Ezequiel 47
En el evangelio según San Juan,
nuestro Señor Jesucristo pronunció las palabras que siguen a
continuación:
“En el último y gran día de la
fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba. El
que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán
ríos de agua viva. Esto dijo del
Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún
no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado.” (Juan 7:37-39)
Lo que representa la figura del
río.
La vida espiritual es como un río, que
nace en Dios y fluye hacia nosotros, en nuestro interior. Este río
cuyas aguas proceden del trono de Dios, son limpias, cristalinas,
refrescantes, sanadoras.
El santuario de Dios es el lugar desde
donde comienza éste raudal de agua viva, su nacimiento está en las
moradas de Dios.
El pasaje citado del profeta Ezequiel
nos enseña de la fuerza y la profundidad, así como del gran caudal
que puede alcanzar el río de Dios en nuestro ser, no existe límites.
También nos plantea un reto, a saber,
hasta donde estamos dispuestos a llegar poniendo nuestra confianza
totalmente en Dios, sin apoyos.
Nadie puede recibir la impactante y
gratificadora influencia del Espíritu de Dios si no cree en
Jesucristo como enseñan las escrituras. Es por supuesto necesario
tener sed en el espíritu y dejarnos llevar por esa necesidad a la
búsqueda de Dios para que el la satisfaga. Nuestra sed de vida
espiritual solo la calma nuestro creador, él solo nos puede colmar
de una vida abundante y más elevada, la vida de calidad eterna.
Cuando el pueblo de Israel salió de
Egipto hacia Canaán, atravesando el desierto, ellos no pasaron sed,
pues había un manantial que los seguía continuamente que era
Cristo. Eso era algo maravilloso y sobrenatural, una prueba de la
fidelidad de Dios hacia su pueblo escogido.
Sin embargo para los creyentes en esta
dispensación existe algo mucho mejor, el mismo Jesús nos invita a
ir a Él y beber de Él, y no solo esto, sino que pone un manantial
en nuestro interior desde donde nuestra sed se calma incesantemente.
Ahora bien, Dios quiere que este río
de su vida nos inunde, nos transporte y que surca por todo nuestro
ser, que nos saciemos de sus aguas y que junto a ellas produzcamos
mucho fruto.
Dios da de su Espíritu sin medida,
¿Pero hasta donde estamos listos a recibir? ¿Hasta dónde estamos
dispuestos a entregarnos en un completo abandono a Él? Conforme a
nuestra fe será hecho.
Jesús nos habla del río de Dios
En el pasaje del evangelio de San Juan
que encabeza este mensaje Jesús mismo nos habla de un río y nos
explica su significado.
En primer lugar, el Señor ofrece a
todos la posibilidad de calmar su sed en Él, nos hace esta oferta
previo conocimiento de que estemos disfrutando de ciertos placeres de
la vida, pero sabiendo que aun así seguiríamos insatisfechos y
sedientos de algo más.
La única condición que Jesús pone
para ir a Él y beber, es que tengamos sed, que reconozcamos que
nuestra alma está seca.
Jesús habla del agua y de la sed como
figuras de la necesidad espiritual del ser humano. Las escrituras
dicen: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
porque ellos serán saciados.”
En el libro de Isaías también dice:
“A todos los sedientos venid a las aguas…”
El agua representa la vida espiritual
de Dios, sin esa vida de Dios nuestra alma permanecerá seca y
estéril como un desierto.
En segundo lugar, Jesús se refirió a
esta agua como un río en el interior de los que creyeren en Él. Un
manantial desde donde brota continuamente el agua de vida espiritual
calmando nuestra sed y desbordando nuestro ser. Fuentes de aguas,
limpias, abundantes y salutíferas.
En su conversación con la mujer
samaritana junto al pozo de Jacob, Jesús mencionó la superioridad y
calidad del agua que el ofrecía con respecto a los diferentes
mejunjes que estamos acostumbrados a beber de este mundo.
“Respondió Jesús y le dijo:
Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá
sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente
de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:13,14)
Jesús habla de dos clases de agua, la
que bebemos del mundo, la asimilación de todo lo que en la
actualidad se nos ofrece como un remedio para satisfacer nuestros más
profundos anhelos y necesidades, sea a nivel material, emocional,
intelectual o seudo espiritual. Que a fin de cuentas nos sigue
dejando vacíos y secos. Categóricamente Jesús dice que esta agua
no quita la sed, el que bebe de ella seguirá sediento.
Sin embargo si bebemos del agua que el
nos dará, ésta si nos dejará satisfechos, nos dará la fuerza, la
frescura, y la vitalidad que necesitamos. El no solo calmará nuestra
sed, sino que pondrá una fuente en nuestro interior de agua que
salta y se conecta con la vida eterna de Dios.
Donde nace este río.
La visión que tuvo el profeta Ezequiel
de un río saliendo de debajo de la casa de Dios nos enseña varias
cosas que son importantes de considerar.
En primer lugar, que este río del
Espíritu y de vida tiene su nacimiento en el santuario de Dios. Es
el mismo río que se menciona en Apocalipsis capitulo veintidós y
que vio el apóstol Juan.
“Después me mostró un río
limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero.” (Apocalipsis 22:1)
Este torrente sale del mismo trono de
Dios, de las mas altas cumbres donde el tiene su morada. Desde la
misma eternidad, he insondable profundidad y, de la abundancia de la
vida de Dios poderosa y creadora mana el río de su Espíritu y de su
vida.
Pero es muy relevante comprender que
Dios ha puesto sus alturas en nuestros corazones, Él ha establecido
su santuario y su morada en nuestro propio espíritu. Dios nos ha
hecho su casa y ha situado su trono en nuestro ser ¡Alabado sea
Dios!
Así que este río de vida lo tenemos
dentro, en lo profundo de nuestro ser, detrás del velo de nuestro
cuerpo y alma, en el lugar santísimo que es nuestro espíritu, en
nuestro hombre interior.
Este caudal quiere Dios que se abra
paso y desborde por todo nuestro ser, que fluya sin cesar y sin
obstáculos.
Las diferentes medidas y etapas
del transcurso del río de la vida espiritual y de cómo profundizar
en él.
En el pasaje de Ezequiel vemos que un
ángel toma diferentes medidas de este río según comienza y se va
extendiendo conforme a su curso. Esto nos habla de diferentes etapas
de profundidad en la vida espiritual a las que debemos aspirar como
creyentes; y suponiendo que queremos avanzar en el conocimiento
experimental de Dios debemos arriesgar adentrándonos en las
profundas aguas del río de Dios.
“Y salió el varón hacia el
oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo
pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió
otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió
luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos.
Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía
pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se
podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has
visto, hijo de hombre?” (Ezequiel 47:3-6)
El primer tramo que se mide
del rió es su comienzo, la orilla del mismo; prácticamente es
el principio de un acercamiento a Dios. Aquí sentimos la frescura
que proporciona el Espíritu de Dios, podemos experimentar la
limpieza de nuestros pecados, el refrigerio que proporciona el posar
nuestros pies en la obra de Dios y el abandono de nuestros pecados.
Cuando pisamos sobre el río nos
encontramos posicionándonos en la voluntad de Dios y dispuesto a
continuar en sus caminos.
Hemos dado inicio a la vida de fe en el
espíritu. Habiendo sido ajenos durante mucho tiempo a la obra de
Dios, ahora somos alcanzados por ella.
“Acercaos a Dios, y él se
acercará a vosotros.” (Santiago 4:8)
Estos comienzos son un gozo en el
Señor, él nos mima, nos arrulla, todo es maravilloso, es un
verdadero placer conocer al Señor. Rebosamos de alegría con el
trato que Dios tiene con nosotros. Y es una etapa que hay que
disfrutar plenamente, sin mala conciencia.
Sin embargo no debemos quedarnos en la
orilla, no hay que aferrarse a este primer encuentro con Dios, ni
tampoco a esas primeras experiencias. Es necesario seguir avanzando
en nuestro caminar de la vida espiritual, pues aun queda mucho por
delante, y el Espíritu Santo nos quiere guiar a todo lo que Dios ha
preparado para nosotros.
Sería un error quedar enganchados en
las experiencias del inicio en la vida Cristiana. Hay creyentes que
insisten en buscar siempre las mismas sensaciones en Dios, y quedan
como atrapados o estancados en lo sensual. Si Dios no les da
sentimientos cuando se acercan a él, entonces piensan que Dios no
está con ellos. De ésta manera ellos están poniendo obstáculos a
su crecimiento espiritual y limitando a Dios al plano de lo meramente
natural.
Dios es espíritu, y para creer y saber
que él está muy cerca de nosotros, no necesitamos tener sensaciones
físicas o emocionales. Lo único que nos hace falta es tener fe, que
es según las escrituras lo que nos confirma en Dios.
“Es, pues, la fe la certeza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11: 1)
“porque por fe andamos,
no por vista; (2ª Corintios 5:7)
“Pero sin fe es imposible agradar
a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le
hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6)
Si el creyente persiste en buscar a
Dios y creerlo por las sensaciones que experimenta, no avanzará en
un verdadero conocimiento de Dios, y es más, será fácil presa para
las artimañas del diablo, el cual lo engañará con frecuencia he
impedirá que crezca en la vida espiritual.
Satanás quiere alejar a los cristianos
de una vida de fe y fidelidad a Cristo, y esto lo logra llamando su
atención, distrayéndolos incluso con los dones y diversas
manifestaciones. Esto era algo que les ocurría a los creyentes de
Corinto, a los que Pablo exhortaba con las siguientes palabras:
“Pero temo que como la serpiente
con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos
sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.”
(2ª Corintios 11:3)
Así que no nos dejemos extraviar del
camino que es por fe, sino permanezcamos firmes creyendo a Dios en
todo momento y sigamos adelante hacia el descubrimiento de una
experiencia espiritual más profunda.
En el segundo trecho que mide
el ángel, las aguas del río llegaban hasta las rodillas del
siervo de Dios.
Esta etapa es muy significativa he
importante en la vida espiritual, y ello deberá marcar todo lo que
continuará mas adelante. Porque aquí se comienza a comprobar algo
de la profundidad en Dios a través de la oración, que es lo que
representa las rodillas.
No avanzaremos en el conocimiento
experimental de Dios a menos que lo alcancemos con las rodillas. A la
vida espiritual más profunda se llega por medio de la oración,
buscando a Dios en secreto y en intima comunión.
El cristiano debe aprender a vivir
orando, y orando vivirá las mejores experiencias con Dios.
El creyente que ora habitualmente
sentirá el fluir del río del Espíritu en su ser, y aunque a veces
no sienta nada, seguirá creyendo que el Espíritu de Dios mora y
actúa en él.
La oración lleva a los cristianos a
tener conciencia de la presencia de Dios, y a tomar de los recursos
que él ha provisto por medio de la obra de Cristo.
Por la oración los sentidos
espirituales se mantienen despiertos para recibir una mayor
revelación del Espíritu.
Una practica que todo creyente debería
adquirir y que le sería de mucho provecho espiritual es orar las
escrituras. Las palabras de Dios son espíritu y son vida. Cuando
aprendamos a orar de forma calmada y sin prisas las escrituras,
meditando en ellas y esperando en Dios, experimentaremos la dulce
presencia del Señor y aun más, escucharemos muchas cosas que el nos
hablará.
Para orar con las escrituras no es
necesario hacer largas lecturas, sino escoger pasajes adecuados y
cortos, como de medio capitulo o un capitulo de la Biblia como máximo
y leerlo muy despacio y aun repetidamente hasta que sintamos como el
Espíritu comienza a obrar, entonces seguiremos en la presencia del
Señor hasta que creamos que debemos pasar a otro pasaje. De esta
manera nunca estaremos faltos de asuntos por los que orar conforme a
la voluntad de Dios y el Señor nos dará un nuevo entendimiento de
las escrituras.
En la tercera medición del río,
las aguas cubren hasta los lomos del profeta.
El está bastante metido en las aguas,
y siente la fuerza arrolladora del río, pero sus pies aun tocan el
fondo. Todavía no ha llegado hasta lo más profundo del caudal.
No obstante, en este punto el Espíritu
Santo está obrando poderosamente, él nos está sosteniendo
prácticamente al encontrarnos en su medio, sentimos que el está
actuando y como es nuestra fuerza en la debilidad.
El pecado no nos atrae como esa gran
fuerza de gravedad, porque el Espíritu de Dios nos envuelve. El
mundo no nos tienta, porque ya no estamos a su alcance, estamos
rodeados por la vida de Dios y separados para Él.
En este punto el cristiano está
cubierto por la verdad de Dios, ha aprendido a apropiársela, y está
muy comprometido con el reino de Dios.
“Estad, pues, firmes, ceñidos
vuestros lomos con la verdad,” (Efesios 6:14)
En este nivel de la vida espiritual,
las verdades de la obra de Cristo cobran para el creyente una
realidad tremenda, ejercen su poder sobrenatural sobre él y comienza
a discernirlas en su espíritu de forma evidente. Dios lo va guiando
de revelación en revelación; cuando abre las escrituras discierne a
Cristo en todas sus páginas, así como la presencia del Espíritu
Santo.
Aquí es muy difícil que el cristiano
pueda resistirse a la seducción del Espíritu, pues se siente
fuertemente atraído por su corriente. El ha llegado a descubrir que
su vida está en Dios, que quiere más, que necesita profundizar aun
más en su vida espiritual, que el Señor es lo único que lo
satisface.
El Espíritu de Dios quiere tomar
completa posesión de nuestra vida, lo quiere llenar todo, quiere
fluir constantemente en nuestro interior y desbordar hacia fuera para
bendecir a otros.
Cuando el nivel del rió del Espíritu
alcanza nuestros lomos comenzamos ha entender lo que Dios nos
demanda, comenzamos a vislumbrar el costo y sacrificio que implica
ser discípulos de Cristo y que ya no nos pertenecemos.
Por delante tenemos la profundidad
inmensa de Dios, la oportunidad de conocerlo mejor, la voluntad
perfecta del Señor, su plan y deseo de usarnos, detrás, lo que
hemos dejado es un camino ya transitado y gastado, cosas que Dios ha
utilizado pero que ya no nos benefician ni edifican.
La cuarta vez que mide el ángel,
el río había crecido tanto que no se podía cruzar sino nadando.
Y es hasta aquí donde la obra de Dios
por medio de su Espíritu quiere llevarnos, al punto en que ya no nos
apoyamos sobre nuestros pies, sino que es por medio de su Espíritu
que somos sostenidos y suspendidos, de manera que somos arrastrados
hasta donde nos guíe sus corrientes.
En estas profundidades no hay nada que
podamos hacer excepto confiar en Dios, reposar en él creyendo que
hará su obra. Le hemos dado al Señor el control y ahora el nos
conduce, el nos dirige, el nos transporta por medio de su Espíritu.
¿Hasta dónde nos llevará el Espíritu
de Dios? ¿Qué podrá sucedernos si Dios nos desborda con su vida?
¿Qué sucedería si fuésemos en verdad llenos del Espíritu Santo?
No podemos saberlo todo, pues la vida
en el Espíritu es por fe, así como Abrahán, el padre de la fe,
salió de Hur sin saber a donde iba cuando Dios lo llamó, pero el
Señor estaba con él.
“El viento sopla de donde quiere,
y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así
es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Juan 3:8)
Estoy convencido de que el Señor nos
conducirá a tener las experiencias espirituales más maravillosas, y
a una vida cristiana útil y fructífera para él. Todo lo que nos
sucederá será de provecho en nuestras vidas, y de honra para el,
iremos de gloria en gloria.
“Y me dijo: ¿Has visto, hijo de
hombre?
Después me llevó, y me hizo volver
por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río
había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y
me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán
al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán
sanidad las aguas. Y toda alma viviente que
nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá
muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán
sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. Y
junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim
será su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan
numerosos como los peces del Mar Grande. Sus
pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas.
Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado,
crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni
faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del
santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina.”
(Ezequiel 47:6-12)
Y aunque este río, a veces pase por
lugares accidentados o descienda con velocidad vertiginosa,
pareciéndonos que nos destrozará, aunque posiblemente en algún
punto del trayecto parece que ha desaparecido, porque ha profundizado
en túneles subterráneos de oscuridad, pero su final es encontrarse
con el gran mar y unirse a él.
Así Dios nos quiere llevar a una vida
espiritual más profunda, a una relación más intima, a su secreto,
donde él se revelará a nosotros y nos hablará al corazón de
manera que le conozcamos.
Pedro Jurado
Rodríguez
muy interesante la explicacion me hizo aclarar muchas cosas que me han pasado pero a meterme en el rio de agua viva para buscar mas de dios y que me utilize para susu obras que sea su voluntad gracias amen
ResponderEliminarMuy bueno trajo luz a mi vida sobre esta revelación de Dios para la iglesia. .
ResponderEliminarMuy buena la interpretación. Me trajo solaz a mi vida y mucha confianza , saber que estoy introducida en el río de su presencia. Bendicioned
ResponderEliminarMuy bueno este tema me aclaro,sobre el río de Dios,Dlb
ResponderEliminarQ rresiosa enswñanza gracias padre
ResponderEliminarWuaooo tremenda enseñanza ministro mi vida de manera muy especial y abrió mis ojos a un entendimiento mejor en Dios
ResponderEliminarBendiciones, muy edificante.en estos momentos estoy sintiendo el río en mi interior y quiero aprender más .Dios les de sabiduría
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