lunes, 26 de octubre de 2015

LA SEDUCCIÓN DEL ESPÍRITU

Jer.20:7.RVR1960
"Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste;"

Con estas palabras el profeta Jeremias expresa su completa rendición a la voluntad de Dios. No es simplemente el deseo y la intención de una inclinación religiosa nacida de la propia voluntad del hombre. Es el efecto del obrar de Dios en lo profundo del corazón y espíritu humano atrayendole al lugar perfecto de la comunión  con el Señor.

Se trata de una entrega del alma y todo el ser al amor incondicional de Dios, donde entendemos que es el mejor lugar en que podemos estar y lo más grande que nos puede suceder. Es importante entender que toda consagración a Dios es por gracia, es obrada por él y no por meritos propios del creyente. Lógicamente debe haber un dejarse y consentir a esa gracia y actuación del Espíritu en nuestras almas.

 Stg.4:5-6.RVR1960
"¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes."

No deberíamos permitir que la actuación de la gracia de Dios sea en vano en nuestras vidas, ella es el impulso que necesitamos, es el viento apropiado ante el que debemos desplegar las velas de nuestra barca para alcanzar el puerto deseado. El Espíritu nos desea con vehemencia y celo exclusivo,  con pasión santa.

No lo entendamos como algo trivial ni como una experiencia romántica vanal, comprendamos que el Señor actúa de continuo y en muy diversas maneras por medio de su amor, para atraernos y seducirnos hacia sus propósitos.

Los metodos y estrategias del Señor para vencernos y conquistarnos son su gracia y amor. Nuestra mayor debilidad y derrota espiritual proviene de nuestra propia fuerza carnal, nuestra religiosidad legalista y la falta de fe. La mayor bendición alcanza nuestras vidas no cuando nosotros nos sentimos fuertes para vencer, sino cuando Dios nos vence mediante su gracia.

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