lunes, 15 de octubre de 2012

PROCLAMANDO EL EVANGELIO



No presentemos el evangelio como un espectáculo de Circo.

Hace poco emitieron un documental en televisión sobre el uso que hacían algunos predicadores de las carpas, a los que el programa catalogaba, si no recuerdo mal, como los circos de Dios o los evangelistas de circos. Particularmente pienso que una carpa puede ser un medio muy digno, aceptable y útil para llevar el evangelio a muchos rincones del mundo. Siempre que lo que se este haciendo sea precisamente eso predicar a Jesucristo a toda criatura como Dios ha ordenado.
Creo que el apelativo de circo tiene un uso mas apropiado, para los contenidos, métodos y espectáculos con los que se pretende estar anunciando el evangelio de la salvación en la actualidad, por medio de algunas organizaciones y lideres cristianos.

Me suena ya a excusa gastada cuando oigo con frecuencia a algunos decir que Dios no usa ya métodos o maneras que a lo largo de la historia de la iglesia han sido medios efectivos para alcanzar a los perdidos. No se si los que lanzan tales aseveraciones saben en realidad de que están hablando, creo mas bien que se les podría aplicar aquellas palabras de Jesús en las que decía: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”. (Mateo22:29)
De lo que si me doy cuenta es que todos los que hacen tales planteamientos, sin excepción, finalmente quieren establecer sus formas y técnicas modernas, que según ellos son las más efectivas y apropiadas para llegar a las nuevas generaciones. Nos quieren convencer de que sus programas son los mejores, lo último del momento, la última revelación.
Estos innovadores llegan a las iglesias alertando sobre el decrecimiento y la falta de conversiones que existen en las mismas, cosa que no deja de ser un hecho real en nuestro país, así como en otros muchos lugares. Sin embargo creo que en sus juicios y aseveraciones se andan demasiado por las ramas y no apuntan como ellos pretenden a la verdadera raíz del problema.
No creo que la falta de avivamiento en las iglesias tenga nada que ver con las formas o los métodos que se emplean para llevar a cabo la gran comisión, aunque por supuesto no estoy de acuerdo en que todo es valido con tal de alcanzar los objetivos.
Particularmente estoy convencido de que Dios ha establecido ciertos medios, canales e instrumentos, de los cuales a dotado a la iglesia para que cumpla fielmente con el mandato divino. Creo firmemente que el fracaso en la obra de Dios y la falta de fruto se debe al hecho de haber dejado de lado los medios provistos por Dios.
Como creyente me preocupa lo que está sucediendo alrededor del mundo en muchas iglesias, denominaciones y organizaciones paraeclesiasticas acerca del uso de metodologías, sistemas y maneras que se emplean para hacer llegar el evangelio a las multitudes. Mientras que la gente acuda en masas todo es valido. Han hecho suyo el lema “No importan los medios que usamos mientras alcancemos los objetivos”.
Esa máxima deja mucho que desear tratándose de que estamos hablando de la obra de Dios, algo sobrenatural, sagrado, sobre la cual Jesucristo es el Soberano Señor.

Es posible que en los negocios del mundo, todo o casi todo sea valido, con tal de que las empresas triunfen, pero aun tratándose de este asunto es algo cuestionable para el pueblo de Dios, el cual debe ser justo, honesto y exento de toda avaricia.

Me pregunto si Dios desea que su reino se extienda por todas las naciones de cualquier manera, y que la palabra de verdad llegue a todos los rincones de la tierra sin que le importen los medios que usamos.
Pienso que algunos líderes religiosos, así como algunas organizaciones e iglesias están algo confundidos y equivocados con respecto a los métodos y las formas que están empleando, para ellos todo es admisible si con ello logran sus metas.

Si Simón el mago levantara la cabeza en este tiempo diría probablemente que, para qué narices necesitaba él al Espíritu Santo, si con todos los trucos que sabía hacer podría tener una de las iglesias más grandes del mundo. Con toda la diversión y entretenimiento que podía ofrecer captaría a las multitudes, las cuales se irían tras él.

Diversión y más diversión, eso es lo que desea el corazón de los hombres y es lo que está arraigado en la naturaleza humana; entretenimiento y distracción, con tal de no hacerse consciente de su lamentable estado ante Dios.
No se porqué, me da la impresión de que los cristianos pretenden ganar el mundo dando la imagen de que ellos también son divertidos, y de que para creer en Jesús no es necesario que renuncies a todo lo que te hace feliz.
Cuando el Emperador Constantino se convirtió supuestamente al cristianismo, obligaba a los países paganos a que se hicieran cristianos sin necesidad de renunciar a sus dioses que por tantos años ellos habían venerado, con el propósito de mantener a las naciones conquistadas adheridas a su reino.
Hoy en día está sucediendo exactamente lo mismo, queremos que muchos sean ganados para Cristo, aunque sigan con sus malos hábitos y muchas de sus costumbres impuras continúen en sus vidas. Los queremos mantener adheridos a las iglesias sea como sea, aún vendiendo la verdad de Dios.
Mientras que el Señor dice: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo” Muchos “cristianos” han tomado las cosas del mundo y las han bautizado convirtiéndolas al cristianismo y “santificándolas”. ¡Que error!
Se justifica el uso de métodos extraños a las escrituras asegurando que no es posible alcanzar a los hombres y mujeres de nuestras sociedades tan modernas si no empleamos aquellas cosas en las que ellos están envueltos y son cautivos y dependientes de ellas. Muchos opinan que los hombres de hoy tienen necesidades diferentes y problemas distintos a los de otro tiempo. Me parece absurdo y completamente fuera del punto de vista de la palabra de Dios. El dictamen de la Biblia es que el problema de los hombres es estrictamente espiritual y lo ha causado el pecado. La humanidad está separada de Dios y lo que necesita es reconciliarse con Él.

El mandamiento del Señor está muy claro en cuanto a su deseo y voluntad de que el evangelio sea predicado en todo el mundo.

Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:18-20)

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14)

Sin embargo creo que deberíamos hacernos algunas preguntas pertinentes, como por ejemplo:
¿En qué manera quiso el Señor que se llevara a cabo este mandamiento?
¿Con qué recursos capacitó a sus discípulos para que realizasen esa tarea?
¿Podemos tener el éxito garantizado en la obra de Dios si hacemos las cosas como el ordena?

Veamos algunos elementos de los que Dios ha provisto a la iglesia para llevar a termino la gran comisión, y en que manera debemos cumplirla.

En primer lugar, Dios ha provisto a la iglesia con el Espíritu Santo para llevar a cabo la tarea.

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8)

Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.” (Hechos 5:32)

La falta de eficacia en la obra de Dios se debe a una evidente carencia de poder. El Señor nos concedió el Espíritu Santo para que fuésemos testigos excepcionales de su obra. La tarea encomendada es espiritual y sobrenatural, solo puede realizarse por la operación del Espíritu Santo.
La obra de convicción y de conversión es exclusiva del Espíritu de Dios.

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” (Juan 16:7-11)

Es una condición indispensable que el obrero de Dios sea lleno del Espíritu Santo, de otra manera fracasará estrepitosamente en su trabajo.
Esto involucra algo más que quiero mencionar y que da sentido al hecho de ser llenos del Espíritu. Es que nuestra manera de servir, y nuestra actitud sea espiritual, así como también al hecho de que debemos ser guiados por el Espíritu de Dios.

Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” (Filipenses 3:3)

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Romanos 8:14)

Los que sirven a Dios no pueden confiar en medios naturales, ni en sus propias fuerzas o talentos para tener éxito en la obra de Dios. La circuncisión representa el que nuestra carne ha sido echada fuera de nosotros, que nos hemos identificados con Cristo en su muerte y que el hombre viejo ha sido crucificado y enterrado.
Hemos sido resucitados con Cristo a novedad de vida y revestidos con el Espíritu Santo de poder.
Otro aspecto importantísimo en cuanto a la intervención del Espíritu Santo y del poder con el cual opera es el de la manifestación de dones espirituales. El Señor confirmaba el mensaje del evangelio con señales, milagros y sanidades.

Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.” (Marcos 16:14-20)

En ninguna parte de las escrituras encontramos mención de que en algún momento haya cesado la operación de los dones como acompañamiento que confirma la obra de Dios. Las multitudes hambrientas, enfermas y necesitadas venían a Jesús y a los apóstoles y recibían soluciones mediante el poder de Dios.
La autoridad que tenemos delegada para predicar la palabra de Dios es ratificada por el poder de Dios en su manifestación.

En segundo lugar, Dios ha escogido la locura de la predicación del evangelio para salvar a los hombres.

Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. (1Corintios 1:21-24)

Este es el medio que Dios ha determinado por excelencia para hacer llegar a todas las naciones el mensaje de salvación, hasta el fin de los tiempos. A mi no me consta en ninguna parte de las escrituras de que Dios fuera a cambiar este método que es la proclamación del evangelio de Jesucristo. Predicación es, la declaración publica de la enseñanza y doctrina de Cristo.
Proclamación, según el diccionario de la real academia española son los “Actos públicos y ceremonias con que se declara e inaugura un nuevo reinado, principado, etc.
Que apropiada es esta acepción con respecto al cometido que tenemos como embajadores del Rey de Reyes y Señor de Señores de establecer su reino por todas las naciones predicando el evangelio del arrepentimiento.

porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:13-15)

La predicación del evangelio era una locura hace 2000 años y lo sigue siendo en nuestra actualidad, habrá quien lo crea como entonces, pero también existirá rechazo como antaño.
No obstante frente a cualquier reacción que provoque el evangelio no debemos intimidarnos, ni avergonzarnos de seguir proclamándolo. Sino que debemos continuar haciéndolo en todo tiempo y en todo lugar.

Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1:15,16)

En tercer lugar, Dios ha determinado que mediante el testimonio ejemplar de la iglesia expresado en: el amor unos con otros, la unidad y las buenas obras, los hombres le conozcan.

  • Amor. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34,35)

  • Unidad. “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:20-23)

  • Buenas obras. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
A la hora de determinar cual ha de ser el contenido de nuestro mensaje y cuales van a ser los medios que empleamos para comunicarlo, debemos ser muy cuidadosos y selectivos, no sea que nos hallemos banalizando el evangelio del reino.

Dios nos ha conferido un mensaje relevante.

Lo relevante del mensaje no debería ser determinado o juzgado por la exigencia de la gente. Unos querrán escuchar una cosa y otros buscarán oír otra. Los gustos son tan diferentes como personas hay en el mundo.
El hombre es incapaz de diagnosticar su propio mal espiritual, es Dios quien conoce el corazón humano y su profunda necesidad. Mediante el evangelio eterno Dios ha revelado su plan para la salvación del mundo. Por medio de la obra de Jesucristo en su vida, muerte y resurrección Dios nos ha provisto de todo lo necesario para nuestra salvación y perfección cristiana.

San Pablo decía en uno de los pasajes que hemos mencionado anteriormente, que unos piden señales y otros buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para unos tropiezo y para otros locura.
El mensaje del evangelio es significativo en cuanto a su propósito de salvación, porque establece claramente las condiciones y medios por los cuales podemos entrar al reino de Dios y ser restaurados en nuestra relación con Dios.

Dios nos ha delegado un mensaje actual.

La actualidad del evangelio es la misma que cuando fue predicado por Jesucristo y sus apóstoles hace veinte siglos.
Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35)
La verdad de Jesucristo es lo que todos los hombres necesitan oír, la palabra viva y eficaz.
El mensaje del evangelio del reino no ha caducado, pues nos habla de aquel que es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos.
Tenemos, como decía el apóstol Pedro la palabra profética más segura, a la cual haríamos bien en estar atentos.
La palabra de Dios hace un diagnostico real de la situación en que se encuentra todo ser humano, no importar su cultura, posición social, o lo sofisticada que puedan ser las sociedades en la que se encuentren.
La condición de los hombres y mujeres de nuestra generación con respecto a Dios, en su situación moral y en relación con otros es la misma en su esencia. Ha habido avances tecnológicos, grandes descubrimientos científicos, mejoras en la calidad de vida, pero todo esto no ha ayudado a nadie a ser más justo, honesto, ni a amar y respetar a su prójimo, y por supuesto muchísimo menos a amar a Dios.
En la carta del apóstol San Pablo a los romanos tenemos una descripción de la situación de los hombres con relación a Dios, sus semejantes, y sus avances en inventos. (Romanos 1:18-32)

Dios nos ha encomendado un mensaje directo y claro.

Jesús predicó un mensaje de arrepentimiento desde el comienzo hasta el final de su ministerio en la tierra.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 4:17)

También enseño sobre la necesidad de creer o tener fe en él, como condición para ser salvos.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:16-18)

El mensaje del evangelio apunta directamente a la raíz del problema del hombre con Dios, a lo que lo separa del reino de Dios, es decir, su pecado. El pecado está incrustado hasta la medula, es como una infección que lo ha contaminado todo.

Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.” (Isaías 1:5,6)

Cuando el mensaje que se predique sea directo y claro producirá resultados sorprendentes. En hechos de los apóstoles encontramos el primer mensaje de Pedro, un mensaje que apuntaba al corazón de los oyentes. Leamos las últimas palabras de este sermón:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:36-39)

Dios nos ha confiado un mensaje comprensible.

Estoy plenamente convencido de que si echamos mano de los recursos provistos por Dios, el evangelio será comprendido y aceptado por muchos que aun no lo conocen.

En este punto es necesario mencionar que la comprensión de la verdad está estrechamente relacionada con la fe. Si la fe nace en el corazón de los que oyen el mensaje, entonces la luz de Dios los alumbrará.

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17)

Algo que deberíamos tener en cuenta y de lo que nos avisa la palabra de Dios es que el diablo ha cegado la mente de los hombres.

Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2ª Corintios 4:3,4)

Los medios que Dios nos ha provisto son los adecuados, son eficaces, son poderosos, y son los únicos capaces con los cuales podemos llevar a cabo la gran comisión y librar a los hombres de su ceguera espiritual.

Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:16-18)


Pedro Jurado

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