jueves, 20 de diciembre de 2012

SER IGLESIA

HECHOS 6:13-14 RVR60-ES
“Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés.“

Todo lo que va en contra de nuestras instituciones, sistemas de creencias, leyes y tradiciones, por el solo hecho de ser diferente pensamos que no puede ser de Dios. Eso es lo que creían los sacerdotes del templo, los ancianos y los escribas del pueblo judío. Las acusaciones y falsos testimonios que se habían hecho contra Esteban como también se hicieron de Jesús progresaron porque en parte eran ciertas. El Señor apareció para destruir lo viejo, no por ser simplemente viejo sino porque no cumplía a la perfección con los planes y propósitos de Dios. Vino para hacer cambios y mucho más que cambios o simples reformas, apareció para hacer todas las cosas nuevas. ¡Con la Iglesia hemos topado! ¡Con la Santa y madre Iglesia! ¿Quién es ese Jesús que viene a tirar por tierra nuestras costumbres? ¿Y ese Esteban don nadie, que se ha creído? Siempre hemos hecho las cosas así. Esta es en la mayoría de las ocasiones la manera que tienen de defender la decadencia institucional los religiosos profesionales y los que ostentan el poder. En ninguna manera se menciona en las escrituras que Jesús viniera para rescatar a alguna institución, él estaba por salvar a la gente, el Señor vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Los religiosos defendían el sistema y sus tradiciones, y Jesús se ocupaba de sanar, liberar y dignificar a las personas. ¿Era eso para el Señor sólo una cuestión de enfoque? Y mucho más, era la voluntad de Dios el Padre y era la única manera de hacer Iglesia. Para Dios la Iglesia son las personas, edificar la Iglesia es edificar a las personas, servir a la Iglesia es servir a las personas, hacer crecer la Iglesia es conseguir que las personas desarrollen todo el potencial espiritual en sus vidas. La voluntad perfecta de Dios es la de reunir todas las cosas en Cristo Jesús por medio de la obra consumada de la Cruz.

COLOSENSES 1:17-22 RVR60-ES
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;“

La Iglesia no es el lugar de reunión, la Iglesia no es una denominación, ni todas las denominaciones juntas, la Iglesia no es una asociación, la Iglesia no es una institución humana. La Iglesia no son aquellos que consideran que poseen el monopolio de la verdad y sana doctrina. La Iglesia es todo grupo de dos, tres o más personas que están reunidas en torno a la autoridad y el nombre de Jesús.

SAN MATEO 18:20 RVR60-ES “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.“

Según el pasaje de colosenses, la Iglesia subsiste en Cristo, su cabeza es Cristo, Cristo es su plenitud, Cristo tiene la preeminencia en ella, y ella es su cuerpo (organismo vivo), el cual se presenta en santidad y sin mancha delante de Dios. Todo lo que no reúne estas cualidades no es Iglesia. No debemos dar por sentado que tenemos estas cosas de que habla Pablo a los colosenses, no vayamos a la ligera. Sería un riesgo demasiado peligroso, pues si no somos Iglesia podríamos ser otra cosa, como cueva de ladrones o sinagoga de Satanás.

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