lunes, 29 de febrero de 2016

¿DIVORCIO POR CUALQUIER CAUSA?

"Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,  y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?  Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?  Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera."
S. Mateo 19:3-9 RVR1960

Este escrito es solo una breve reflexión personal sobre el matrimonio basada en el pasaje citado, no pretende abarcar todos los temas involucrados, aspectos y problemáticas del mismo. Mi perspectiva es básicamente espiritual y desde el punto de vista de los valores y vida cristiana. Estoy convencido de que si en el matrimonio y la familia se pusiesen de relieve los principios cristanos muchos verían superar con amplitud sus adversidades.

La contestación del Señor fue muy clara y contundente, primeramente remarcó la diferencia entre hombre y mujer y luego los comparó a ambos en el matrimonio como a una sola carne o unidad corporal; para después establecer que lo que Dios ha hecho no lo puede deshacer el hombre.

Jesús responde estableciendo un hecho y relación que existen desde el principio de la creación. Dios mismo instituyó el matrimonio y unió al hombre y a la mujer tan íntima y profundamente que forman una sola carne o persona. En base a lo establecido, el Señor deja claro que no está permitido divorciarse y mucho menos por cualquier causa.

Nadie que sufre de una molestia en un brazo, pierna, o cualquier otro órgano se lo arranca y lo tira; es su propia carne y cuerpo, por tanto lo cuida y lo mima hasta que se recupere y funcione con normalidad.


"Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre."


Sin embargo el Señor responde a sus interlocutores, que eran muy celosos en guadar la ley, que Moisés consintió que rechazaran a sus esposas por la dureza de sus corazones. Moisés les permitió que despidieran a sus mujeres, pero no les mandó que lo hiciesen, por lo que no era la voluntad perfecta de Dios que ellos se divorciaran. Ellos rompían el pacto matrimonial por su incapacidad de amar.

Me inclino a pensar que al no estar dispuestos a cambiar en absoluto sus actitudes y maneras insensibles, duras y machistas, Moisés les permitió repudiar a sus mujeres; éstas quedaban así libres de tales borricos, probablemente para que no fuesen maltratadas durante toda la vida. No obstante a las mujeres el repudio les planteaba un gran problema social y un rechazo en los círculos religiosos. Desde luego era una injusticia que sufrían por causa de la desigualdad de género, como muchas otras discriminaciones que padecían por el hecho de ser mujer.

"Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres" El corazón duro que no conoce a Dios y que no ha sido regenerado es incapaz de amar a su prójimo como así mismo.

El matrimonio es una institución establecida por Dios para el bien del hombre y la mujer, para que mutuamente se ayuden y avancen hacia la madurez moral y espiritual, así como para que procreen sobre la tierra. El matrimonio fue instituido por Dios para bendición del hombre, la mujer, los hijos y la sociedad.

Según Jesús, la principal causa de ruptura o división en el matrimonio es la dureza del corazón tanto del hombre como de la mujer.

El matrimonio debe cumplir la función por la que fue instituido, por tanto es necesario que entendamos su importancia y finalidad. Considerado basicamente en su función relacional, la unión matrimonial no da derecho a ninguno de los cónyuges a maltratar, vejar, violentar, suprimir y abusar de su pareja. Si en el matrimonio no se cumple con la función positiva de ser de ayuda, de edificación integral y de colaboración respetuosa, este pierde su razón de ser.

Tomando como referencia la institución del sábado como día de reposo, entiendo que lo que Jesús dijo acerca del día sabado, que "el hombre no fue hecho por causa del día de reposo, sino el día de reposo por causa del hombre" es perfectamente aplicable al matrimonio. Los religiosos judíos habían sacralizado el día de reposo hasta tal punto, que más que un día de descanso se había convertido en una carga injusta e insoportable de cumplir. Lo llevaron a una práctica totalmente legalista, contra todo derecho y necesidad humanamente legítima.

El matrimonio no puede convertirse en la escusa para el sufrimiento perpetuo e insoportable de los cónyuges y los hijos, simplemente porque lo hemos sacralizado. La salud e integridad física, moral y espiritual del hombre y de la mujer son más importantes que cualquier institución establecida, aunque esta sea el propio matrimonio.

El hombre en su inclinación natural religiosa es legalista y lleva la ley y los mandamientos de Dios más allá del propósito y finalidad para las que fueron dados; no deberíamos pretender ser más justos y santos que Dios. El Señor es misericordioso y compasivo, y su respuesta y ayuda son más amplias que una aplicación simplista, literal y descontextualizada de sus mandamientos y leyes.

Personalmente no creo que el divorcio sea la voluntad de Dios, ni mucho menos que deba realizarse por cualquier causa y excusa, excepto por razones de peso como adulterio, fornicación, vejación, maltrato de uno de los conyuges o a los hijos sea físico o psicológico,  abusos, drogadicción e irresponsabilidad en el cuidado familiar, abandono del hogar e incumplimiento de los deberes conyugales y paternales. También creo y estoy convencido de que hay que luchar hasta donde sea posible por la restauración del matrimonio y la familia, si es necesario procurando ayuda exterior en asesoramiento, tanto moral como espiritual.

Amar al prójimo (próximo) como a uno mismo, hay que practicarlo en el matrimonio y ámbito familiar hasta las últimas consecuencias. Los más próximos a nosotros son nuestro cónyuge y nuestros hijos.

El mal caracter, las malas actitudes, los insultos, la ira, los celos, las infidelidades, la inmoralidad sexual, la mentira, la manipulación del prójimo y todo cuanto destruye el matrimonio y a la familia surge según la palabra de Dios de un corazón duro, es decir, de la naturaleza pecadora del hombre.

La vida cristiana y nuestras creencias deben transformar nuestros matrimonios de tal manera que sean un testimonio a nuestra propia familia, al mundo, y una honra para Dios.

Ef.4.22-24.RVR1960 "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad."

El hombre y la mujer cristianos, si en verdad lo son y han entendido bien la vida cristiana, ellos han crucificado la carne con sus pasiones y deseos desordenados. El corazón duro ha sido quitado de ellos y renovado por un nuevo corazón "y quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne"

"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne."
Ezequiel 36:26 RVR1960

Cada individuo es responsable de sus propios actos y reacciones, y no es aceptable ni congruente culpar a nuestro cónyuge, familiares u a otros por nuestras propias injusticias y maldades. Toda persona tiene derecho a ser tratada dignamente y con respeto, y es lícito y de todo derecho defender nuestra integridad física,  moral y espiritual frente a todo atropello.

Ahora bien en el matrimonio todo problema es cosa de dos personas que juntas forman un vínculo de unión vital. A un hombre y una mujer que unen sus vidas en matrimonio les llevará toda su existencia en conocerse, comprenderse y aceptarse en todas sus diferentes facetas. Se hace necesario por tanto un gran esfuerzo y dedicación al cultivo de esa relación.

Ya no podemos vivir como si estuviéramos solteros-as, lo cual no significa que no podamos disfrutar de un espacio propio e íntimo como individuos.

El incumplimiendo por parte de uno de los cónyuges de los deberes y responsabilidades matrimoniales puede llevar al matrimonio a graves problemas y forzar al otro a romper el vínculo de unión. El hombre y la mujer casados tienen necesidades legítimas, que deben ser cubiertas dentro del ámbito del matrimonio y esto muchas veces con un amor entregado y sacrificado.

1Co.7.3-5.RVR1960
"El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia."

Entiendo que los conflictos en el matrimonio y la convivencia familiar son una oportunidad que Dios nos da para que nos superemos a nosotros mismos y maduremos como individuos; la familia es una de las escuelas más avanzadas y provechosas de discipulado cristiano. Siempre necesitamos  reconocer nuestra propia debilidad y echar mano de los recursos de la gracia de Dios que son más que suficientes para hacer que salgamos victoriosos.