martes, 17 de julio de 2012

VOLVAMOS A TENER FE EN DIOS (DEVOCINAL)



"En la multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste: No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te desalentaste.
   ¿Y de quién te asustaste y temiste, que has faltado a la fe, y no te has acordado de mí, ni te vino al pensamiento? ¿No he guardado silencio desde tiempos antiguos, y nunca me has temido?" (Isaias 57:10,11)

Dios recrimina a Israel por su rebeldía, su conducta infiel y su idolatría.
Les llama hijos de la hechicera e hijos del adulterio, remarcando la naturaleza contraria y el comportamiento rebelde que tienen hacia Dios. En sus crisis buscaban ayuda en otros países haciendo pactos y alianzas con ellos.
Andaban por muchos caminos para encontrar soluciones, y probaban con todas las fórmulas que le proponían sus socios. 
Estaban cansados de ir de un lado para otro, y de probar todos los remedios humanos para su paz, su bienestar y prosperidad, fracasando estrepitosamente una vez tras otra.
Pero ni aún así reconocían su error ni se arrepentían, sino que seguían obcecados en su actitud.
Ellos querían vivir emancipados de Dios, sin depender de Él para nada, como otras naciones y como la mayoría de hombres comunes. 
Mientras tuvieran un poco de energía seguirían usándola aunque no sirviera de nada.
¿Pero no es este relato una descripción de muchos de nosotros, seamos creyentes o no? Nuestra autosuficiencia y nuestro orgullo no nos permite reconocer que estamos equivocados y que necesitamos a Dios. Incluso algunos llegan un poco más lejos, y ellos esperan la ayuda de Dios, pero que Él los deje haciendo todo lo que desean, que no se inmiscuya en sus vidas exigiéndoles que abandonen sus pecados.
El Señor le pregunta a su pueblo que, de quien se asustó o temió para faltar a su fe. Ellos negaron su fe por temor a algo. Cierto que eran un pueblo pequeño que había sido invadido y destruido muchas veces, rodeado de naciones enemigas, y constantemente amenazados. El temor les acechaba por todos lados. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios lo primero que sintieron fue temor y el temor les llevó a esconderse de Dios. Satanás los había vuelto contra Dios induciendoles a la rebeldía y dándoles espíritu de temor. Así sucedía con Israel.  
Faltaron a su fe, decidieron no creer a Dios que estaba con ellos y que tantas veces los había librado de las adversidades y de sus enemigos.  Negaron a Dios que les había dicho incontables veces no temáis, no temáis, no temáis pueblo mío.
El temor descarta a la fe, y la fe vence el temor, pero está en nosotros dar cabida a uno o al otro. 
Pero la fe es mucho más que una creencia en preceptos, mandamientos y leyes, hace referencia a la relación y comunión con Dios.  
Así que faltar a la fe es desconectar en  la comunicación con Dios, es poner a Dios aparte de nuestra experiencia diaria. Hemos dejado de adorarle, de hablar con él, de escucharle en su palabra. Perdimos la sensibilidad espiritual, la visión de su propósito y voluntad. Como a Sansón que el enemigo le saco los ojos  y se quedó ciego, así le sucede al que falta a la fe, o dicho de otra forma al que la pierde o permite que se la roben, queda ciego. 
Faltar a la fe es romper nuestro pacto con el Señor como lo hizo Israel. Esto sucede cuando no permanecemos en Cristo y en su palabra. 
El Señor está esperando que nos volvamos a Él de nuestros propios caminos y errores. Está aguardando que recapacitemos y reconozcamos que sin Él no nos va bien. Nos aguarda como un Padre amante, con los brazos abiertos y deseoso de que estemos en su casa para ocuparse de nosotros. 
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (Mateo 11:28-30)
 

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