucitado habita por la fe en nuestros corazones, el Dios Todopoderoso ha hecho en nuestras vidas su morada. “Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efesios 3:17)
Tenemos un poder y una fuerza que brotan de la sencilla fe puesta en Cristo Jesús que vive en nuestro interior.
Cuando creemos en el Señor y estamos en dependencia de Él, el Espíritu Santo tomará el control haciéndose cargo de la situación.
Necesitamos aprender a vivir cada día con esta clase de fe que nos hace ser victorioso, frente al pecado, la debilidad y cualquier situación que se presente ante nosotros.
La vida espiritual esta basada en principios divinos que operan en el reino de Dios, la fe es la clave para que estos principios funcionen en nuestras vidas.
Cuando alguien pretende aprender a nadar intenta mantenerse a flote moviéndose enérgicamente, pero lo que consigue con eso es hundirse en el agua, el pánico no le permite quedarse quieto y puede ahogarse. Con el tiempo y cuando nos vamos familiarizando con el medio, nos percatamos de que el agua nos sostiene prácticamente sin que nos movamos, entonces es cuando empezamos a nadar y a sincronizar nuestros movimientos para avanzar y perfeccionar nuestra técnica y estilo.
En la vida cristiana la cosa funciona de la misma manera, es un medio en el cual no estamos acostumbrados a movernos, no estamos familiarizados con los principios divinos y no sabemos como funcionan. Tropezamos y nos caemos una y mil veces, luchamos y nos esforzamos pero no progresamos. Hasta que un día por la gracia de Dios recibimos el entendimiento necesario y descubrimos que en su bondad Él lo ha provisto todo, y que es por la fe que nos podemos mantener firmes, porque es Él quien nos sostiene. Entonces comenzamos a comprender que Cristo es nuestra vida, Él es nuestro todo y que sin Él nada podemos hacer.

Pedro Jurado




EL REY ME HA METIDO EN SUS CAMARAS (POEMA)


El rey me ha metido en sus cámaras
(Cantares 1:4b)

Soberano gobernante,
sobre tu trono de gracia sentado,
exaltado, Rey coronado
de gloria y esplendor.

Has fijado en mi tu mirada y
Con tu cetro de paz extendido
me invitaste a tus moradas,
Me entraste en tu aposento.

Me llevaste a tu reposo, al que
apacible y tiernamente me atrajiste.
Con manto de amor me has cubierto
revelando a mi corazón tus más profundos secretos.

Amante esposo, fiel compañero que
susurras a mis oídos tus misterios
escondidos, cosas tan hermosas,
no por todos conocidas,
preciosos tesoros de incalculable valor.

Pedro Jurado

jueves, 14 de junio de 2012

ALCANZANDO LA PLENITUD DE DIOS (ESTUDIO)


Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efesios 3:14-19)

Un gran motivo de oración.
doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo”

En este pasaje tenemos la oración que San Pablo elevaba a Dios por los creyentes de Efeso. En su contenido encontramos expresada lo que es la voluntad de Dios no solo para los cristianos efesios, sino para toda la iglesia de Jesucristo.

Todos los cristianos debemos orar para hacer nuestras las expectativas contenidas en esta oración.
Es la voluntad de Dios que sepamos todo lo que se nos ha concedido en el ámbito de lo espiritual, de manera que lo podamos hacer nuestro y disfrutar.
En pasajes anteriores al que hemos leído y dentro de este mismo capitulo, se nos habla de un misterio que ha sido revelado, a saber el de que los gentiles somos coherederos y miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio.

En segunda de Pedro capitulo uno se nos menciona que, Dios nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad por su divino poder. También de que Dios nos ha otorgado preciosas y grandísimas promesas para que de esa forma seamos participes de su naturaleza divina.

En el pasaje que nos ocupa, San Pablo, como un albacea de la iglesia, está informando y declarando el testamento de la herencia que corresponde a los hijos de Dios.

¿Quiénes son los beneficiarios de estas riquezas? ¿Cuál es la abundancia de los tesoros espirituales? ¿Qué es esta fortuna espiritual a la que tenemos acceso? ¿Cómo la podemos disfrutar? ¿En que manera podemos ser llenos de toda la plenitud de Dios?
El apóstol da respuesta a todas estas cuestiones en este pasaje que vamos a estudiar.

La familia de Dios.
de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra”

El propósito eterno de Dios siempre ha sido, el tener una familia de muchos hijos semejantes a Jesucristo.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:26-28)

A causa de la desobediencia, los hombres se apartaron de Dios, perdiendo todo el derecho al disfrute de las promesas hechas. Perdieron su posición ante Dios, un lugar de reconocimiento y privilegiado, respetado por toda la creación; habiendo renunciado a su dignidad, la autoridad que se les había conferido se disipó.
Por mucho renombre, distinción o posición social que tenga una familia o individuo en esta tierra, no tiene derecho a las bendiciones de Dios, ni a formar parte de la estirpe celestial.
Si bien, es cierto, que en un sentido natural, como dice la escritura, Dios ha hecho a todo el linaje de los hombres de una sangre, y en esto no existe diferencia de razas o etnias, excepto en la disposición que muestran unos de otros en buscar a Dios.

Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.(Hechos 17:26-27)

Sin embargo, Dios no ha desistido en ningún momento de llevar a término su plan ideado desde la eternidad. Dios sigue queriendo tener esa familia, compuesta de hombres y mujeres semejantes a Jesús. Una raza de hijos que poseen la misma naturaleza espiritual de Dios, un linaje santo, un pueblo escogido.

Los herederos de las riquezas celestiales son, todos aquellos que han venido a ser miembros de la familia de Dios.
Todos los que han tomado el nombre divino de Dios, reconociéndolo como único Salvador, Dueño y Señor de sus vidas.
Para ser parte de la familia espiritual de Dios hay que nacer de ella, de otra forma sería imposible pertenecer a la misma.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:11-13)

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.(Juan 3:3-6)

Dios pone nombre a sus hijos, y eso los identifica diferenciándolos de aquellos que no lo son, el nos conoce por ese nombre que nos da.

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.” (Isaias43:1)

Las riquezas de su gloria.
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria”

A causa del pecado de desobediencia fuimos desheredados de todo lo perteneciente al reino de Dios, su gloria se desvaneció de nuestra existencia y caímos en una ruina espiritual.


La obra de redención llevada a cabo por Jesucristo, implica tanto el rescate de nuestras vidas, como la recuperación de la herencia espiritual y todo lo concerniente al reino de Dios. Satanás nos había despojado de todo lo perteneciente al reino de Dios. Pero Cristo en la cruz, despojó a los principados y a las potestades en las regiones celestiales para devolvernos todo lo que se nos había robado por su engaño.

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32)

Dios desea compartir los tesoros de su reino con nosotros, riquezas incorruptibles, infinitas, inagotables, e imperecederas.
Las escrituras nos exhortan a no hacernos tesoros en la tierra donde todo desaparecerá en cualquier momento, sino en el cielo, porque esos no nos serán arrebatados.

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21)

La palabra de Dios también nos alienta a que busquemos todo lo que el Señor ha logrado para nosotros si es que nos hemos identificado con él en su muerte y hemos resucitado a novedad de vida.
Las riquezas espirituales se encuentran en el lugar más alto, en las cimas más elevadas, allí donde solo Cristo ha llegado, junto al trono de Dios.
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3.1, 2)

Nos llevaría muchísimo tiempo hacer un recuento de todo lo que Dios tiene preparado, de la abundancia y plenitud de sus riquezas, ni en toda la eternidad podríamos alcanzar a comprender toda la inmensidad de sus tesoros.
El apóstol San Pablo dijo:

A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,” (Efesios 3:8)

Antaño, Dios mostró a sus siervos y profetas escogidos la visión de sus promesas, la herencia que tenía para su pueblo.
Dios guió a la nación que el había elegido, después de haberla liberado de la tiranía de faraón, hasta las fronteras de Canaán, la tierra que había prometido a Abrahán.
Con el fin de reconocer la posesión fueron enviados doce espías, los cuales volvieron con reportes asombrosos y trayendo consigo las pruebas irrefutables del fruto de la tierra, es cierto que también era un lugar poblado por gigantes.
Solo dos de los espías contemplaron la situación desde una perspectiva de fe, animando al pueblo a seguir adelante a la conquista de Canaán.
Dios les había prometido pelear por ellos las batallas, solo tenían que avanzar y tomar la herencia por fe.
Jesucristo es nuestro Canaán, nuestra herencia y posesión, la vida abundante que el nos ha prometido está a nuestra disposición, solo tenemos que tomarla por fe, con decisión y con determinación.
El rey David decía:

Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.
Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.” (Salmos 16:6)

¿Quién nos conducirá a esta tierra de Canaán? ¿Dónde están los hombres de fe que nos mostrarán sus frutos, porque ellos lo han gustado? ¿Dónde se encuentran esos siervos de Dios que enseñan a la iglesia, las riquezas de la herencia en Cristo y no sobre las riquezas de este mundo?

Contemplemos, y disfrutemos haciendo nuestras, algunas de las insondables riquezas de gloria que Dios nos ha concedido y que se mencionan en el pasaje que estamos examinando.

Fortaleza interior.
el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”

Nosotros somos muy pobres en cuanto a la fuerza y la capacidad necesarias para vivir la vida cristiana. Ni aunque dispongamos de todos los recursos naturales, disciplina y conocimientos adquiridos, tendremos lo suficiente para lograr alcanzar las exigencias de la vida espiritual.
El que intenta lograr la madurez espiritual, o producir los frutos espirituales reuniendo todas sus fuerzas y empeño, el que procura ser victorioso sobre sus debilidades y sobre el pecado por si mismo, solo descubrirá la amarga derrota.
El secreto de la fuerza que necesitamos no la encontraremos en nuestra propia alma, quiero decir con esto en nuestra buena intención, determinación, o emociones.

San Pablo había descubierto por si mismo esta gran verdad, de que aunque su deseo era hacer el bien, no tenía el poder para llevarlo a cabo.

Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.” (Romanos 7:14-25)
El apóstol está hablando desde la perspectiva de un creyente nacido de nuevo, alguien que es salvo, pero que consciente de la contrariedad que está experimentando, entiende que existe en el una naturaleza pecaminosa que lo arrastra al fracaso.
Esta es una lucha interior que vive todo cristiano a pesar de que amen a Dios y deseen agradarle.
Debemos hacernos fuertes en el hombre interior, en el espíritu, si queremos ser más que vencedores.
Nos hace falta el revestimiento del Espíritu Santo que es lo que nos otorga el poder. Nuestro espíritu debe ser ungido, ese hombre interior debe ser hecho fuerte por la intervención del Espíritu Santo.

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,

Es siendo conscientes de la presencia de Cristo que mora en nosotros por el Espíritu Santo, y dependiendo de él que somos fortalecidos.

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.” (Efesios 6:10)

Necesitamos creer confiadamente que Dios es poderoso en nosotros y que el nos suplirá conforme a la riqueza y la abundancia de su fuerza.

El apóstol San Pablo aprendió el secreto de la fortaleza espiritual, de la entereza y firmeza que debe caracterizar a un cristiano. Aunque él pudiera sentirse débil e incapaz, afligido y rodeado de adversidad, enfermo y necesitado, dependía de la fuerza y poder del Señor.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2ª Corintios 12:9,10)

Es el mismo Señor quien revela a Pablo en una manera muy especial este principio espiritual por el que opera la gracia de Dios. Algunos podemos sentirnos fuertes, vigorosos y con ímpetu en muchos momentos, capaces de realizar cosas y dispuestos a comernos el mundo. Sin embargo la mayoría de las veces esto es solo debido a la fuerza de voluntad y una gran tenacidad, es el poder de nuestra propia alma. Cuando viene el conflicto o aparece la enfermedad, cuando descubrimos que la obra de Dios nos sobrepasa, entonces nos damos cuenta de nuestras limitadas fuerzas. Entonces averiguamos cuan débiles somos, experimentamos nuestra gran impotencia e incapacidad. El apóstol aprendió a gloriarse en esos momentos, el se frotaba las manos en esas situaciones, y se gozaba, porque era en esas circunstancias en las que de una manera muy particular Dios obraba poderosamente.
En este pasaje vemos como el Señor nos dice: “mi poder se perfecciona en la debilidad”. Entiendo que la palabra “se perfecciona” significa aquí que alcanza la madurez, que crece hasta su punto máximo, de manera que se hace evidente que el poder es de Dios, no meramente humano.
Cuanto más débil e incapaz nos sintamos ante Dios y sus demandas, y la tarea que tenemos por delante, la gracia de Dios actuará más libremente haciendo manifestar su poder en nosotros.

Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,” (Efesios 3: 20)

Cristo morando en el corazón.
para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”

La mayor riqueza que tiene un cristiano es a Jesucristo viviendo en su interior; es Él su más valioso tesoro. Es la gran perla preciosa por la cual merece la pena vender todo lo que uno pueda tener para adquirirla. Es el tesoro que un hombre encuentra y renuncia a todo lo demás por obtenerlo.
Cristo ha hecho su residencia, y ha tomado posesión de aquellos que han entregado sin reservas sus vidas a Dios. Esto es mucho más que un adorno, o un bonito mueble que luce en nuestras casas y al que quitamos el polvo y lo enseñamos de vez en cuando a otros. Significa que es más que alguien al que hemos invitado por una temporada a quedarse con nosotros, y le hemos restringido a una zona de donde no se puede mover, ni acceder por todos los lugares de la casa.

No es posible experimentar la riqueza de tener a Cristo morando en el corazón si Él no tiene pleno control en nuestras vidas, si no es el dueño y Señor absoluto.

Esta gran verdad del Cristo presente era un misterio que había permanecido oculto por siglos a los creyentes del antiguo testamento, pero que Dios nos lo ha revelado y dado a conocer a nosotros. Esta riqueza no la tuvieron los antiguos, ni pudieron disfrutarla, porque Dios la tenía reservada como una herencia para los que íbamos a ser el fruto directo de la vida y obra de Cristo.
Creo que muchos creyentes no son plenamente conscientes de lo que significa y representa el hecho de que Jesús habite en sus corazones.

el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Colosenses 1:26,27)

Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,” (2ª Corintios 4:6,7)

Por un acto de fe, Jesucristo vino a vivir a nuestro corazón, así fue como lo recibimos por primera vez como al Dios invisible. A través de la oración de fe lo aceptamos como Salvador y Señor de nuestras vidas.
Es también por fe que podemos entender que él habita y permanece con nosotros. La fe es el recurso espiritual que Dios nos ha concedido para que podamos discernirlo, para que por medio de ella pueda sernos tangible y le experimentemos de manera muy real.
Este habitar de Cristo lleva implícito su Señorío y control en cada área de nuestras vidas. Si él no es el dueño y soberano de todo, si no nos estamos dejando gobernar por su voluntad, entonces no está muy claro que él more con nosotros.
Es necesario que nos apartemos de toda actitud que resista y coarte la libertad de acción del Señor en nuestros corazones.
El temor de no saber que nos puede exigir, la preocupación de que nos demande algo que no podamos entregarle constituyen un obstáculo para su actuación y su obrar.
Esta manera de pensar procede del mismo diablo con el objeto de bloquearnos, a fin de impedir que no avancemos en la vida espiritual.
Comprendamos que Dios nos ama; que cualquier demanda que nos haga, todo lo que permita que nos suceda en cualquier ámbito de la vida es por amor. Dios lo tiene todo preparado en su sabiduría, hasta el más mínimo detalle, para que seamos formados y crezcamos a la estatura del carácter de Cristo.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:28,29)

Si sabemos que Dios nos ama, como es así sin lugar a dudas, y si nosotros le amamos a Él, no hay nada que temer.

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1ª Juan 4:18)

Hemos leído también en la carta de San Pablo a los colosenses capitulo 1, que Dios nos ha dado a conocer las riquezas de su gloria de este misterio que es Cristo en nosotros la esperanza de gloria.
Esta gran riqueza es la cercanía del Hijo de Dios, su presencia espiritual morando en cada uno de sus santos, aquellos que lo han creído y recibido.

Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:22,23)

En este pasaje del evangelio de San Juan, Jesús hace referencia a la manifestación de su presencia en los creyentes, o para ser más exacto en aquellos que lo aman y guardan su palabra poniéndola por obra. El Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo vienen a hacer su morada, a habitar en cada cristiano. Dios en toda su deidad y plenitud, Dios Todopoderoso, El Admirable, el Consejero, el Padre eterno, el Príncipe de paz viviendo en nosotros.

Ahora bien, la voluntad de Dios es que seamos llenos de su plenitud, que el lo abarque todo, que lo llene todo en nosotros. Como dice en otra escritura, que seamos perfectos y cabales sin que nos falte cosa alguna de todo aquello que Dios nos ha concedido.

¿Cómo podemos llegar a esa abundancia? ¿En que manera vamos llegar a ser llenos de la plenitud de Dios?

Hasta ahora hemos podido ver por las escrituras que los que tienen acceso y derecho a las riquezas de Dios son la familia de Dios, sus hijos espirituales. Hemos hablado del carácter y la naturaleza de las riquezas en gloria, que no se trata de meras posesiones materiales, sino de toda riqueza de índole espiritual lograda por medio de la obra de Cristo. También hemos mencionado según el pasaje, cuales son algunas de estas riquezas de la herencia que se nos ha concedido, como la fortaleza interior y el hecho de la presencia de Cristo morando en nuestro corazón.

Pero lo más relevante y que constituye el meollo del tema que estamos tratando es la idea o principio de la última proposición que hemos apuntado. Jesucristo habitando en nuestros corazones.

Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que,”

El fundamento de la vida cristiana, la experiencia y el crecimiento, el progreso en el conocimiento de Dios y el ser llenos de su plenitud, parten de aquí, de Cristo viviendo en nuestro ser.
Este “a fin de que”, es decir, “con la finalidad de”, o “con el propósito de que” es la transacción que hace Pablo para mencionar seguidamente el proceso y los logros que podemos alcanzar desde esta realidad.
De modo que el apóstol pasa a mencionar ahora de que manera, y como en base a nuestra relación con este hecho, el Cristo morando en nosotros, vamos a alcanzar la plenitud de Dios.

De manera que observemos en primer lugar, que Cristo nos habita con el fin de establecer una relación intima y profunda con cada uno en particular. “ a fin de que, arraigados y cimentados en amor,” La idea es que como un árbol que profundiza la tierra con sus raíces para tomar de ella las sustancias que necesita y alimentarse, así el cristiano plantado en Cristo, hecha sus raíces en una intimidad, en una relación de amor cada vez mas intensa y significativa con él. Estas dos palabras “arraigados y cimentados” nos hablan también de una firmeza, la del árbol que al estar cada vez mas profundo en la tierra es a su vez más firme, y la del edificio que al estar establecido sobre un buen cimiento o fundamento, será resistente a todas las inclemencias del tiempo. Esto implica que toda nuestra vida espiritual y su desarrollo dependerán de que tipo de relación tengamos con Cristo.
La vida cristiana no se basa en un sinnúmero de normas e imposiciones morales, sino en una relación de amor y de comunión con el Señor. Es una entrega constante de Jesús a nosotros y de nosotros a él.
Jesús nos menciona este mismo punto del que hablamos, en el capitulo 15 de San Juan:

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:4,5)

En este pasaje de Juan tenemos el mismo principio que en efesios, el de Cristo morando en nosotros. Está expresado en forma de mandato para que entendamos que tenemos una participación, que de alguna manera somos responsables en la experiencia práctica de esta maravillosa realidad.
Permaneced en mí, y yo en vosotros.” El Señor apela a nuestra voluntad santificada y a nuestro espíritu, para que persistamos, para que continuemos en la posición en que hemos sido colocados. Esto significa que es posible, que por nuestra entrega y la rendición de nuestra voluntad a la suya, en la unión de la voluntad de Dios con la nuestra, podemos vivir de continuo en la presencia de Dios.

El Señor nos explica también en este pasaje que el fruto espiritual que podamos producir, es decir, que todas las obras que agradarán a Dios en nuestras vidas, serán solo el producto de la vida de Cristo fluyendo en nosotros. Absorbamos la sabia de Cristo que es su vida morando en nuestro interior, tomemos de él todo cuanto necesitemos, por fe.
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1ª Corintios 1:30,31)

Cristo es nuestro todo, en él está toda la plenitud de la deidad, él es todo cuanto necesitamos. Dios no nos da un poquito de aquí y otro de allí, el nos ha dado a Cristo y junto con él todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad.

De aquí pasamos a exponer el siguiente punto que nos menciona San Pablo en el versículo 18; “seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,”

Hemos tratado anteriormente sobre como la vida de Cristo se manifiesta en la vida individual de cada creyente, Cristo habitando y dándose así mismo a cada uno de nosotros. Esto es una gran revelación de la verdad de Dios, una realidad que hacemos nuestra por la fe y que cuanto más profundizamos en esta relación con Cristo se hace más tangible y mejor la percibimos.
Sin embargo debemos entender que no podemos ser llenos de toda la plenitud de Dios fuera de la comunión y de la participación de los santos. Dios nos llena de su plenitud en la medida en que en nuestro espíritu, y a través de el entendimiento espiritual comprendemos todo lo que el nos ha provisto.
No obstante no podemos encontrar el significado de la revelación de Dios, no la podremos entender completamente, fuera del contexto de la iglesia.
Como miembros del cuerpo de Cristo somos participes de toda la plenitud de Dios, ahí es donde él nos capacita y nos llena del pleno entendimiento espiritual.
Dios ha revelado sus misterios a la iglesia a través de la historia y por medio de sus santos, todos los que nos han precedido y que aun en la actualidad están viviendo. Necesitamos de ellos, de sus testimonios, de sus ministerios y dones con los que Dios les ha utilizado; procuremos saber como alcanzaron el conocimiento de Dios, observemos su conducta, como lograron la madurez y como sirvieron a Dios.
Desde los profetas del antiguo testamento, los patriarcas de la fe y pasando por los apóstoles, y siguiendo por todos los creyentes de todos los tiempos Dios ha estado plasmando su voluntad y revelando sus secretos, el ha derramado su plenitud en su pueblo, sobre su iglesia.
Podemos encontrar banderas que están colocadas por todo lo que es la pendiente a los lados de las cumbres espirituales, señalando aquellos lugares que muchos de nuestros hermanos han alcanzado en su experiencia espiritual, y si prestamos atención podemos oírles gritándonos y alentándonos, e invitándonos a aprovechar el legado que nos han dejado.

y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Efesios 1:22,23)

Solo la iglesia en su conjunto puede abarcar y contener toda la plenitud de Dios, Él se revela abundantemente en la pluralidad del cuerpo compuesto por sus numerosos miembros.
Es en la integración de la iglesia y la interacción de todos los creyentes, es mediante nuestra comunión con otros cristianos que vamos a comprender “cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,”

Las dimensiones de la experiencia espiritual son muy extensas y amplias para que un solo individuo las pueda alcanzar en su totalidad. Pero el Señor ha derramado toda su abundancia, su gloria, sus riquezas y sabiduría sobre la iglesia, la cual es su cuerpo la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. En la comunidad cristiana el Señor suple a cada individuo todo lo que pueda faltarle de modo que llegue a estar completo.

En este proceso por el cual vamos adquiriendo todo lo que Dios nos ha dado y estamos siendo llenos de la abundancia de Dios. Debemos comprender que toda la obra de Cristo en su vida, muerte, resurrección y ascensión, así como en su manifestación presente en la iglesia y vida de cada creyente. Todo lo que Dios ha hecho y pueda hacer por nosotros, obedece al amor de Dios. Y no hay mayor expresión de este amor que el habernos entregado a su Hijo Jesús, no existe un don mayor que este.
Es por eso que en el versículo 19 de efesios el apóstol continúa diciendo, “ y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”

Entendiendo que estamos en Cristo y Él en nosotros y que somos conscientes de ello, que pertenecemos a una comunidad de amor que es la iglesia, donde amamos y somos amados. Que estamos como hemos mencionado, arraigados y cimentados en amor. Prosigamos en conocer este amor de Cristo, vayamos mas profundo en esta intimidad con el Señor. Sigamos hacia la perfección en esta relación con Cristo, este es el camino, conocer su amor, apropiarnos de Él. No es suficiente para tener la plenitud de Dios desear sus dones o recibir todas aquellas cosas que Él nos da, necesitamos poseerle a Él, experimentar su amor en plenitud.
Este amor sobrepasa y excede a cualquier otro conocimiento, está muy por encima de toda sabiduría. Amar a Cristo debería ser nuestra mayor prioridad, no como una imposición, sino como el resultado espontáneo del efecto que produce su entrega hacia nosotros. Le amamos porque el nos amó primero.
Es teniendo en cuenta todo lo que San Pablo nos expone en este pasaje, y principalmente este último punto que nos habla de conocer el amor de Cristo, que seremos llenos de la plenitud de Dios.

Pedro Jurado