sábado, 30 de julio de 2016

EL CRECIMIENTO LO DA DIOS

Pensando en las expectativas que muchos creyentes tienen en sus líderes, llámense pastores, maestros, profetas o apóstoles, no dejo de pensar en lo frustrados que acabarán cuando no obtengan lo que esperaban.

Hay creyentes que se pasan la vida buscando el liderazgo más ungido o la Iglesia más avivada bajo los que poder estar.

El apóstol Pablo exhortó a los creyentes de Corinto para que ellos no fueran partidiarios de ningún obrero del Señor. En sus palabras deja claro el apóstol lo que es verdaderamente importante respecto a la obra y crecimiento en la vida espiritual.

"Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?  ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento."
1 Corintios 3:4‭-‬7 RVR1960

Los partidismos son el reflejo de una gran inmadurez espiritual; los que exaltan a los hombres y los idolatran son creyentes carnales. Los creyentes no necesitan tener ningún intermediario entre Dios y ellos para alcanzar una vida espiritual abundante y victoriosa. Es Dios mismo mediante la obra de su gracia en Jesucristo quien hace que los creyentes crezcan y alcancen toda su plenitud.

Es penoso ver a los cristianos corriendo detrás de lideres religiosos "exitosos" o buscando al "apóstol" de turno como si ellos fueran a darle lo que tanto necesitan y anhelan.

Son muchos los cristianos evangelicos que hoy día se dejan arrastrar por las modas religiosas, los parlanchines de turno, los seudo-profetas y seudo-apóstoles. Si reflexionasen un poquito y profundizasen en su propia vida espiritual se darían cuenta que lo único que están recibiendo de esas estrellas errantes es nada. Mejor dicho les están quitando todo, la libertad en Cristo, la oportunidad de crecer espiritualmente, les manipulan la conciencia, y les vacían sus bolsillos.

Creo en los ministerios que Dios ha dado a la iglesia para que los creyentes sean orientados hacia la madurez espiritual. Esos obreros, si de verdad son del Señor, lo van a orientar a usted hacia Cristo y su obra, no hacia sus propias personas y exitos aparentes. Los ministros de Dios capacitados están experimentados en la gracia, y su magisterio es en la gracia y dependencia absoluta de Dios. Le enseñarán a usted a depender de Dios y de su soberanía absoluta, le guiarán hacia la comprensión de la obra en la cruz y la profundización en su relación con el Señor. Ellos no le marcarán a fuego con su sello personal como si usted fuese una cabeza de su rebaño.

Quiero terminar esta reflexión haciendo una recomendación a los buscadores e inconformista, a los que desean lo mejor de Dios, a los que tienen hambre y sed espiritual. Si usted es creyente, nacido de nuevo, deje de buscar fuera en los hombres o en las iglesias lo que Dios le ha dado por su gracia. Dentro de usted, en su espíritu alma y cuerpo se encuentran todos los recursos y provisión de Dios para su vida. Tenemos este tesoro de la vida y abundancia de Dios que es Cristo en nuestro interior. Dediquese a descubrir lo que Dios le ha dado y acéptelo por fe, ore y medite en la verdad y realidad de lo que Dios ha hecho ya por usted. Deseche la ansiedad espiritual y apoyese completa y totalmente en la obra de la gracia por medio de Jesús.

Le recomiendo, desde luego, que se reuna con otros creyentes ya sea en un grupo pequeño o una congregación grande, pero no pierda nunca la perspectiva de lo que es verdaderamente importante, una relación profunda, individual e intransferible e insustituible con Dios.


lunes, 11 de julio de 2016

LA BUENA PARTE

Con relación al suceso ocurrido en casa de Marta y María, referente a la corrección que el Señor hace a una y la aprobación a otra. Creo que la intención de Jesús al reprobar a Marta iba más allá de hacerle un reproche por la ocupación y servicio en la que estaba envuelta, y con relación a María, el Señor establecía un principio de valor y orden espiritual.

El problema se presenta en que Marta estaba preocupada y atareada con muchos quehaceres. El Señor le hace ver que está afanada y turbada. No le reprocha lo que ella hacía, sino con qué actitud y disposición lo realizaba. Lo que hizo saltar la alarma era la tensión y ambiente que se creó en la casa, digamos que provocado por el nerviosismo de Marta, no por lo que ella hacía.

Sería un error interpretar que Jesús estaba haciendo una separación y contraposición entre una actividad espiritual y una secular o natural.

Es fácil caer en una interpretación religiosa en la que cargamos a los creyentes retándoles con la exigencia de que tienen que sacrificar o abandonar algo para gozar de la presencia de Dios en una comunión profunda con Él.

Si somos creyentes nacidos de nuevo, y nos hemos identificado con la Cruz de Cristo, nuestra prioridad es agradar a Dios porque le amamos. Nuestro avance y crecimiento espiritual está cien por ciento fundamentado en la obra de la gracia. Si somos guiados por el Espíritu estaremos en comunión ininterrumpida con el Señor y no viviremos bajo leyes y normas en la que nuestra carne se pueda vanagloriar.

Creo que lo que el Señor estaba estableciendo no era una prioridad de actividad sino más bien de principio de vida y de actitud. Lo más importante y prioritario en la vida de todo creyente debe ser su comunión con Dios. Pero no una relación con Dios que le aparte de la realidad del mundo y de las necesidades que tenemos nosotros y los que nos rodean.

Marta se indignó un poquito con María considerando que la situación era injusta porque su hermana no le ayudaba a servir. Los que son muy activos en el trabajo y servicio a Dios suelen criticar a los que no les apoyan y no son como ellos.

Abogo por los tiempos de soledad y los apartamientos y retiros para buscar a Dios, que pueden ser de mucha bendición y edificación. Sin embargo creo que los creyentes debemos aprender a estar en comunión constante con Dios y a estar en su presencia en medio de cualquier tarea que estemos realizando.

Ya sea que estemos cocinando, cuidando niños, haciendo las tareas de la casa, trabajando en la oficina, pintando, practicando deporte o realizando cualquier otra actividad podemos estar en comunión con Dios y con el corazón abierto para escuchar su voz.

Necesitamos ver y entender la vida como un todo, donde Dios está presente y es el eje central . Todos los creyentes tenemos la necesidad de aprender a orar sin cesar.

De modo que lo que entiendo y me parece que es conforme al espíritu y enseñanza de toda la escritura es, que servicio sí, trabajo sí, y cualquier otra tarea u ocupación honrrada sí, pero sin afanes, sin ansiedad o turbación alguna, sino con tranquilidad y fe, descansando en la gracia de Dios y disfrutando de la comunión con Él.

Reconozco la importancia de pasar tiempos a solas con Dios. Los creyentes no deberían privarse de estar a diario algún momento en oración, apartado de todo ruido y de toda otra actividad. La oración en  silencio, la meditación y la contemplación espiritual son muy necesarias para el espíritu y el alma de los creyentes.

Pero creo también que necesitamos aprender a vivir en la consciencia de la presencia de Dios en todo tiempo, circunstacia y actividad de nuestras vidas. Saber que Dios mora en nuestros corazones, que en Él vivimos, en Él nos movemos y en Él somos, y que nuestra comunión con Él no tiene por que interrumpirse.

No tenemos que perdernos la buena parte. El Señor nos promete que nunca nos será quitada ésta comunión íntima y profunda con Él; sin embargo, aun falta que muchos creyentes entren en esa dimensión de conunión con el Señor.

La oración no debe convertirse en algo que simplemente tenemos que hacer para cubrir nuestro expediente de cristiano o como si se tratase de un ejercicio religioso, obligación, o deber semejante a muchos otros que realizamos. La verdadera oración fluye de una relación de amor con el Señor, de nuestro afecto por Él y la apreciación y gratitud de todo cuánto es Él y cuánto ha hecho por nosotros.

La oración no es sólo apartarse de vez en cuando y encerrarse en una habitación, sino estar en comunión con Dios en todo momento y depender de él a todas horas.

Orar sin cesar debería ser el objetivo de todo cristiano; se empieza poniéndonos de rodilla en soledad, pero no es posible mantenerse en oración y comunión con Dios si no somos conscientes de su presencia continua en nuestro interior. Necesitamos aprender a encontrarnos con Dios en el santuario de nuestro ser, en lo profundo y secreto de nuestro corazón, en el espíritu.