lunes, 28 de enero de 2013

NUESTRAS REACCIONES

La reacción es un aspecto ineludible en la vida de cualquier persona. Matizo, de cualquier persona que está despierta, pues si estamos inconscientes, ignorantes o pasivos ni actuamos ni reaccionamos.
Para el desarrollo espiritual y la madurez en el carácter, así como para tener una buena y sana relación con nuestros semejantes y la sociedad que nos rodea, es importantísimo saber reaccionar correctamente.
Como creyentes, nuestro modelo en carácter es Cristo y nuestras reacciones serán apropiadas o acertadas en la medida que reflejen y dejen traslucir ese carácter y templanza de Cristo. Claro que cuando digo que serán apropiadas y aceptables me refiero para Dios y no siempre y necesariamente para otros.

Podemos reaccionar de dos maneras o bajo el control de dos principios de vida cuando somos provocados o presionados desde afuera.

Respondemos en el espíritu y sujetandonos en obediencia al Señor y la palabra de Dios o también podemos responder en la carne, según nuestra naturaleza sensitiva natural y no sujetos a Dios.

GÁLATAS 6:8 RVR60-ES
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

ROMANOS 8:7-8 RVR60-ES
Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Nuestra madurez espiritual y de carácter se mide muy bien y se hace evidente por como reaccionamos a las situaciones adversas y como respondemos a las actitudes carnales y los pecados de otros.
1 CORINTIOS 3:1-3 RVR60-ES
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.  Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía,  porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?

El que es como niño es carnal, y el que anda o vive como hombre es también carnal; y esa carnalidad se manifiesta en las reacciones y relaciones con los demás, en celos, en contiendas y en disensiones.
En el matrimonio, en la familia, en la Iglesia, en el trabajo y en todos los ámbitos de la sociedad donde surgen o afloran actitudes infantiles e inmaduras hay consecuencias desastrosas. Para contrarrestarlas  deben haber personas espirituales y maduras, hombres y mujeres con dominio propio. Son personas que no se dejan arrastrar por las emociones ni por sus propias ideas, sino que tienen la mente de Cristo y son gobernados por el Espíritu.
Alguien que siempre quiere salirse con la suya es como un niño, aunque sea un hombre crecido o una mujer hecha, es un carnal. Los carnales sólo existen en la Iglesia, no son los del mundo que no conocen a Dios, ¿porqué?
La Biblia llama carnales a los que debiendo ser espirituales porque son creyentes, no viven por el Espíritu, sino en la carne y por el alma.

Los que viven en la carne han recibido la vida de Dios, pero no obstante, no viven por ella. Esto es más común de lo que pensamos; es un hecho que en la Iglesia existen más creyentes viviendo por la carne que por el Espíritu.
Esto es muy simple, usted organice algún evento lúdico, un espectáculo, algo donde haya comida y un poco de diversión, muy pocos se perderán eso en la Iglesia.
Llame a la oración, intente que los creyentes se preocupen por asistir a algún estudio bíblico para profundizar en el conocimiento del Señor y si usted no se ve sólo será un milagro. Otra prueba, procure hablar con los creyentes de temas espirituales profundizando un poquito y comprobará que a los carnales que son la mayoría les resultará tedioso.
¿Hay vida de oración en los creyentes, leen con atención la palabra de Dios, escuchan la voz del Señor, tienen comunión unos con otros, dan testimonio de Cristo? ¿Aman a sus esposas y son fieles con ellas? ¿Aman a sus maridos? ¿Aman a los hermanos y no hablan mal de ellos? ¿Hacia dónde se dirigen sus ojos? ¿En qué piensa durante todo el día?¿Suelen romper una relación de años antes que sacrificar sus derechos?
Son muchos aspectos a considerar y que habría que tener en cuenta para valorar la carnalidad o espiritualidad de alguien. Una cosa si que debemos tener clara, no debemos juzgar a nadie según la apariencia.

Ahora bien retomando nuestro asunto, necesitamos aprender a reaccionar correctamente hacia Dios, hacia otras personas, hacia las circunstancias y hacia el diablo. Teniendo en cuenta que debemos tener también una actitud sana hacia nosotros mismos. Esto último es primordial, pues como nos tratamos y consideramos a nosotros mismos determina todo lo demás.

Un buen concepto de nosotros mismos según la perspectiva bíblica comienza por tener clara la identidad que hemos recibido de Dios. Como creyentes tenemos la más alta identidad y dignidad que se pueda tener en el universo tanto visible como invisible.

Somos hijos de Dios.

1 JUAN 3:1-2 RVR60-ES
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.  Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.“

Somos amados de Dios con un amor inagotable.

JEREMÍAS 31:3 RVR60-ES
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.“

Y pertenecemos a Dios.

ISAÍAS 43:1 RVR60-ES
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.“

Porque Dios nos ama, podemos amarnos a nosotros mismos; porque Dios nos ha perdonado y aceptado, podemos aceptar y reconocer lo que el dice de nosotros y vernos exactamente como el nos ve. Y me adelanto a decir que ésta disposición y actitud no tiene ninguna relación con la moderna sicología, más bien tiene que ver con creer a Dios. Consiste en creer y aceptar todo lo que el Señor declara en su palabra acerca de nosotros. Realmente somos lo que somos delante de Dios y todo lo que el declara acerca de nuestra vida es verdad.

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