jueves, 9 de abril de 2015

CONGREGACIONES A LA CARTA

Denominaciones religiosas y congregaciones hay muchas, Iglesia sólo hay una.

La oferta de grupos para satisfacer las necesidades de personas con inquietudes religiosas es numeroso y variado. Cada uno tiene su idiosincrasia, y eso es positivo y útil para alcanzar a un mundo diverso.

De lo que sí hay que huir son de las prácticas sectarias destructivas, de la manipulación y de todo cuanto coarta la libertad del hombre, viola la dignidad y la integridad de las personas.

En los grupos de carácter sectario se ofrece seguir una serie de normas, reglas y ceremonias tradicionales y legalistas. Cada congregación tiene su propio listado de prohibiciones, obligaciones, costumbres, fórmulas, ritos y creencias a seguir.

La vara de medir la fe, y de valorar la conducta y la vida de las personas varía muy poco unos de otros. Pero cada grupo se considera exclusivo, diferente, y en numerosos casos superior a los demás.

Todos recurren a la Biblia como fuente de autoridad, pero no obstante, la lectura e interpretación que se hace de ella es muy particular y conforme a los intereses propios de sus  líderes.

Tristemente, muchos de estos líderes han hecho de sus congregaciones su propio reino, y ellos gobiernan y se enseñorean sobre la gente como si fuesen sus amos. Son los señores, mandan, hacen y deshacen a su antojo lo que quieren, y no hay quien se les resista ni lleve la contraria.

En la Iglesia de Dios, Jesucristo es rey y Señor; Él es la cabeza, y la Iglesia con todos sus miembros es su cuerpo. No hay uno mayor que otro, y los que así se consideran son servidores de todos los demás.

En la Iglesia de Cristo reina la gracia de Dios, el amor los unos por los otros, se vive en libertad y hay perdón y aceptación. Por lo menos ese es el espíritu al que deben aspirar los hijos de Dios, amarnos, respetarnos, aceptarnos y perdonarnos como Dios hizo con nosotros. Y por supuesto no imponernos unos a otros cargas que el Señor no ha ordenado en su Evangelio.

Gálatas 5:1 RVR1960
"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud."

Muchos cristianos están tan institucionalizados en sus denominaciones, que no saben vivir en libertad fuera de los muros de sus congregaciones, ni son capaces de asociarse y tener comunión con creyentes fuera de su entorno. No pueden hacer nada sin pedir permiso a sus respectivos líderes.

Son como esos presos que llevan toda su vida entre los barrotes de la cárcel y que cuando les sueltan están perdidos, esto si es que llegan a salir aguna vez de entre los muros que por tanto tiempo han estado aislados y bajo el control al que han estado expuestos.

La Iglesia es una realidad espiritual, las denominaciones son por lo general una idealización y a veces una caricatura de la Iglesia. No me entiendan mal, creo que la iglesia de Cristo está dentro de las diferentes denominaciones, e instituciones eclesiales, pero también fuera de ellas.

La realidad espiritual de la Iglesia hace evidente la carnalidad y debilidad de sus miembros. La inmadurez espiritual no quita legitimidad a la Iglesia. Estamos en un proceso de maduración y perfeccionamiento hasta llegar a ser una novia sin arrugas y sin manchas.

El pecado, la inmadurez, y la religiosidad carnal han de ser corregidos con amor, y dando lugar a la obra del Espíritu en los creyentes.

Los creyentes no van a madurar y crecer espiritualmente por medio de la imposición de normas eclesiales y legalismo religioso. Sino más bien en un ambiente de amor, libertad y aceptación. Y todo esto es sólo por obra de la gracia de Dios y el reconocimiento de su soberanía y señorío sobre todos los creyentes.