martes, 8 de julio de 2014

EVITANDO LO PEOR (PARTE 1)

YJHN 5:14-16 RVR1960
"Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado. Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo."

Soy plenamente consciente de que el tema que voy a tratar en este artículo es muy delicado. Y es así porque por lo general suelen tomarse frente a él posturas totalmente opuestas. Jesús nos está hablando aquí sobre la relación que puede existir entre el pecado y el sufrimiento. Ya sea en forma de enfermedad o de algún tipo de maldición, el pecado tiene sus consecuencias.

Ahora bien no todo lo aparentemente malo se puede catalogar como maldición o castigo de Dios, ni tampoco todo sufrimiento, aflicción o enfermedad es consecuencia del pecado de conducta.

Lógicamente nuestros actos, reacciones y decisiones tienen sus consecuencias más tarde o más temprano. Según lo que sembramos así vamos a recoger.

Al paralítico de Betesda Jesús le habla de tal manera que establece una relación entre la enfermedad que había padecido durante treinta y ocho años y su pecado.

"Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor."

Se puede pecar más y continuar en esos hábitos que son perniciosos para nuestra salud fisica, siquica y espiritual; y podemos estar peor de lo que estamos y sufrir por causa del pecado mucho más intensa y largamente.

Ya era grave para este hombre padecer durante tanto tiempo una parálisis física,  él pensaría que eso era lo lo peor que le podía suceder a alguien. Sin embargo Jesús le dice que todabía podían sucederle cosas mucho más trágicas.

No sabemos qué estaba haciendo en el templo este hombre que Jesús había sanado para que recibiese tal reprimenda y advertencia de él. Algo malo estaba haciendo, y cuando el Señor lo exhortó no se lo tomó nada bien, enseguida fue a los enemigos de Jesús para darles aviso de quién le había sanado.

La actitud del que había sido sanado es muy común en algunos, que solo esperan del Señor que los sane, los salve y los prospere, pero no que los mande y los cambie. Juan Carlos Ortiz decía que las expectativas muchos creyentes es: "que Jesucristo me salve sí, pero que me mande no"

Lo penoso es que muchísimas personas solo buscan de Dios sus bendiciones, lo material, la sanidad y la prosperidad, para después hacer con sus vidas lo que a ellos les parece. Sin embargo Dios espera que todos los hombres y mujeres abracen la Vida abundante que él les ofrece por medio de Jesucristo y que conformen sus vidas por medio de la fe al evangelio.

En Jesucristo encontramos sanidad, restauración, amor y perdón; como también una vida abundante libre del pecado mediante la gracia  y el poder de Dios.

Muchísimos de los males que experimentamos son la consecuencia de malas decisiones y de una orientación de nuestras vidas apartada de la voluntad de Dios. Las creencias erroneas, una manera de pensar incoherente, una conducta injusta, la desobediencia a Dios etc, etc. Todo ello o alguno puede ser el desencadenante de malestales físicos,  emocionales y mentales.

Cuando nos volvemos al Señor somos restaurados, perdonados, sanados en lo más profundo de nuestro ser y librados de la condenación y la culpa. Es de vital importancia permanecer en la justicia de Cristo y en la libertad que por su medio hemos recibido. Necesitamos profundizar en el conocimiento de la verdad y que ésta siga haciendo su obra por el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas.

La mejor manera, y la más fácil y rápida para avanzar hacia una vida espiritual sana, de libertad y victoria, es vivir en una relación de amor y comunión constante con el Señor.

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