lunes, 14 de julio de 2014

EVITANDO LO PEOR (PARTE 2)

Llamados para heredar bendición

1 Pedro 3:8-13 RVR1960
"Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño;  Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala.  Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.  ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?"

Una vida sana y feliz es el resultado de una conducta santa, coherente y llena de amor hacia nuestro prójimo. Existe una conexión espiritual entre las actitudes que tenemos, lo que hacemos, y los resultados que vamos a cosechar. La falta de perdón, el resentimiento, la venganza, maldecir a nuestro prójimo, son actitudes que se volverán en forma de algún mal contra los que las practican.

Perdonar y perdonarnos, bendecir y orar por todos los hombres y mujeres que nos maldicen o cometen injusticia contra nosotros es la mejor respuesta que podemos dar como creyentes, y la manera de alcanzar nuestra mayor victoria.

No peques más

¿Es posible obedecer el mandamiento del Señor, de no pecar más? Él no le está aconsejando al que fue sanado que no se equivocara, ni que no cometiera fallos, sino que su intención no fuera cometer injusticia o maldad. Esto es válido y muy acertado para todos los creyentes, pues en la experiencia sabemos que la santificación es un proceso en el cual vamos madurando y siendo librados de malos hábitos, comportamientos ofensivos y actitudes que ofenden al Señor y a cuantos nos rodean.

Ahora bien, veamos como es posible obedecer al Señor en su mandamiento de no pecar.

1 Juan 3:6-9 RVR1960
"Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios."

En primer lugar, es posible no pecar porque la naturaleza divina que recibimos cuando nacemos de nuevo no puede cometer pecado. Como creyentes en Jesucristo tenemos de Dios un corazón nuevo y un espíritu nuevo que no pueden pecar, de ahí que somos llamados justos y santos.

En segundo lugar, el creyente que permanece en Cristo, es decir, aquel que está unido y arraigado con el Señor, no peca. Los que pecan es porque aún no han visto o discernido al Señor, ni lo han conocido. Muchos permanecen en ignorancia en cuanto a la obra que ha realizado Jesús para librarlos del pecado. Si vivimos en todo tiempo unidos al Señor y recibiendo los beneficios de su obra es completamente imposible que pequemos.

En tercer lugar, si estamos crucificados juntamente con Cristo y hemos muerto en su muerte, no podemos pecar. Es de vital importancia que ocupemos nuestra posición en la cruz de Cristo.

Romanos 6:1-2, 6 RVR1960
"¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado."

En cuarto lugar, somos libres del pecado cuando nos consideramos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Esto debe ser un acto de fe consciente y continuado.

Romanos 6:11-14 RVR1960
"Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.  No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia."

En quinto lugar, somos libres del pecado cuando vivimos bajo la gracia. Es un error pensar que si observamos la ley seremos librados de ofender a Dios o a los hermanos, es todo lo contrario, cuando vivimos bajo la ley el pecado se enseñorea de todo nuestro ser, y cuando estamos bajo la gracia somos librados.

"Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia."

En sexto lugar, es posible no pecar porque somos librados mediante la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús.

Romanos 8:2 RVR1960
"Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte."

Tenemos departe de Dios todos los recursos, toda la gracia y todo el poder para no vivir en el pecado. Para los hombres esto es imposible, mas para Dios no lo es. Nosotros somos débiles, y no será por nuestra propia fuerza, ni capacidad de voluntad que seremos libres del pecado, sino por la gracia de Dios.

La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús es mucho más poderosa que la ley del pecado, y es estando posicionados en esta ley de vida que somos librados.

En séptimo lugar, para terminar con el pecado debemos aprender a vivir en la presencia del Señor continuamente. Esto es algo que de pasada ya he mencionado; no obstante, es nececesario que comprendamos que solamente por el poder del Señor somos librados de pecar.

Génesis 17:1 RVR1960
"Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto."

La clave para vivir una vida perfecta, en el sentido de agradar a Dios, es andar siempre en la presencia del Señor Todopoderoso. Esto es algo que se adquiere con la práctica de la oración y comunión constante con Dios.

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