Este es el primero de una serie de estudios que estoy compartiendo en mi iglesia, sobre el tema: Evangelismo como un estilo de vida.
“Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14)
Estas son palabras proféticas
pronunciadas por el mismo Jesús como respuesta a la pregunta que le
hicieron sus discípulos acerca de su segunda venida y respecto a
cuando sería el fin de todas las cosas y del mundo tal y como lo
conocemos.
Este versículo forma parte de toda la
profecía que hace Cristo en el capitulo 24 del evangelio de San
Mateo. Si tiene oportunidad y una Biblia, le recomiendo que la lea
usted en su totalidad, quedará sorprendido de la exactitud con que
se está cumpliendo todo lo que Jesús predijo.
Nosotros predicamos a un Dios soberano,
Rey, gobernador del universo e interventor en la historia de la
humanidad. El preside y controla el orden de todos los
acontecimientos en toda la creación.
Yo solo quiero repasar ahora muy
rápidamente algunos de los aspectos de esta profecía en cuanto a
los acontecimientos más visibles y centrarme luego en el pasaje que
hemos leído y que hace referencia al evangelio del reino.
“Y estando él sentado
en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá
de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo
Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque
vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos
engañarán. Y oiréis de guerras y rumores
de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo
esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque
se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y
todo esto será principio de dolores.
Entonces os entregarán a
tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las
gentes por causa de mi nombre. Muchos
tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros
se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se
levantarán, y engañarán a muchos; y por
haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.”
(Mateo 24:3-13)
Todas estas catástrofes han estado
presentes a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo no
de forma tan repetitiva, impactante y apocalíptica como en los
últimos 50 o 70 años.
Ahora bien, dentro de lo que son todos
estos terribles y ciertos sucesos que el Señor anunció que
ocurrirían, podemos encontrar también un rayo de esperanza; él nos
habla de una luz que brillará en medio de la tormenta, un faro que
nos mostrará el camino de entrada a buen puerto. Será como un cabo
o salvavidas que estará extendido entre las olas encrespadas y del
cual podremos asirnos.
“Y será predicado”
Esta palabra expresa algo que sería
hecho con toda seguridad; nos dice el medio que Dios emplearía para
llevar a los hombres que están en el centro de toda esta confusión
su mensaje de salvación.
La predicación es una declaración
pública, la proclamación de las condiciones establecidas por Dios
para nuestra reconciliación con Él.
En la antigüedad los reyes tenían uno
o varios hombres de confianza llamados heraldos, estos eran enviados
para hacer las proclamas y edictos del rey. Así que uno que predica
no lo hace por su propia cuenta y riesgo, ni tampoco habla lo que a
el le parece y le viene en gana, sino que comparte el mensaje que le
ha sido entregado por Dios mismo.
Jesús predicó el evangelio del reino
de Dios y las condiciones para hacer la paz con Dios.
“Después que Juan fue
encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino
de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido,
y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el
evangelio.” (Marcos 1:14,15)
El Señor Jesucristo preparó también
a sus discípulos, los capacitó para que llevasen a cabo la tarea de
predicar el evangelio. Estos eran hombres escogidos, no porque fueran
muy inteligentes o sabios. La palabra de Dios nos dice:
“Pues mirad, hermanos, vuestra
vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; sino que lo
necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo
débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;
y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y
lo que no es, para deshacer lo que es, a fin
de que nadie se jacte en su presencia. (1ª
Corintios 1:26-29)
Ahora bien, estos discípulos
aprendieron muchas cosas con Jesús; en los tres años que estuvieron
con él vieron sus obras, observaron como actuaba y escucharon su
doctrina.
Poco después de morir Jesús y antes
de ascender a los cielos a la presencia del Padre se apareció a
ellos y les dijo:
“Id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda criatura. El que creyere
y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será
condenado. Y estas señales seguirán a los
que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas
lenguas; tomarán en las manos serpientes, y
si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán.” (Marcos 16:15-18)
“Pero los once discípulos se
fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad
me es dada en el cielo y en la tierra. Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el
fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:16-20)
Estos que fueron los primeros apóstoles
del Señor, marcharon por todo el mundo como testigos y predicadores
del evangelio del reino. Ellos comenzaron a hablar de todo lo que
habían visto, oído y experimentado con Jesús. Muchos creyeron su
mensaje, y experimentaron en sus personas las cosas de las que
hablaban y de estos también salían proclamando por todas partes las
verdades del reino de Dios.
Hasta nuestros días y desde hace 20
siglos esta labor se sigue realizando y seguirá llevándose a cabo
hasta el final de los tiempos como profetizó Jesús.
La fe en Dios y en el evangelio de
Jesucristo, la experiencia de conocer la verdad, el camino y la vida
que es Jesús, no es algo que debamos esconder, no es para reservarlo
al ámbito de lo privado y personal.
El Señor declaró a todos los que
creían en él, que eran la luz y la sal del mundo. El dijo:
“Vosotros sois la luz del mundo;
una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,
sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
“Así que, no los temáis; porque
nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que
no haya de saberse. Lo que os digo en
tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo
desde las azoteas.” (Mateo 10:26,27)
De modo que cada
creyente tiene la responsabilidad de asumir su papel como testigo y
de alumbrar con el evangelio y por el evangelio; es un privilegio y
una oportunidad que Dios nos ha concedido. Permitamos que la palabra
profética de Jesús tenga su cumplimiento en cada uno de nosotros;
seamos colaboradores con Dios y llevemos este evangelio del reino a
todo el mundo.
“Y será predicado este
evangelio del reino en todo el mundo”
¿Sobre que asunto hace énfasis el
mensaje del evangelio del reino? ¿Cuál es su tema principal?
Eso fue definido por el mismo Señor y
explicado de forma amplia en los cuatro evangelios y las cartas
apostólicas. Es mas, a lo largo de toda la Biblia que comprende
tanto el antiguo como el nuevo testamento en un total de 66 libros y
que forman una unidad completa, el mensaje central es uno,
Jesucristo, su persona y su obra.
¿Entonces cual será el mensaje de
este evangelio del reino que según dijo Jesús sería predicado?
Es el mensaje del amor de Dios.
“De tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree
no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
El viento retó al astro rey a un duelo
para ver quien sería capaz de los dos de despojar de su chaqueta a
un caminante. Empezó el viento soplando y soplando cada vez más
fuerte, a lo que el hombre se aferraba a su chaqueta fuertemente para
no perderla. Finalmente, al ver que no lograba su objetivo desistió.
Seguidamente dijo el sol.- ahora me toca a mí; y comenzó a calentar
suavemente. Progresivamente iba aumentando la temperatura, de tal
manera que a causa del calor el hombre no tuvo mas remedio que
despojarse de su abrigo.
Así que no será por medio de un
torbellino de argumentos y razonamientos que vamos a lograr que los
no creyentes abandonen sus falsas creencias o su ateísmo y
prejuicios, sino por medio de un cálido amor.
Es el mensaje de la gracia de
Dios. Dicho
de otro modo es, el mensaje de la salvación por gracia.
“para
mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia
en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, porque por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios. No por obras, para que nadie se gloríe, pues somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (Efesios
2:7-10)
La predicación del Cristo
crucificado, éste es el mensaje que proporcionamos en cuanto
a la obra de Cristo; el dar a entender y conocer el significado y
propósito de su muerte en la cruz.
“Porque los judíos piden señales,
y los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos
ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas
para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y
sabiduría de Dios.” (1ª Corintios 1:22-24)
Sin el derramamiento de la sangre de
Cristo en la cruz no puede haber remisión ni perdón de los
pecados, ni liberación de la carga aplastante de la culpa.
La ley de Dios exigía el sacrificio de
un animal inocente y sin defecto para la expiación de los pecados de
los hombres. Todos los delitos cometidos contra la ley de Dios, toda
desobediencia y transgresión de las leyes divinas con la
culpabilidad que conllevaba eran transmitidos al animal, con lo cual
la justicia de Dios quedaba satisfecha. Esto era lo que estaba
ordenado por Dios en la ley mosaica según el antiguo testamento para
que se hiciera cada vez que el pueblo cometiese pecados.
Cuando los profetas hablaron del
Mesías, el enviado de Dios, lo presentaron también como un cordero,
aquel que cargaría de una vez y para siempre con el pecado de toda
la humanidad. El profeta Isaías nos habla de ello en el capitulo 53
de su libro.
“Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por
azotado, por herido de Dios y abatido. Mas
él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados. Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió
su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante
de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación,
¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los
vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y
se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su
muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.”
(Isaías 53:4-9)
Solo he escogido una porción del
capitulo para no extenderme, pero todo él nos habla del sufrimiento
y muerte de Cristo como sustituto de todos nosotros. En el nuevo
testamento encontramos también numerosas referencias a Cristo como
el cordero que quita el pecado del mundo. Cuando Juan el bautista vio
a Cristo por primera vez dijo de él “He aquí el cordero de
Dios que quita el pecado del mundo.”
Este evangelio del reino nos
habla de la resurrección de Jesucristo.
Aquí está la piedra angular de la fe
cristiana. Toda la belleza de la doctrina de Jesús, su persona y sus
milagros hubieran quedado como algo muy bonito que sucedió en la
historia.
Sus enseñanzas habrían sido solamente
un buen tratado de filosofía de vida, y Jesús solo habría pasado a
ser un excepcional maestro. Pero no fue así, sino que trascendió
al tiempo y en el espacio; el que fue crucificado, muerto y
sepultado, volvió a la vida, resucitó. Jesús se apareció a sus
discípulos nuevamente para instruirlos, luego a más de quinientas
personas.
Pero lo mas grande, lo que realmente es
maravilloso es que prometió manifestarse y estar presente en la vida
de todos aquellos que creyesen en él.
El vive en el corazón de todos los que
lo reciben, reside en el ser de todos los que creen para confirmar
que toda su enseñanza es cierta y que todo lo que dijo se cumple.
Sin su presencia el cristiano estaría carente de la fuerza
espiritual necesaria para vivir su doctrina y seguir sus demandas.
La predicación de Jesucristo
como Señor.
“Pero si nuestro evangelio está
aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;
en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos
por amor de Jesús.” (2ª Corintios 4:3-5)
Los falsos profetas y maestros pueden
hablar de muchos temas, incluso de la Biblia, pero usted observará
que siempre hacen resaltar su propia sabiduría y conocimientos que
han adquirido; sus personas constituyen el centro de su enseñanza,
su ego está por todas partes, están plagados de si mismos.
La Biblia declara que Jesús murió y
resucito para ser Señor de los vivos y de los muertos. La
encarnación del Hijo de Dios, su entrega por la humanidad, su
humillación y sufrimiento, hicieron que el Padre lo exaltase hasta
lo sumo.
Este evangelio afirma que Jesús es el
Señor, él es dueño de toda la creación y todas las cosas
subsisten por su poder. Las escrituras dicen que en el día que
Cristo vuelva de nuevo toda rodilla se doblará y toda lengua
confesará que el es Señor, para gloria de Dios Padre.
Para ser salvos y tener acceso al reino
de Dios debemos reconocer a Jesucristo como único y verdadero Señor
de nuestras vidas. Esto quiere decir que aceptamos su derecho sobre
nuestro ser; y que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos sino a
aquel que lo dio todo en rescate por nosotros. De manera que la
palabra de Dios afirma:
“Esta es la palabra de fe que
predicamos: que si confesares con tu boca
que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo.” (Romanos 10:8,9)
Jesús es Rey de reyes y Señor de
señores, su reinado será por siempre en la eternidad y su extensión
no tendrá límites.
Este evangelio del reino que
predicamos nos habla del arrepentimiento como una condición
indispensable para ser reconciliado con Dios.
“Desde entonces comenzó Jesús a
predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se
ha acercado.” (Mateo 4:17)
“El tiempo se ha cumplido, y el
reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”
(Marcos 1:15)
Estas citas de los evangelios expresan
en palabras de Jesús, como debemos actuar ante el reino de Dios y
en cuanto a un acercamiento del mismo. El Hijo de Dios manifestado en
carne era el gran paso de Dios en su acercamiento a los hombres,
Jesús representaba todo lo que es el reino de Dios. Cristo vino para
abrir un camino de acceso seguro al reino celestial. Es necesario que
comprendamos que este reino significa el gobierno de Dios y de
Jesucristo.
Todo el que lo desee puede formar parte
de este reino, y ser un ciudadano del gran imperio de Dios si acepta
las condiciones establecidas por su Rey. La única puerta para
acceder, es Jesucristo, no hay otro acceso, no se puede entrar por
ningún otro lado. Es necesario que haya un arrepentimiento sincero
de nuestros pecados, una renuncia a todo lo que esté en contra de la
santidad de Dios. La inmensa carga de nuestros pecados y ofensas a
Dios las llevó Jesús en la cruz, y es ahí donde las debemos dejar
en un acto de contrición y fe. La sangre de Jesucristo es poderosa y
es suficiente para limpiar todos nuestros pecados.
Este evangelio del reino nos
habla de la necesidad de creer a Dios y tener fe en su palabra.
“Pero
sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo
buscan.” (Hebreos 11:6)
Este evangelio del reino que
predicamos abarca y es necesario que así sea, todo el consejo de
Dios.
No voy a mencionar en este estudio todas las doctrinas que comprende
el mensaje evangélico, pues no sería práctico, ni posible. Ni
tampoco se trata de obtener un conocimiento instantáneo y comprimido
de todas las verdades de Dios. Pero hay para el cristiano un proceso
en el aprendizaje y por tanto en la enseñanza de todo aquello que es
necesario que sepa para que lo aplique en su vida.
Los creyentes necesitan avanzar en el conocimiento de Dios por medio
de la revelación de la palabra de Dios que el Espíritu Santo ha
inspirado.
Las escrituras abarcan todo el mensaje completo de Dios para los
creyentes, y no hay nada mas que añadir, ni se debe omitir nada.
Pero sí hay que intentar predicar todo el mensaje bíblico con la
finalidad de que la iglesia madure espiritualmente y de que cada
hombre y mujer logren la perfección en Cristo.
Este evangelio del reino que
predicamos consiste en poder y no tan solo en palabras.
“No me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree”
(Romanos 1:16)
San Pablo sabia muy
bien de lo que hablaba, por eso su compromiso con el evangelio era
total y absoluto. En primera persona tuvo la experiencia de la
realidad y el poder del evangelio y también observó como en otros
muchos se demostraba ese poder.
Jesús hablo de dos
cosas que nadie debería ignorar si quiere conocer a Dios.
“Entonces, respondiendo Jesús,
les dijo:
Erráis también en esto, porque
ignoráis las Escrituras y el poder de Dios” (Marcos 12:24)
Es necesario
conocer la sabiduría de Dios expresada en su mensaje, lo que está
escrito, pero también es vital conocer el poder, la efectividad, la
operatibilidad de ese mensaje.
Si no conocemos las
escrituras corremos el riesgo de ser engañados por falsas doctrinas,
si no conocemos el poder también corremos el peligro de desviarnos
hacia otras enseñanzas y argumentos de hombres.
Una vez mas me
remito a palabras pronunciadas por el apóstol San Pablo para
finalizar con ellas este mensaje:
“y ni mi palabra ni mi predicación
fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté
fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”
(1ªCorintios 2:4,5)
Yo pregunto,
¿Tenemos fe en este evangelio de poder? ¿Es este el mensaje en el
que usted cree y con el que está comprometido, es el evangelio del
reino? ¿Tiene usted un conocimiento de doctrina pero no conoce el
poder de Dios?
Pedro Jurado