martes, 2 de septiembre de 2014

MI AZOTEA

Desde la azotea de mi casa tengo una vista panorámica de toda la ciudad. Al sur, el puerto, el trazado horizonte maríno, al fondo, tras ingente cantidad de edificios, casas y construcciones de mediana altura. Barriadas, calles, colegios, hoteles y comercios de todo tipo.

Se pueden observar las gaviotas enormes acercándose en su vuelo planeando sobre los tejados y posándose sobre las azoteas.  Graznan como si estuvieran discutiendo unas con otras, o quizás con otros, como si se echasen soberanas broncas. Hacen un ritual extraño persiguiendose.

Al oeste, la vista alcanza hasta vislumbrar Torremolinos, el aeropuerto y numerosas barriadas periféricas. Puedo ver el reloj de la torre de la Iglesia de Carranque, el barrio donde me crié. ¡Qué recuerdos me trae de mi infancia y adolescencia!

Al este, la zona más céntrica, con las construcciones más emblemáticas de Málaga, la Catedral, la Alcazaba y Gibralfaro. Piedras centenarias erosinadas de historia, salpicadas de acontecimientos y secretos imborrables.

Observo el Barrio de la Trinidad y el Perchel, distritos con solera de nuestra ciudad. Mi abuela por parte de mi padre vivía en un patio de vecinos de la Trinidad con sus lavaderos de piedra comunitarios, servicios etc.

Desde mi azotea observo la  boveda celeste salpicada de puntos relucientes, y a la gran dama con su vestido de luz paseando graciosa y lentamente señoreando en la noche. Veo grandeza e infinitud; y observando el espacio abierto también veo y descubro mi mundo interior. Encuentro quietud, oigo el silencio y surge la oración.

En mi azotea conecto con mi corazón y siento sus pulsaciones, comunico con mi espíritu y me elevo, y subo más arriba aún, y descubro donde está Dios. El está arriba, abajo, delante y detrás,  rodeandome por todas partes. Pero todavía está más cerca, descubro que está dentro mí, llenando mi ser, morando en mi alma. Y en mi azotea brillan las estrellas, y hay luz, y paz, y se también que Dios habla con los mortales.

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