martes, 24 de noviembre de 2015

UN AMOR SANO Y VERDADERO

Rom.13.9-10.RVR1960
"Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor."

Al prójimo se le puede hacer mal y dañar de muy diversas maneras, y muchas de ellas pueden estar disfrazadas de un falso amor, algo por lo que no debemos dejarnos arrastrar.

Los padres que no corrigen a sus hijos, sino les dejan salirse con la suya y consienten en todos los caprichos que ellos exigen, no les están amando. De la misma manera, conceder a los demás, caprichos egoistas, demandas injustas, y satisfacer sus expectativas inmorales y corruptas no es amarles. De modo que no nos engañemos a nosotros mismos ni nos dejemos engañar por nuestro prójimo.

Hay muchas personas que son manipuladoras, emocionalmente desequilibradas y que esperan de los demás cosas que no deberían; exigen y demandan a otros comportamientos inmorales e injustos. Juzgan a todos aquellos que de una forma u otra no satisfacen las expectativas que albergan en sus corazones, e interpretan que no les están amando.

Lógicamente los que adulteran siendo infieles a sus esposas o maridos no lo hacen por amor, ni el que mata a su prójimo lo hace porque le ama, ni los que hurtan o dan falso testimonio es porque aman y desean el bien de los demás. "El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor."

El creyente no debe sentirse mal en su conciencia por resistirse a ser manipulado por personas egoístas, acaparadoras y desequilibradas emocional y mentalmente.

Querido hermano creyente, le podrán acusar y de hecho lo harán, de hipócrita, de incoherente, de que no tiene amor, de que no es un buen cristiano y de que se contradice así mismo. Entienda que todo eso no son más que excusas por parte de aquellos que simplemente no han conseguido de usted lo que egoistamente pretendían.

"Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo."
S. Mateo 5:11 RVR1960

Como creyentes debemos conocer el corazón de los hombres y entender que está lleno de todo engaño, de toda malicia y corrupción. No digo esto para que nos convirtamos en jueces de los demás, sino para que no nos sometamos voluntariamente a la injusticia.

Una persona que está sana en sus emociones, en su mente y en su espíritu se ama así misma; por tanto será capaz de amar a otros incondicionalmente. Los que no se aman así mismos pueden ser personas muy destructivas con ellos mismos y con los demás.

Debemos explicar por necesidad que amarse de manera correcta a uno mismo no significa darse todos los caprichos, procurar ser el centro de atención, ser egoístas, inmoral, y conseguir lo que queremos aún pasando por encima de los demás. Uno se ama a sí mismo cuando se cuida en cuerpo, alma y espíritu.  Se cuida en lo que piensa, en lo que siente y en lo que hace, apartandose de lo que es malo, inmoral, injusto y pecaminoso.

Los que se aman así mismos, ante todo cuidan su vida espiritual y su relacion con el Señor. Amar al prójimo como a uno mismo es amar a través del amor de Dios y su gobierno o reinado en nuestras vidas. Las personas que aman a su prójimo como así mismo viven bajo el Señorío de Jesucristo.

Aquellos que aman a Dios y a su prójimo están cumpliendo por completo con la ley del Señor; sin embargo los que son muy celosos de guardar las leyes y mandamientos se vuelven religiosos legalistas e implacables con su prójimo. Como bien dice el apóstol, la ley es buena si se usa legítimamente. El amor debe ir por delante de las leyes y mandamientos como los caballos van delante de una carreta, y no al contrario.

Las leyes de Dios son como la luz  que nos sirve de orientación en el camino para que no nos desviemos y caigamos por el precipicio de la incongruencia y la contradicción.

lunes, 16 de noviembre de 2015

DEPENDIENTES DE LA JUSTICIA DE DIOS

Rom.10:3-4.RVR1960
"Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree."

El dicionario de la RAE tiene para la palabra "ignorar" dos acepciones, que son ambas perfectamente aplicables al pasaje de Romanos que encabeza este escrito.

ignorar.
(Del lat. ignorāre).
1. tr. No saber algo, o no tener noticia de ello.
2. tr. No hacer caso de algo o de alguien.

Este texto no solo es aplicable al pueblo judío,  sino también a gentiles y a cualquier persona religiosa que mediante las reglas, normas, leyes y prácticas que profesa sustituye la justicia que es de Dios. Pretender alcanzar la salvación en Dios, sus bendiciones y promesas a través de meritos y obras propias, es ignorar por completo la justicia de Dios.

No conocer lo que Dios ha hecho por medio de su Hijo Jesucristo para nuestra salvación es ignorar entre otras cosas, que por su gracia la justicia del Señor nos es imputada. Los que no han oído el evangelio no saben, y los que no saben no pueden creer y ser salvos. Los creyentes que conocen algo del evangelio, pero no lo suficiente como para saber que no es por ellos mismos, sino por la gracia, que podrán alcanzar no solo el perdón de sus pecados, sino la santificación y madurez espiritual, una completa liberacion y todas las bendiciones del Señor, aún necesitan conocer la verdad completa y sujetarse a la justicia de Dios.

En la justicia de Dios están involucrados su santidad, su gracia, su amor, su paciencia, su perdón, su juicio, su poder y su autoridad. Los atributos y virtudes mencionados se nos aplican y vienen a formar parte de nuestra experiencia cuando nos sujetamos a la justicia de Dios mediante la fe en Jesucristo.

Siempre ha existido en los hombres una inclinación natural y religiosa a establecer su propia justicia hacia él mismo y los demás; pero no una justicia aplicada por amor, incondicional y compasiva. Sino más bien una justicia legalista, egoista y jactanciosa, que establece sus propias normas y condiciones a Dios y a todos los demás seres humanos.

Por naturaleza siempre tendemos a compararnos unos con otros y competir, considerandonos mejores y más merecedores que todos los demás a recibir de la vida e incluso de Dios todo lo mejor. Ignoramos que nuestra condición de pecadores nos ha descalificado por completo, y solo merecemos la muerte y la condenación eterna.

Ignoramos que las únicas condiciones validas para ser merecedores de todo lo bueno son las establecidas por Dios mismo, y que todo ello se fundamenta en su justicia, amor y gracia.

La justicia de Dios se resume y personifica en Jesucristo, en él habita toda la plenitud de Dios. Las escrituras declaran lo que Cristo es para todo aquel que cree.

1Co.1:30-31.RVR1960
"Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor."

El versículo cuatro de Romanos termina diciendo: "porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree." Esta frase puede entenderse de varias maneras que nos ayudarán a saber donde queda ubicada la ley para los que creen en Jesucristo.

En primer lugar Cristo es el fin de la ley, porque Él la ha llevado a su completo cumplimiento. En segundo lugar, porque la misma ley ha sido superada en perfección por la vida de Jesucristo mediante el cuál ha llegado a nosotros la gracia y la verdad. Una vez que los creyentes han sido justificados y santificados en Jesucristo ya la ley no tiene ninguna utilidad para ellos, pues ahora están bajo la ley del Espíritu que les libra del pecado. Finalmente Cristo es el fin de la ley en el sentido de que la ha anulado y abolido sustituyendola por el nuevo pacto en su sangre mediante su muerte y resurrección.

Flp 3:9.RVR1960 "y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;"

Me gustaría hacer una última reflexión sobre este tema de la justicia de Dios.

"porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios."
Santiago 1:20 RVR1960

Ninguna guerra es Santa ni justa, y ni mucho menos aprobada por Dios.

La contienda, la venganza y las guerras provienen del corazón de los hombres que no conocen el amor de Dios.

La justicia de Dios no se revela en las disputas, sino en el amor, la compasión y la gracia.

Veamos en unos pasajes de las escrituras de donde provienen las guerras y contiendas.

"¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?"
Santiago 4:1 RVR1960

"Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa."
Santiago 3:14-16 RVR1960

Las pasiones desordenadas, los celos amargos, la envidia, la contención, la violencia, el homicidio y las guerras, es del corazón pecaminoso de los hombres de donde proviene, y es de caracter diabólico.

sábado, 14 de noviembre de 2015

LA GRACIA QUE NOS HA SIDO DADA

Rom.12:3, 6a RVR1960
"Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno..........De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;"

Me pregunto ¿Hasta qué punto somos conocedores de la gracia que nos ha sido concedida por Dios?  Y ¿Hasta dónde estamos permitiendo que esa misma gracia se exprese libremente a través nuestro?

La gracia de Dios ha sido derramada generosamente sobre todo el mundo, y muy especialmente sobre todos aquellos que han creído en la persona de Jesús. Los que participan de una fe sana deben saber, que todo cuanto tienen, todo cuanto hacen y todo cuanto recibirán es por gracia.

El apóstol a los gentiles tenía muy claro, que la gracia era el fundamento de toda obra de Dios por él y a través de él, y que todas sus capacidades, sus dones y experiencias en Dios eran por esa misma gracia.

Una sana identidad, y una espiritualidad y mentalidad cuerda dependen de un buen entendimiento del alcance de la gracia de Dios.

Pablo comienza este pasaje asentando las bases de su propia experiencia en Dios respecto a su ministerio y todo cuanto ha recibido.

Él declara que ha recibido el apostolado por gracia no por méritos propios. Aún más, todo cuanto él era y lo que hacía era por el obrar de la gracia de Dios.

"Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo."
1 Corintios 15:10 RVR1960

A continuación Pablo exhorta a los creyentes a tener una actitud y forma de pensar correcta acerca de sí mismos. Es decir siendo conscientes de que todo lo que tienen lo han recibido de Dios por gracia y que es la fe lo que determinará el desarrollo y experiencia de lo que son y lo que han recibido.

Se podría decir que la fe en la gracia de Dios, que es reconocer y estar seguros de todo aquello que nos ha sido provisto por Él reafirma nuestra identidad y determina nuestra función en la vida.

Pablo alude a dos aspectos que debemos tener en cuenta para que seamos equilibrados, a la cordura y a la fe.

Según nuestro diccionario de la RAE hay dos acepciones para el término cordura:

cordura.

(De cuerdo).

1. f. Prudencia, buen seso, juicio.
hacer ~.
1. loc. verb. ant. Hacer reflexión.

La fe no nos hace perder el buen seso, ni el sentido común o buen juicio. Sin embargo la presunción, la vanidad y el orgullo que nos hace tener expectativas irreales hará que los castillos que hemos construido en nuestra imaginación se vengan abajo al toparnos con la realidad.

La cordura nos hace reflexionar, y ser críticos en el buen sentido de la palabra.