jueves, 29 de enero de 2015

MUERTOS A TODA RELIGIOSIDAD

Colosenses 2:20-23 RVR1960
"Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne."

Los que han muerto en Cristo y han resucitado a una vida nueva viven bajo principios totalmente diferentes a los del mundo.

Existe una gran diferencia entre la religiosidad natural, es decir, la nacida del propio hombre, y la vida espiritual nacida de Dios. Los que viven una religión o cristianismo natural se fundamentan básicamente en ritos y formas exteriores, siguen formulas y dogmas que deben cumplir por sí mismos. Las tradiciones, y la sabiduría nacida del propio corazón de los hombres son su credo.

Los rudimentos del mundo lo constituyen toda una serie de doctrinas, fábulas,  educación, cultura, valores y tradiciones heredadas que conforman la vida de todo ser humano. Tienen cierto sentido para el mundo, pero ningún valor para la vida espiritual. Como declaró el Señor, "lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es"

Todo lo que surge del corazón de los hombres es mera apariencia de piedad carente de autenticidad y poder espiritual.

Los creyentes fracasan en su vida espiritual cuando pretenden vivirla según los rudimentos del mundo. Las reglas, el orden del mundo, sus exigencia y sus formas nos ofuscan e impiden que experimentemos la vida cristiana en profundidad.

El apóstol hace referencia a mandamientos, doctrinas y preceptos, que pueden ser y son buenos, como los mandamientos y ordenanzas dados al pueblo de Israel, pero ni esos nos ayudarán a vencer el pecado, las pasiones carnales, ni los apetitos de la carne.

Es solo la obra de Cristo en el calvario y nuestra identificación con ella lo que nos llevará a una vida cristiana victoriosa. Es la fe en la provisión de Dios mediante su gracia lo que guiará a todo creyente a la vida espiritual triunfante.

Apropiese de la muerte de Jesús,  crea que usted a muerto juntamente con él y experimentará un antes y un después en su conocimiento espiritual de Dios.

No arruine su vida cristiana, no entre en un circulo vicioso de fracasos limitandose a seguir un sin fin de normas, prohibiciones y reglas aparentemente piadosas que no le ayudarán a vivir delante de Dios. Viva en la fe del Hijo de Dios habiendose identificado con su muerte y resurrección.

Gálatas 2:19-21 RVR1960
"Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo."

Los que han sido crucificados con Cristo han muerto al pecado y a los rudimentos y valores del mundo. Ahora viven conforme a los principios del reino de Dios y por el poder del Espíritu que mora en ellos. Dependen total y exclusivamente de la vida de Cristo que fluye en su ser por la gracia de Dios.

Concluyendo, todo creyente en Cristo está muerto a las normas religiosas humanas, a la ley, y a toda forma de vida asceta como práctica de culto para intentar agradar a Dios. El creyente no tiene porqué someterse a ninguna práctica religiosa externa ni ritual para lograr agradar al Señor, sino identificarse con la muerte de Jesús y vivir para Dios en su nueva vida resucitada.

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