lunes, 27 de agosto de 2012

LA LEY DEL ESPÍRITU


Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2)

(Salmos 1) (Santiago 1:25) (2ª Corintios 3:17,18)

Existen diferentes leyes que rigen en toda la creación visible e invisible.
Cuando pensamos en el concepto o el termino - ley - automáticamente lo asociamos a normas establecidas, estatutos, mandamientos que hay que cumplir. Asumimos que las leyes son órdenes que hay que obedecer cuidadosamente, y que debemos conocerlas para no incurrir en el delito de incumplirlas.
De manera que aquellos que no son observadores de las diferentes normas o leyes que rigen la sociedad en la que viven, y que regulan básicamente la totalidad de nuestras vidas, para no infringirlas, se exponen a ser castigados por ello. Esto es un hecho constatado nos guste o no, las leyes que imperan en los gobiernos de cada país, obliga a todos sus ciudadanos a que las cumplan. Estas son establecidas por los hombres y aunque sin ser perfectas, damos gracias a Dios por ellas, porque de una forma u otra protegen los derechos humanos y facilitan la convivencia, el respeto, la justicia y el orden social.

Existen leyes naturales y universales que han sido impuestas por el Creador de todas las cosas, son las que ordenan la naturaleza de nuestro planeta, las constelaciones y galaxias. Son los límites que Dios ha puesto en la materia, el orden que Él ha establecido en toda la creación del mundo vegetal, animal, acuático y atmosférico. Estos son códigos escritos por la misma mano de Dios en cada partícula de todo lo que vemos, convirtiéndolo todo en una belleza armónica y un diseño perfecto.

Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
En ellos puso tabernáculo para el sol;
Y éste, como esposo que sale de su tálamo,
Se alegra cual gigante para correr el camino.
De un extremo de los cielos es su salida,
Y su curso hasta el término de ellos;
Y nada hay que se esconda de su calor.” (Salmos 19:1-6)

Dios ha establecido también unas leyes morales, cívicas y espirituales para que todos los hombres las cumplan, a fin de que les vaya bien y vivan armoniosamente con sus congéneres, consigo mismo, con todo lo que le rodea y con su creador.
Son las leyes expresadas en la palabra de Dios y que nos revelan los sabios deseos y voluntad de nuestro creador. Son perfectas porque han salido de Dios que es Perfecto, son justas porque reflejan el propio carácter del legislador que es Justo, son sabias porque han surgido del Dios eterno y omnisapiente, que todo lo sabe del hombre, pues fue el quien lo formó.
El porqué Dios estableció estos mandamientos y leyes escritas para los hombres, y cual fue el resultado de ello, lo veremos mas adelante en este articulo.

En el principio no eran necesarias las leyes morales y espirituales.
Pero debo decir que al principio no fue así, el hombre no estaba sujeto a la obligación de cumplir un sin fin de leyes y normas.
Cuando Dios hizo al hombre, lo creo a su imagen, a su parecido, y sopló en él su aliento de vida. Es decir que le dio espíritu, puso dentro del hombre su propia vida y naturaleza divina, le otorgo algo de su Ser Eterno. El solo tenía que vivir llevado por ese principio de vida que Dios le había concedido, basado en una relación con Dios armoniosa. Ser guiado voluntariamente por el poder de la vida sobrenatural de Dios mismo que moraba en su interior.

Dios puso a Adán y Eva en un ambiente ideal, un jardín paradisíaco, con un clima perfecto y rodeado de todo tipo de árboles frutales, plantas y animales sobre los que el hombre dominaba y que no les podían dañar.
El Señor le dio a Adán algún trabajo que hacer, seguramente para que no estuviera todo el día holgazaneando y aburrido. Y además le dio una sola orden para preservar su vida en las mismas condiciones y calidad en las que Dios se la había concedido, por siempre y para siempre. Disfrutando de todo lo que Dios le había dado, y teniendo una dichosa y perfecta relación con su creador.

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:15-17)

Entra en juego una nueva y destructiva ley como principio de vida por causa de la desobediencia.
Todos sabemos lo que ocurrió seguidamente, la tragedia a la que la raza humana fue abocada, por la desobediencia de Adán al solo y único mandamiento que Dios le había impuesto para su propio bien.

Pero entremos un poco mas profundo en las implicaciones y las consecuencias vitales que ocasionó esta desobediencia, pues en ello el hombre perdió algo muy esencial.

El incurrió en pecado, es decir transgredió una ley divina; bíblicamente pecado es:
Transgresión de una ley de Dios moral o espiritual, errar el blanco o no dar en la diana, y significa estar alienado de Dios o ir en diferente dirección a lo establecido por Él.

En el momento en que Adán pecó entro en un desorden, en un caos existencial. Trastocó he hizo una interrupción en los planes de Dios para él. Quedó como una estrella errante y fuera de su órbita, perdida y sin rumbo.
En su desobediencia el estaba renunciando a una vida de intima comunión con Dios, a la vida divina, a cambio de una existencia llena de normas y conceptos sobre el bien y el mal.
Con esta errada decisión le daba de lado a la libertad con la que Dios lo había dotado y renunciaba al principio de vida espiritual que el creador puso en su interior.
Así que nuestro padre Adán eligió vivir bajo otro principio de vida distinto que para el que fue destinado por Dios en su comienzo. Esta preferencia lo apartó de Dios, lo separó de su vida espiritual, fue como decirle a su Creador, que no lo necesitaba para vivir, que se bastaba por si mismo.
Progresivamente el fue perdiendo su percepción espiritual y adentrándose en una gran desorientación y despropósito.

Y como el tomó esta decisión de vivir en base al conocimiento del bien y del mal, que es lo que representa el árbol del cual Dios le había dicho que no comiera, esto anuló el espíritu en su ser, la forma de vida divina que Dios le había concedido originalmente.

Esta elección significaba vivir según su propia alma, conforme a sus deseos, propios pensamientos, y fuerza de voluntad, sin tener en consideración a Dios. Sin embargo no tardó mucho tiempo en darse cuenta de su gran error, así como del valor de todo lo que había rechazado y perdido.
Como Dios ama a sus criaturas, el les da una nueva oportunidad; así que Él les da mandamientos, leyes y estatutos, para que los guarden.
Pero un conocimiento de estas normas deja al descubierto la impotencia del ser humano para cumplirlas.
El hombre se hizo un esclavo del pecado, solo pensaba en el mal, se convirtió en siervo de la injusticia e incapaz de hacer lo bueno.
Todas las leyes eran buenas, perfectas, justas y santas, pero la criatura se había corrompido y depravado.
Sin embargo nunca el hombre está tan cerca de Dios que cuando conoce su voluntad y abraza sus leyes y sus mandamientos expresados en las escrituras, porque ellos muestran la perfección que Él exige para todo el mundo. Pero sucede que al intentarlo no logra cumplirlos, no puede conseguir obedecerlos.
Por causa del pecado la naturaleza humana se convirtió en inútil e incapaz de poder obedecer los mandamientos de Dios. Según las escrituras comenzó a operar en los hombres una ley contraria a los mandamientos y a la vida de Dios, llamada- la ley del pecado y de la muerte.
Esta ley del pecado es antagónica a todo lo bueno, puro y espiritualmente santo; inhabilita he imposibilita a todos los hombres para agradar a Dios.
Todo ser humano está afectado y siendo dominado por esta ley negativa y destructiva del pecado y de la muerte. La mente, las emociones, la voluntad y el cuerpo son gobernados y controlado por esta ley.

Ahora bien el deseo de Dios al principio no era que los hombres vivieran conforme a unas ordenanzas, aunque él se las hubiera mandado mas tarde.
Dios entregó sus leyes a los hombres para que descubrieran y entendieran por si mismos que no podrían obedecerlas. La ley de Dios nos fue dada para que el pecado se mostrara como tal, destructivo, mortal, opuesto a la vida de Dios.
La ley le fue dada a las criaturas para que reconocieran su pecado, y la debilidad humana se hiciese patente para ellos, y por consecuencia volverse al camino de origen, al camino de la vida.

Una descripción de la ley del Espíritu.
Se habla y escribe muy poco sobre este asunto, que a mi parecer es importantísimo tenerlo claro. Del conocimiento de esta ley del Espíritu depende el desarrollo y crecimiento espiritual de los creyentes. Esto es el centro y la clave de la fuerza y vitalidad de la vida cristiana. Intentaré con la ayuda de Dios explicarlo.

Dios desea que vivamos bajo la influencia de una ley poderosa, una ley que juega a nuestro favor. Ella nos da fuerzas y nos capacita para vivir agradando a Dios, es – La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Es la ley que gobierna por principio todo el reino de Dios, toda vida espiritual.
Este es el único poder para librar a los hombres de la ley destructiva del pecado y de la muerte, esa fuerza que entró a funcionar por la desobediencia de Adán.
Jesucristo mismo era regido por ella, por esta ley de vida del Espíritu. Su conducta, sus acciones, eran determinadas en base a una relación vital con el Padre. El estaba en el Padre y el Padre estaba en él. No hacia nada, no realizaba ninguna obra, no hablaba nada que el Padre no le hubiera indicado. El Señor dependía completa y totalmente de la vida del Padre que le era suministrada por el Espíritu Santo morando en él.
La ley del Espíritu de vida fue el poder que resucito a Jesucristo de entre los muertos alzándolo hasta la diestra del Padre. Este Espíritu no solo le proveyó a Jesús la gracia y la energía necesaria para obedecer y agradar a su Padre viviendo sin pecado, sino que lo hizo vencer a la muerte y salir de su encierro, anulando la eficacia de ella y ejerciendo control y dominio sobre la misma.
Es este Poder que resucitó a Cristo de la muerte el que nos ha sido otorgado, de modo que si mora en nosotros seremos vivificados por Él. Es el Espíritu Santo que habita en nuestro interior el que nos libra del poder del pecado y del poder de la muerte. Es este bendito Espíritu que en su comunión nos suministra la gracia y el poder para agradar y servir a Dios.
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Romanos 8:11)

El rey David fue un hombre en el cual operaba el Espíritu de Dios, el no solo conocía la ley expresada en mandamientos, sino el Espíritu de la ley. Es por eso que David fue considerado como un hombre conforme al corazón de Dios. El mismo, menciona que la ley de Dios era una delicia y en ella meditaba de día y de noche, y aconsejaba a todos ha hacer lo mismo para que descubrieran sus beneficios.

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.” (Salmos 1:1-3)

En este salmo se deja ver claramente que para el rey David la ley de Dios era mucho más que mandamientos u ordenanzas que había que cumplir. Para el, el centrarse en la palabra de Dios y meditar en ella, era comparable a un árbol plantado junto a un río. Ese río es una figura que representa al Espíritu Santo de Dios, o dicho de otro modo al Espíritu de vida en Cristo Jesús.

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.” (Juan 7:37-39)

El que está plantado junto al río del Espíritu llevará mucho fruto.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.(Galatas 5:22,23)

No existe ley que se pueda oponer, ni resistir o impedir el fruto poderoso que produce la vida del Espíritu de Dios. Esta vida poderosa que nos imparte el Espíritu Santo y en la cual estamos implantados nos libra y librará de todo pecado.

La ley del Espíritu es perfecta.
Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (Santiago 1:25)

La perfecta ley de la que se nos habla en este pasaje es la que produce libertad. Las antiguas leyes que Dios había dado a los hombres en forma de mandamientos, estatutos y ordenanzas, y que exigían su cumplimiento, no otorgaban el poder para obedecerlos. El pueblo de Dios tenía que hacer continuos sacrificios para expiar ante El sus pecados y desobediencias.

Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.” (Hebreos 7:18,19)

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” (Hebreos 10:1-4)

Ahora bien, dice la escritura que el Hijo de Dios vino para cumplir con toda la ley y para hacer toda la voluntad del Padre. También se ofreció así mismo como un sacrificio perfecto y aceptable a Dios para así hacernos perfectos.

Por lo cual, entrando en el mundo dice
Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Más me preparaste cuerpo.
Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.
Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:5-10)

porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo;” (Hebreos 10:14,15)

El Señor Jesús puso en marcha esta nueva ley de vida en el mundo, en él comenzó a operar y a manifestarse poderosamente viviendo una existencia física sin pecado, y desafiando aun todas las leyes naturales, haciendo milagros y señales a favor de los hombres. El vivió en la tierra una vida sobrenatural, vida sujeta al Espíritu de Dios, una vida plena de amor y de obediencia al Padre; una vida marcada por una relación cómplice, dependiente, voluntaria y amorosa con aquel que lo envió.
Esta misma vida es la que se nos ofrece y la que nos hará ser más que vencedores; es la vida de Dios, sobrenatural, poderosa, triunfante y liberadora.

Principios que hacen operar la ley del Espíritu

¿Pero cómo opera esta ley del Espíritu de Vida? ¿En que manera podemos permitir que este poder de vida espiritual se manifieste en nuestras propias vidas?

Vamos a examinar para ello el capitulo 8 de la carta de san Pablo a los romanos. Donde observaremos aquellos principios que harán que la ley del Espíritu de vida en Cristo sea eficaz en nosotros.

En primer lugar, esta ley se pone a funcionar por el principio que llamaré de adhesión a Cristo. No es posible que el Espíritu Santo obre aparte de Cristo o con independencia a Él.
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1)

Jesús en una obra conjunta con el Espíritu Santo ha traído la vida de Dios a nuestros corazones. Mediante su muerte sacrificial y su resurrección, él nos dio vida a nosotros que éramos muertos para Dios en nuestros pecados.
Por medio de la fe recibimos la adopción de hijos suyos. Hemos renacido en el espíritu por medio de la palabra de Dios que como una semilla ha sido implantada en nuestros corazones.
Gracias a la muerte de nuestro Señor fuimos librados de la condenación y de la maldición de la ley expresada en los mandamientos de Dios.
La sentencia que pendía sobre nosotros a causa de nuestros pecados y por nuestras culpas era algo que nos hundía mas y mas en nuestra miseria y que nos hacia esclavos de nuestra debilidad.
La carga de nuestras maldades nos inhabilitaba para que pudiéramos obedecer las leyes de Dios y hacer su voluntad.
Pero ahora estamos unidos a Cristo, hemos sido hecho un espíritu con él, estamos plantados en Jesús. Y esto permite que su savia, que su vida poderosa fluya a través de nosotros.

La sagrada escritura nos confirma la importancia de seguir este principio tal y como Jesús nos lo expresa en el evangelio de San Juan.

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:4,5)

Es un hecho que si hemos creído en Cristo y hemos nacido de nuevo, él habita por la fe en nuestros corazones, el está en nuestro interior. Solo debemos mantenernos en esa unión y dependencia. Estamos casados con el Señor, hemos sido ligados a él, mantengámonos conectados, en una rendición absoluta.

En segunda instancia, la ley del Espíritu de vida opera mediante el principio práctico de la oración.
Hablo de esa oración que nos lleva a una comunión intima y cada vez más profunda con Dios. La oración que se ha convertido para nosotros tan vital y necesaria como el aire que respiramos, o el agua que bebemos.
Es necesario que profundicemos en nuestra unión intima con Dios. De esta manera nuestro espíritu es fortalecido y el Señor crece más y más en nosotros, mientras que nuestra carne pierde fuerza y protagonismo.

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:26,27)

La oración es el medio por el cual somos guiados a una dependencia total del Señor. Es por la oración que vamos ha ganar las batallas contra nuestros adversarios, el mundo, la carne y el diablo.
La palabra de Dios nos alienta a orar continuamente, de forma ininterrumpida; de manera que en todo tiempo, en cualquier lugar y en toda circunstancia mantengamos nuestra relación con el Señor. Que en cualquier momento nos volvamos a el que mora en nuestro espíritu, en el lugar santo de nuestro ser.

Orad sin cesar” (1ªTesanolicenses 5:17)

Si vamos a experimentar el poder sobrenatural de la ley del Espíritu de vida, será cuando vivamos de manera continua en la presencia de Dios. Todo es posible que ocurra cuando la oración, la practica de la presencia de Dios, forme parte habitual de nuestra vida.

Terceramente, la ley del Espíritu se cumple mediante el principio de la dedicación o consagración.
Dicho de otra manera, cuando nos ocupamos de forma decidida en las cosas del Espíritu este se hace efectivo en nosotros.

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.”(Romanos 8:5,6)

Para que la ley del Espíritu de vida trabaje a nuestro favor es necesario estar de su lado, en consentido acuerdo.
¿Hemos decidido ya quien sea nuestro señor? ¿Departe de quien estamos? ¿Qué es lo que ocupa nuestra mente y qué es lo que mas deseamos?

La cosa es así de sencilla, que lo que ocupa nuestra mente y nuestros afectos es lo que nos controla. Donde tengamos nuestro tesoro allí estará nuestro corazón. De manera que si es Cristo lo mas valioso para nosotros, si es la vida espiritual lo mas importante, entonces el Espíritu de Dios hará funcionar su ley poderosa en nuestro interior.
El instrumento del Espíritu es la palabra de Dios, mediante ella lo que es de la carne es separado de lo que es del espíritu. El Espíritu Santo purifica nuestros corazones por la revelación de las escrituras, penetrando con ella hasta lo mas profundo de nuestro ser y sacando todo a la luz.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” (Hebreos 4.12, 13)

Es necesario que ocupemos nuestra mente en la meditación de las verdades de Dios, de la obra de Cristo, pidiéndole a Dios que nos revele aquello que aun no hemos comprendido, de modo que la palabra se encarne en nosotros. La revelación de la palabra por el Espíritu Santo nos traerá la liberación de la carne y del viejo hombre, así como la purificación de nuestros pecados.

Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:12,13)

En cuarto lugar, la ley del Espíritu la hacemos funcionar cuando andamos conforme al Espíritu. Es necesario que estemos pisando firme y confiadamente en el Espíritu, si queremos que obre sin obstáculos en nosotros. Así como los sacerdotes de Dios que hasta que no pusieron los pies sobre el agua en el río éstas no se apartaron.
Andar en el Espíritu significa caminar por fe, en completa dependencia y contando con su apoyo, sabiendo que el está ahí de nuestro lado.

para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:4)

Cuando andamos de acuerdo con el Espíritu, conforme a su sentir, en unión con él, a su paso, ni adelantándonos, ni tampoco quedándonos atrás, la justicia de la ley se cumple en nosotros.
Permitamos que el Santo Espíritu lleve las riendas de nuestras vidas, para que podamos comprobar en la experiencia diaria que es posible vivir para Dios y en victoria.

En quinto lugar, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús opera por el principio del padecimiento.

Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:17,18)

Esto no significa que Dios nos va a dar sus riquezas espirituales porque las merezcamos, ni por lo que hayamos sufrido. Pero si es cierto que por la presión, las pruebas, llevando la cruz que el Señor nos da, estaremos recorriendo el camino marcado por Jesús. Por medio del padecimiento seremos purificados y liberados de muchas ataduras carnales, deseos, aspiraciones y pensamientos que no son de Dios.
El Señor le hablo a sus discípulos de que habrían de beber la copa de sufrimiento que el bebería y de ser bautizado con el mismo bautismo que él. Y así será con todos aquellos que en verdad quieran seguir al Señor y vivir en el Espíritu.
El poder del Espíritu Santo se manifestará cuando aceptemos de parte de Dios todo lo que él permita; cuando por medio de la cruz estemos muriendo en nuestro ego, a nuestras maneras, a nuestros intereses, y a nuestro amor propio.
Como señala la palabra de Dios en otro lugar, esto son solo leves tribulaciones, cosas que debemos padecer por un corto espacio de tiempo, pero lo necesario para que seamos quebrantados de manera que la fragancia del Espíritu pueda ser liberada.
La gloria de Dios se manifestará al fin en aquellos que padecen por Cristo, en aquellos que no menosprecien lo que Dios está haciendo con ellos, y que no le atribuyen a Dios despropósito alguno.
Algunos creyentes tienen que ser duramente golpeados por experiencias dolorosas, pasar por situaciones por donde otros quizás no lo harán, y es que Dios trata a cada uno de sus hijos conforme a lo que necesita, de manera que todo estorbo sea quitado, toda dureza sea suavizada, y todo lo que no es de Dios sea destruido.
Si sacamos el provecho del sufrimiento que Dios permite que tengamos, si lo aceptamos como viniendo de él, seremos transformados y llevados de gloria en gloria a la imagen del Señor.

Pedro Jurado

viernes, 3 de agosto de 2012

SEPARADOS DE CRISTO NO HACEMOS NADA


GÁLATAS 5:4 RVR60
"De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído."
SAN JUAN 15:5 RVR60-ES
"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer."

Una de las maneras más sutiles que emplea satanás para engañarnos y separarnos de Cristo es la religiosidad y el legalismo. Es todo aquello que realizamos por exigencia, consciente o inconscientemente para sentirnos aceptados delante de Dios y de los hombres.
Tenemos muy profundamente grabada la idea y la creencia de que hay que cumplir con ciertas normas si queremos pertenecer al círculo de los escogidos o favoritos de Dios.
Ésto es lo que se enseña desde los púlpitos evangélicos, protestantes y católicos romanos. Tienes que hacer ésto y tienes que hacer lo otro, no hagas, no hables, no toques, guarda la ley.
¿Soy un anarquista o un anti ley? sí y no; me explico.
Si observar una ley y pretender cumplirla me separa y corta mi relación vital con Jesucristo, entonces soy un rebelde. Pero no obstante no soy sin ley puesto que estoy bajo la ley de Cristo que es "la ley del Espíritu de vida en en Cristo Jesús"
ROMANOS 8:2 RVR60
"Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte." 
Evidentemente las leyes que Dios mandó ha su pueblo eran muchas y muy variadas. Leyes rituales para el culto, leyes sociales, normas de higiene etc.
Sólo hay dos mandamientos que siguen vigentes y son vitales en su cumplimiento.
Amar a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo.
SAN MATEO 22:37-40 RVR60
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas."

ROMANOS 13:10 RVR60
"El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor."

ROMANOS 10:4 RVR60
"porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree."

GÁLATAS 5:6 RVR60-ES
"porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor."

Ahora bien, aquí estamos planteando algo vital, y es que en el momento en que procuramos nuestra salvación, justificación o nuestra liberación, o nuestra santificación por cumplir una norma o ley del antiguo pacto o vivir la vida cristiana por nuestro propio esfuerzo, nos estamos separando de Cristo. Es decir que la vida de Cristo deja de fluir en nosotros, nos separamos de él y caemos de la gracia.
No es que nosotros queramos apartarnos o que no sepamos que necesitamos de la gracia de Dios, pero por ignorancia nos alejamos de la provisión que Dios ha concedido.
Aquí no hay un término medio, o estamos bajo la ley o estamos bajo la gracia, una cosa descarta la otra.
Un ejemplo tomado de nuestros aparatos móviles puede servirnos para entender esto mejor.
Nuestros móviles o tables suelen tener dos opciones de conexión a internet, por wifi o por 3G. Podemos elegir porqué medio estar conectados. Pero el medio que elijamos descartará al otro de forma automática. Si usted ha ocupado su linea en uno, el otro queda anulado, inutilizado. 
En la vida cristiana sucede un tanto de lo mismo, operamos y funcionamos en el espiritu o de otra manera estamos actuando en la carne, es decir por nuestro medio y fuerza.

GÁLATAS 3:10-12 RVR60
"Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas."

La ley no es de fe dice el apóstol Pablo; ¿y eso que quiere decir? Pues que de ella sólo podemos esperar maldición, juicio y condenación. La ley señala nuestros pecados. La ley es justa, es buena, es palabra de Dios, es perfecta, pero nosotros somos pecadores, transgresores incapaces de obedecerla.
"El justo por la fe vivirá" Evidentemente el justo es el que ha sido declarado justo por Dios por medio de Jesucristo. Así que como declara la escritura: "Puestos los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe"
Pero esa fe no sirve sólo para llevarnos al cielo sino para que vivamos por ella aquí y ahora. Fuimos salvos por fe y vivimos la vida que Dios tiene para nosotros por fe.

ROMANOS 10:5-8 RVR60
Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos:

Comparar con (Dut 30:11-14)