“Habían olvidado de
traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la
levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. Y
discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan.
Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís,
porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis
endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos
no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?
Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas
cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.
Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas
canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.
Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?” (Marcos
8:14-21)
Que comeremos, que vestiremos, donde
vamos a vivir, como vamos a subsistir, estas constituyen unas de las
principales preocupaciones que tenemos los seres humanos. Dios ha
puesto ciertas necesidades en la naturaleza del hombre, carencias
legítimas de las cuales nadie a de sentirse culpable como si algunas
de ellas fueran pecado.
El Todopoderoso nos ha creado con un
cuerpo, un alma y un espíritu, cada una de estas partes de las que
hemos sido constituidos tiene sus diferentes necesidades propias. El
creador ha provisto aquellas cosas que son necesarias para que estos
tres aspectos de la naturaleza humana sean satisfechos. Dios en su
sabiduría lo ha hecho todo perfecto, al poner ciertos vacíos en la
creación él ha creado también aquello que va a colmarlos
plenamente.
No obstante, el pecado, una vez
introducido en el hombre fue la causa de desordenes y distorsión de
los planteamientos de vida de la humanidad, así como en que manera
estos a partir de entonces buscarían la satisfacción de sus
legitimas necesidades. Todo ha sido puesto del revés, los valores
han sido cambiados, las prioridades establecidas por Dios se dieron
de lado. Todos se esfuerzan afanosamente por satisfacer sus propias
carencias sin lograr nunca estar satisfechos, las piezas de este
rompecabezas que es la vida no encajan en el lugar que las colocamos.
La palabra de Dios dice que el nos hizo
a su imagen y semejanza; si queremos armar el puzzle de nuestras
vidas necesitamos descubrir esa imagen, mirarla e ir colocando las
piezas en su sitio. Esto no es ni más ni menos que aceptar el diseño
del creador y obedecer su voluntad para nuestras vidas. La voluntad
de Dios es poner orden y establecer armonía en la vida de sus
criaturas, que estas reflejen ese diseño perfecto y cumplan el
propósito para el cual Él las creó.
El pan de cada día
Cada día llaman a la puerta de nuestra
existencia las diferentes necesidades, nuestro cuerpo tiene hambre y
sed, nuestra alma e intelecto también exige satisfacción, en lo mas
profundo de nuestro ser hay también un clamor que resuena como un
eco en el gran espacio vacío de nuestro corazón. Todo hueco y
espacio tiende a ser llenado, y cada elemento tiene su propio lugar,
su sitio. Cuando las cosas no ocupan el lugar que les corresponde
algo no funcionará bien, habrá desorden y caos.
En nuestra actualidad mas que nunca, es
evidente la frustración por las necesidades no suplidas en muchos
casos, y en otros es patente el hastío por el uso abusivo de ciertas
cosas y la ampliación de ese sentido de necesidad como si nunca se
llenara. La palabra de Dios nos enseña que él es fiel para toda su
creación, el hace llover sobre justos e injustos. El da a todos
todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
“A los ricos de este siglo manda
que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las
cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las
cosas en abundancia para que las disfrutemos.” (1ª
Timoteo 6:17)
Siempre se corre el peligro de desviar
la atención de lo que es verdaderamente importante y poner la
esperanza o expectativa en lo superfluo. Dios desea que confiemos en
él, el es real, es el Dios viviente que nos provee con abundancia de
todos los bienes que necesitamos. Es necesario tener cuidado de no
poner nuestra mirada en las cosas que Dios nos da hasta el punto de
depender de ellas mas que de Dios.
Cada día es nuevo, y con él se nos
ofrece la oportunidad de confiar en Dios para que nos supla todas
nuestras necesidades.
En la oración del Padre nuestro, Jesús
nos enseño a pedir el pan nuestro de cada día, ese pan representa
la totalidad de todo aquello que nos pueda hacer falta hoy. El Señor
no les dijo a sus discípulos que pidieran por sus necesidades del
mañana, ni por las de dentro de un mes. El les explico que orasen en
forma concreta por sus carencias presentes, por el pan de hoy. Dios
espera que lo hagamos así al margen de cual sea nuestra situación,
tengamos recursos o no. Tanto el que tiene, como el que no tiene,
deben mirar a Dios reconociendo que Él es el dador de todas las
cosas.
“Así que, no os afanéis por el
día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a
cada día su propio mal.” (Mateo 6:34)
Cuando ponemos la vista en los días
venideros, pensando en lo que pueda hacernos falta, nos salimos del
orden que Dios ha establecido. La voluntad de Dios es que ejercitemos
nuestra fe cada día. No podemos saber si seguiremos viviendo mañana,
no sabemos que resultará dentro de las próximas 24 horas, ni tan
siquiera lo que pueda suceder en los próximos minutos. La promesa de
Dios es para nuestro ahora, para el día presente, Él se ha
comprometido para hoy.
Jesús nos advierte que si comenzamos a
fijarnos en el mañana entramos en un estado de afán y esto
producirá a su vez ansiedad. El día de mañana nos trae su afán,
sus preocupaciones, sus imposibilidades, sus propias necesidades,
pero Dios, es Dios de hoy.
Vamos a analizar ahora la historia
según los hechos que nos cuenta San Marcos en el pasaje que encabeza
este escrito. Encontraremos algunas cosas que nos serán de gran
ayuda para nuestro vivir diario y al enfrentar nuestras necesidades.
Estamos en la barca con el
Maestro
Alguien dijo, que cada vez que Jesús
se subía en la barca con sus discipulos estos se echaban a temblar
porque no sabían lo que les podría sobrevenir, un fantasma, una
tempestad, podía suceder cualquier cosa. No obstante si nos hemos
embarcados con Jesús, él está al control del timón y de cualquier
situación inesperada que pueda crearse. Donde vaya el Señor vamos
nosotros, lo que le ocurra a él, nos sucede también a nosotros.
Pero Jesús no está a expensas de ningún acontecimiento sorpresa,
él es Dios con nosotros, Señor y dueño de todas las cosas, todo
está sujeto bajo su autoridad. Nuestras vidas le pertenecen, somos
suyos, y el cuidará de todo aquel que ha depositado su fe y
esperanza en él.
En este caso el Señor les enseña una
gran lección haciendo uso indirecto del comentario que les hace
acerca de que se guardasen de la levadura de los fariseos. Los
discípulos interpretaron que Jesús les estaba hablando sobre la
comida, sin embargo lo que ellos entendieron mal dio lugar a que
Jesús los corrigiese del error en que estaban en realidad.
Un olvido lo tiene cualquiera.
“Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un
pan consigo en la barca” vs. 14
Estas son las palabras con las que el
evangelista comienza su narración; debió ser un asunto
verdaderamente polémico para los discipulos de Jesús. En el
transcurso del tiempo esto sería lo que ellos recordarían como el
dato que causó el incidente, lo que desencadenó una contienda entre
ellos y provocó la intervención del maestro.
En verdad, los discípulos de Cristo se
habían portado de manera descuidada. Ellos fueron distraídos, no
fueron previsores en tener los alimentos necesarios y suficientes
preparados. Hasta se les podría tachar de negligencia domestica y de
malos obreros, porque no tenían la comida preparada a su tiempo. No
obstante, vamos a ponernos un poco del lado de ellos ¿quien no
caería en el olvido de algunas cosas naturales cuando estuviera
presenciando continuamente lo sobrenatural, las maravillas de Jesús
y su poder manifestado en diversos milagros y señales? Cualquiera se
olvidaría de comer y hasta de su propio apellido, muchos estaríamos
despistados respecto a ciertos cuidados sin lugar a dudas.
Para los discipulos era una situación
angustiosa, una experiencia de su propia ineficacia y fracaso.
Siempre existen errores del pasado que nos han traído a una realidad
en el presente, o a una situación de conflicto en nuestra vida
actual. Pero Jesús nos ha llamado en nuestra debilidad, nos ha
escogido a sabiendas de nuestros fracasos, olvidos y limitaciones,
todo esto lo ha tenido él en cuenta.
“Pues mirad, hermanos, vuestra
vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; sino que lo
necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo
débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y
lo que no es, para deshacer lo que es, a fin
de que nadie se jacte en su presencia.” (1ª Corintios 1:26-29)
El Señor puede obrar a pesar de
nuestra propia ineficacia, de hecho debemos reconocernos inútiles e
inservibles. Esto va totalmente en contra de la moderna psicología,
que nos dice que debemos tener un alto concepto de nosotros mismos,
valorarnos etc. Pero la vida espiritual no funciona según valores y
conceptos humanos, sino por los principios del reino de Dios. Si el
hombre vale, entonces para que necesita a Dios; en toda la historia,
la humanidad ha demostrado fehacientemente su fracaso y desatino. La
biblia nos dice que Dios no consentirá que nadie se jacte en su
presencia, el resistirá a los soberbios y dará gracia a los
humildes.
La comida, causa de discusión.
“Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos
pan” vs. 16
Es muy probable que los discípulos se
culparan entre sí por el olvido que habían tenido. Ellos pensaron
que Jesús los estaba acusando o reprochando porque no trajeran
suficiente comida. Así que como ellos interpretaron eso de Jesús,
todos comenzaron a justificarse y a zafarse de la situación.
El pan de cada día siempre es un tema
de debate, discusión y discordia, es una preocupación constante
¿Qué comeremos y que beberemos?
En la familia, así como en la sociedad
actual protestamos y discutimos por el pan nuestro de cada día,
luchamos por conseguir que nuestras necesidades estén cubiertas.
Sin restarle importancia a este asunto,
es necesario poner las cosas en su justa y correcta perspectiva.
Jesús pone las cosas, cada una en su lugar apropiado, y así
instruyó a sus discípulos de la siguiente manera:
“Por tanto os digo: No os afanéis
por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni
por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que
el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo
6:25)
Las necesidades naturales son un arma
muy poderosa que Satanás utiliza para traer discordia, guerra,
violencia, división y destrucción de los valores mas importantes,
como son la vida, la familia y nuestra relación con Dios.
En su enfrentamiento con el diablo,
cuando este tentó a Jesús encontrándose Él en debilidad por el
hambre, dice la escritura que el Señor lo combatió de la siguiente
manera:
“Y vino a él el tentador, y le
dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
pan. El respondió y dijo: Escrito está: No
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios.” (Mateo 4:3,4)
El enemigo es muy sutil, por un lado
trata de hacernos dudar de nuestra identidad, de lo que somos para
Dios, y por otro de que no confiemos en Dios, que no le creamos a
Dios.
Los hijos de Dios no somos alimentados
solo con pan de la tierra, sino con el pan del cielo, con la palabra
de Dios. Como el pájaro alimenta a sus polluelos que están en el
nido, así Dios alimenta a sus hijos y tiene cuidado de ellos. Dios
nos sostiene con su palabra verdadera, con sus promesas, con sus
hechos revelados que aceptamos por fe.
El rey David exclamó en el Salmo 23
que el Señor preparaba una mesa delante de él, un banquete en el
cual no faltaba de nada y en el cual encontraba plena satisfacción.
“Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis
angustiadores;”
De la misma manera, cuando Jesús
soportó la tentación y el diablo se marchó, vinieron ángeles y le
sirvieron.
Es necesario que creamos a Dios, lo que
el nos habla, y que lo declaremos con fe. Confesemos que Dios es
nuestro ayudador y el que nos sustenta con su poder. Dios está en
medio nuestra y al control de toda situación, no menospreciemos esta
realidad. Dios nos rodea delante y detrás y tiene su mano puesta
sobre nosotros.
Entendamos la enseñanza de Jesús
respecto a nuestras provisiones.
La palabra de Dios declara que el sabe
cuales son todas nuestras necesidades. ¡No las va a conocer si fue
él quien nos creó¡
Jesús conoce y entiende cualquier
situación por la que podamos estar atravesando así como la lucha
que estamos sosteniendo. El Señor no es ajeno a nuestros
sufrimientos, es mas, la Biblia nos dice que no tenemos un Cristo que
no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo pero sin pecado. Es decir que Jesús nos mira y nos
ve cuando padecemos, en nuestras carencias, en nuestra miseria. Pero
hay algo mucho más importante que el hecho de que Jesús nos
comprenda y entienda nuestras penas, y es lo que nosotros debemos
saber de él.
Todos debemos comprender la obra de
Jesús, su sacrificio, su suficiencia, su poder y su provisión más
que suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades.
La palabra de Dios declara que si el
Padre no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por
todos nosotros, ¿no nos dará juntamente con él todas las cosas?
Ciertamente, si Dios nos entregó lo
mas valioso que tenia, si ya se desprendió de su amante Hijo, su
mayor tesoro, que significancia podría tener todo lo demás para él
como para retenerlo. No tiene sentido que Dios reservara sus
riquezas, su provisión abundante tanto celestiales como naturales.
“Porque de su plenitud tomamos todos y gracia sobre gracia”
La plenitud lo abarca todo, comprende
todos los recursos de Dios a nuestra disposición, es su gracia
abundante con la que suple todas nuestras necesidades.
“Gracia sobre gracia, favor
inmerecido, recursos inagotables, que por fe recibimos nuestra diaria
provisión. De su banquete comamos todos, saciémonos con su
abundancia, bebamos el vino de su mesa. Esta es nuestra herencia,
Dios es nuestra porción, nuestro sustento, nuestro alimento, nuestro
abrigo, nuestro ayudador”
“Por tanto os digo: No os afanéis
por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni
por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que
el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de
vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un
codo? Y por el vestido, ¿por qué os
afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan
ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y
si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno,
Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca
fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué
comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque
los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial
sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas.
Así que, no os afanéis por el día
de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada
día su propio mal.” (Mateo 6:25-33)
En este pasaje en el que Jesús enseña
a sus discípulos sobre el cuidado que Dios tiene de sus criaturas y
de toda la naturaleza, resalta el valor que por encima de todo lo
creado tienen para él sus hijos. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas?... ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
Saber esto es maravilloso, entender que para Dios somos la
prioridad sobre todo lo creado, somos la corona del universo, su
especial tesoro.
Ahora bien, el Señor confronta a los
discípulos con algunas preguntas escudriñadoras e introspectivas.
¿No entendéis ni comprendéis?
¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo
ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?
Todos habían presenciado los milagros
de Jesús, sanidades diversas, y cosas sorprendentes para el ojo
humano y la mente de los hombres. Cosas que eran humanamente
imposibles que sucedieran, los discipulos las vivían a diario. Pero
aun así ellos no terminaban de comprender, sus corazones todavía
estaban cegados y cerrados a la gracia de Dios. Ellos no comprendían
la magnitud y el alcance de las obras de Jesús, aun no entendían lo
que representaba la encarnación del Hijo de Dios, Emanuel, Dios con
nosotros.
Con que facilidad los discipulos de
Cristo olvidaban las obras que Jesús hacia, estando ellos presentes,
sufrían de amnesia espiritual.
Jesús les recuerda específicamente de
cómo él había dado de comer a dos grandes multitudes con solo unos
panes y unos cuantos peces. Y que aun habían recogido una cantidad
considerable que sobró tanto de pan como de peces. Esto nos enseña
que por muy grande que sea la necesidad nunca podremos agotar los
recursos de Dios, siempre habrá suficiente y de sobra.
Los milagros de Jesús sentaban un
precedente de actuación con respecto y a favor de los discípulos,
sus seguidores. El Señor les quería hacer entender que él estaba
dispuesto a realizar cualquier cosa por ellos. Los discipulos debían
comprender que el poder de Jesús estaba a su disposición, no era
solo para otra gente, sino también para ellos.
Muchas veces nos hayamos pensando que
Dios quiere y puede bendecir a otros pero no a nosotros. Dios desea
prosperar a todo el mundo, menos a nosotros, nos decimos.
Pero eso no es cierto, lo contrario es
la verdad, como hemos visto en la palabra de Dios, él desea nuestra
prosperidad.
“Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera
tu alma.” (3ª Juan 1:2)
Esta es la voluntad de Dios para cada
uno de sus discípulos, para todos los que nos hemos embarcados con
él, para aquellos que le hemos confiado nuestras vidas. Jesús nos
invita a orar y pedir para que sus promesas se cumplan en nosotros y
todas nuestras necesidades sean suplidas.
“De cierto, de cierto os digo, que
todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y
recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (Juan
16:23,24)
¿Cual es el pan que necesitamos?
¿Donde está nuestra carencia? Tal vez necesitamos sanidad para
nuestro cuerpo, o liberación para nuestras almas. El Señor a
provisto esta clase de pan en el calvario, el fue quebrantado en la
cruz y partido como pan para saciar nuestra hambre. El es el pan que
descendió del cielo, es el manjar que Dios nos ha dado, si comemos
de él nunca más tendremos hambre y si bebemos de él nunca más
tendremos sed. En una ocasión Jesús le dijo a una mujer que le
pidió que hiciera un milagro para su hija: “El pan es para los
hijos” ¿Somos hijos de Dios? Si lo somos, entonces pidámosle
a nuestro Padre el pan nuestro de cada día, comamos de la mesa que
nos ha preparado, y saciémonos de su abundancia.
Pedro Jurado