No presentemos el evangelio como
un espectáculo de Circo.
Hace poco emitieron un documental en
televisión sobre el uso que hacían algunos predicadores de las
carpas, a los que el programa catalogaba, si no recuerdo mal, como
los circos de Dios o los evangelistas de circos. Particularmente
pienso que una carpa puede ser un medio muy digno, aceptable y útil
para llevar el evangelio a muchos rincones del mundo. Siempre que lo
que se este haciendo sea precisamente eso predicar a Jesucristo a
toda criatura como Dios ha ordenado.
Creo que el apelativo de circo tiene un
uso mas apropiado, para los contenidos, métodos y espectáculos con
los que se pretende estar anunciando el evangelio de la salvación en
la actualidad, por medio de algunas organizaciones y lideres
cristianos.
Me suena ya a excusa gastada cuando
oigo con frecuencia a algunos decir que Dios no usa ya métodos o
maneras que a lo largo de la historia de la iglesia han sido medios
efectivos para alcanzar a los perdidos. No se si los que lanzan tales
aseveraciones saben en realidad de que están hablando, creo mas bien
que se les podría aplicar aquellas palabras de Jesús en las que
decía: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”.
(Mateo22:29)
De lo que si me doy cuenta es que todos
los que hacen tales planteamientos, sin excepción, finalmente
quieren establecer sus formas y técnicas modernas, que según ellos
son las más efectivas y apropiadas para llegar a las nuevas
generaciones. Nos quieren convencer de que sus programas son los
mejores, lo último del momento, la última revelación.
Estos innovadores llegan a las iglesias
alertando sobre el decrecimiento y la falta de conversiones que
existen en las mismas, cosa que no deja de ser un hecho real en
nuestro país, así como en otros muchos lugares. Sin embargo creo
que en sus juicios y aseveraciones se andan demasiado por las ramas y
no apuntan como ellos pretenden a la verdadera raíz del problema.
No creo que la falta de avivamiento en
las iglesias tenga nada que ver con las formas o los métodos que se
emplean para llevar a cabo la gran comisión, aunque por supuesto no
estoy de acuerdo en que todo es valido con tal de alcanzar los
objetivos.
Particularmente estoy convencido de que
Dios ha establecido ciertos medios, canales e instrumentos, de los
cuales a dotado a la iglesia para que cumpla fielmente con el mandato
divino. Creo firmemente que el fracaso en la obra de Dios y la falta
de fruto se debe al hecho de haber dejado de lado los medios
provistos por Dios.
Como creyente me preocupa lo que está
sucediendo alrededor del mundo en muchas iglesias, denominaciones y
organizaciones paraeclesiasticas acerca del uso de metodologías,
sistemas y maneras que se emplean para hacer llegar el evangelio a
las multitudes. Mientras que la gente acuda en masas todo es valido.
Han hecho suyo el lema “No importan los medios que usamos mientras
alcancemos los objetivos”.
Esa máxima deja mucho que desear
tratándose de que estamos hablando de la obra de Dios, algo
sobrenatural, sagrado, sobre la cual Jesucristo es el Soberano Señor.
Es posible que en los negocios del
mundo, todo o casi todo sea valido, con tal de que las empresas
triunfen, pero aun tratándose de este asunto es algo cuestionable
para el pueblo de Dios, el cual debe ser justo, honesto y exento de
toda avaricia.
Me pregunto si Dios desea que su reino
se extienda por todas las naciones de cualquier manera, y que la
palabra de verdad llegue a todos los rincones de la tierra sin que le
importen los medios que usamos.
Pienso que algunos líderes religiosos,
así como algunas organizaciones e iglesias están algo confundidos y
equivocados con respecto a los métodos y las formas que están
empleando, para ellos todo es admisible si con ello logran sus metas.
Si Simón el mago levantara la cabeza
en este tiempo diría probablemente que, para qué narices necesitaba
él al Espíritu Santo, si con todos los trucos que sabía hacer
podría tener una de las iglesias más grandes del mundo. Con toda la
diversión y entretenimiento que podía ofrecer captaría a las
multitudes, las cuales se irían tras él.
Diversión y más diversión, eso es lo
que desea el corazón de los hombres y es lo que está arraigado en
la naturaleza humana; entretenimiento y distracción, con tal de no
hacerse consciente de su lamentable estado ante Dios.
No se porqué, me da la impresión de
que los cristianos pretenden ganar el mundo dando la imagen de que
ellos también son divertidos, y de que para creer en Jesús no es
necesario que renuncies a todo lo que te hace feliz.
Cuando el Emperador Constantino se
convirtió supuestamente al cristianismo, obligaba a los países
paganos a que se hicieran cristianos sin necesidad de renunciar a sus
dioses que por tantos años ellos habían venerado, con el propósito
de mantener a las naciones conquistadas adheridas a su reino.
Hoy en día está sucediendo
exactamente lo mismo, queremos que muchos sean ganados para Cristo,
aunque sigan con sus malos hábitos y muchas de sus costumbres
impuras continúen en sus vidas. Los queremos mantener adheridos a
las iglesias sea como sea, aún vendiendo la verdad de Dios.
Mientras que el Señor dice: “No
améis al mundo ni las cosas que están en el mundo” Muchos
“cristianos” han tomado las cosas del mundo y las han bautizado
convirtiéndolas al cristianismo y “santificándolas”. ¡Que
error!
Se justifica el uso de métodos
extraños a las escrituras asegurando que no es posible alcanzar a
los hombres y mujeres de nuestras sociedades tan modernas si no
empleamos aquellas cosas en las que ellos están envueltos y son
cautivos y dependientes de ellas. Muchos opinan que los hombres de
hoy tienen necesidades diferentes y problemas distintos a los de otro
tiempo. Me parece absurdo y completamente fuera del punto de vista de
la palabra de Dios. El dictamen de la Biblia es que el problema de
los hombres es estrictamente espiritual y lo ha causado el pecado. La
humanidad está separada de Dios y lo que necesita es reconciliarse
con Él.
El mandamiento del Señor está muy
claro en cuanto a su deseo y voluntad de que el evangelio sea
predicado en todo el mundo.
Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:18-20)
“Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14)
Sin embargo creo que deberíamos
hacernos algunas preguntas pertinentes, como por ejemplo:
¿En qué manera quiso el Señor que se
llevara a cabo este mandamiento?
¿Con qué recursos capacitó a sus
discípulos para que realizasen esa tarea?
¿Podemos tener el éxito garantizado
en la obra de Dios si hacemos las cosas como el ordena?
Veamos algunos elementos de los que
Dios ha provisto a la iglesia para llevar a termino la gran comisión,
y en que manera debemos cumplirla.
En primer lugar, Dios ha provisto
a la iglesia con el Espíritu Santo para llevar a cabo la tarea.
“pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra.” (Hechos 1:8)
“Y nosotros somos testigos suyos
de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a
los que le obedecen.” (Hechos 5:32)
La falta de eficacia en la obra de Dios
se debe a una evidente carencia de poder. El Señor nos concedió el
Espíritu Santo para que fuésemos testigos excepcionales de su obra.
La tarea encomendada es espiritual y sobrenatural, solo puede
realizarse por la operación del Espíritu Santo.
La obra de convicción y de conversión
es exclusiva del Espíritu de Dios.
“Pero yo os digo la verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él
venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De
pecado, por cuanto no creen en mí; de
justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha
sido ya juzgado.” (Juan 16:7-11)
Es una condición indispensable que el
obrero de Dios sea lleno del Espíritu Santo, de otra manera
fracasará estrepitosamente en su trabajo.
Esto involucra algo más que quiero
mencionar y que da sentido al hecho de ser llenos del Espíritu. Es
que nuestra manera de servir, y nuestra actitud sea espiritual, así
como también al hecho de que debemos ser guiados por el Espíritu de
Dios.
“Porque nosotros somos la
circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos
en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” (Filipenses
3:3)
“Porque todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”
(Romanos 8:14)
Los que sirven a Dios no pueden confiar
en medios naturales, ni en sus propias fuerzas o talentos para tener
éxito en la obra de Dios. La circuncisión representa el que nuestra
carne ha sido echada fuera de nosotros, que nos hemos identificados
con Cristo en su muerte y que el hombre viejo ha sido crucificado y
enterrado.
Hemos sido resucitados con Cristo a
novedad de vida y revestidos con el Espíritu Santo de poder.
Otro aspecto importantísimo en cuanto
a la intervención del Espíritu Santo y del poder con el cual opera
es el de la manifestación de dones espirituales. El Señor
confirmaba el mensaje del evangelio con señales, milagros y
sanidades.
“Finalmente se apareció a los
once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los
que le habían visto resucitado. Y les dijo:
Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el
que no creyere, será condenado. Y estas
señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera
demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán
en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará
daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Y el Señor, después que les habló,
fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.
Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes,
ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que
la seguían. Amén.” (Marcos 16:14-20)
En ninguna parte de las escrituras
encontramos mención de que en algún momento haya cesado la
operación de los dones como acompañamiento que confirma la obra de
Dios. Las multitudes hambrientas, enfermas y necesitadas venían a
Jesús y a los apóstoles y recibían soluciones mediante el poder de
Dios.
La autoridad que tenemos delegada para
predicar la palabra de Dios es ratificada por el poder de Dios en su
manifestación.
En segundo lugar, Dios ha
escogido la locura de la predicación del evangelio para salvar a los
hombres.
“Pues ya que en la sabiduría de
Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a
Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan
sabiduría; pero nosotros predicamos a
Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para
los gentiles locura; mas para los llamados,
así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de
Dios. (1Corintios 1:21-24)
Este es el medio que Dios ha
determinado por excelencia para hacer llegar a todas las naciones el
mensaje de salvación, hasta el fin de los tiempos. A mi no me consta
en ninguna parte de las escrituras de que Dios fuera a cambiar este
método que es la proclamación del evangelio de Jesucristo.
Predicación es, la declaración publica de la enseñanza y doctrina
de Cristo.
Proclamación, según el diccionario de
la real academia española son los “Actos públicos y ceremonias
con que se declara e inaugura un nuevo reinado, principado, etc.
Que apropiada es esta acepción con
respecto al cometido que tenemos como embajadores del Rey de Reyes y
Señor de Señores de establecer su reino por todas las naciones
predicando el evangelio del arrepentimiento.
“porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en
el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y
cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian
buenas nuevas!” (Romanos 10:13-15)
La predicación del evangelio era una
locura hace 2000 años y lo sigue siendo en nuestra actualidad, habrá
quien lo crea como entonces, pero también existirá rechazo como
antaño.
No obstante frente a cualquier reacción
que provoque el evangelio no debemos intimidarnos, ni avergonzarnos
de seguir proclamándolo. Sino que debemos continuar haciéndolo en
todo tiempo y en todo lugar.
“Así que, en cuanto a mí, pronto
estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en
Roma.
Porque no me avergüenzo del
evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que
cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos
1:15,16)
En tercer lugar, Dios ha
determinado que mediante el testimonio ejemplar de la iglesia
expresado en: el amor unos con otros, la unidad y las buenas obras,
los hombres le conozcan.
- Amor. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34,35)
- Unidad. “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:20-23)
- Buenas obras. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:14-16)
A la hora de determinar cual ha de ser
el contenido de nuestro mensaje y cuales van a ser los medios que
empleamos para comunicarlo, debemos ser muy cuidadosos y selectivos,
no sea que nos hallemos banalizando el evangelio del reino.
Dios nos ha conferido un mensaje
relevante.
Lo relevante del mensaje no debería
ser determinado o juzgado por la exigencia de la gente. Unos querrán
escuchar una cosa y otros buscarán oír otra. Los gustos son tan
diferentes como personas hay en el mundo.
El hombre es incapaz de diagnosticar su
propio mal espiritual, es Dios quien conoce el corazón humano y su
profunda necesidad. Mediante el evangelio eterno Dios ha revelado su
plan para la salvación del mundo. Por medio de la obra de Jesucristo
en su vida, muerte y resurrección Dios nos ha provisto de todo lo
necesario para nuestra salvación y perfección cristiana.
San Pablo decía en uno de los pasajes
que hemos mencionado anteriormente, que unos piden señales y otros
buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado,
para unos tropiezo y para otros locura.
El mensaje del evangelio es
significativo en cuanto a su propósito de salvación, porque
establece claramente las condiciones y medios por los cuales podemos
entrar al reino de Dios y ser restaurados en nuestra relación con
Dios.
Dios nos ha delegado un mensaje
actual.
La actualidad del evangelio es la misma
que cuando fue predicado por Jesucristo y sus apóstoles hace veinte
siglos.
Jesús dijo: “El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35)
La verdad de Jesucristo es lo que todos
los hombres necesitan oír, la palabra viva y eficaz.
El mensaje del evangelio del reino no
ha caducado, pues nos habla de aquel que es el mismo ayer, hoy y por
todos los siglos.
Tenemos, como decía el apóstol Pedro
la palabra profética más segura, a la cual haríamos bien en estar
atentos.
La palabra de Dios hace un diagnostico
real de la situación en que se encuentra todo ser humano, no
importar su cultura, posición social, o lo sofisticada que puedan
ser las sociedades en la que se encuentren.
La condición de los hombres y mujeres
de nuestra generación con respecto a Dios, en su situación moral y
en relación con otros es la misma en su esencia. Ha habido avances
tecnológicos, grandes descubrimientos científicos, mejoras en la
calidad de vida, pero todo esto no ha ayudado a nadie a ser más
justo, honesto, ni a amar y respetar a su prójimo, y por supuesto
muchísimo menos a amar a Dios.
En la carta del apóstol San Pablo a
los romanos tenemos una descripción de la situación de los hombres
con relación a Dios, sus semejantes, y sus avances en inventos.
(Romanos 1:18-32)
Dios nos ha encomendado un
mensaje directo y claro.
Jesús predicó un mensaje de
arrepentimiento desde el comienzo hasta el final de su ministerio en
la tierra.
“Desde entonces comenzó Jesús a
predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se
ha acercado.” (Mateo 4:17)
También enseño sobre la necesidad de
creer o tener fe en él, como condición para ser salvos.
“Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que el mundo sea salvo por él. El que en él
cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
(Juan 3:16-18)
El mensaje del evangelio apunta
directamente a la raíz del problema del hombre con Dios, a lo que lo
separa del reino de Dios, es decir, su pecado. El pecado está
incrustado hasta la medula, es como una infección que lo ha
contaminado todo.
“Toda cabeza está enferma, y todo
corazón doliente. Desde la planta del pie
hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y
podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con
aceite.” (Isaías 1:5,6)
Cuando el mensaje que se predique sea
directo y claro producirá resultados sorprendentes. En hechos de los
apóstoles encontramos el primer mensaje de Pedro, un mensaje que
apuntaba al corazón de los oyentes. Leamos las últimas palabras de
este sermón:
Sepa, pues, ciertísimamente toda la
casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis,
Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de
corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones
hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo. Porque para vosotros es la
promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos;
para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hechos 2:36-39)
Dios nos ha confiado un mensaje
comprensible.
Estoy plenamente convencido de que si
echamos mano de los recursos provistos por Dios, el evangelio será
comprendido y aceptado por muchos que aun no lo conocen.
En este punto es necesario mencionar
que la comprensión de la verdad está estrechamente relacionada con
la fe. Si la fe nace en el corazón de los que oyen el mensaje,
entonces la luz de Dios los alumbrará.
“Así que la fe es por el oír, y
el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos
10:17)
Algo que deberíamos tener en cuenta y
de lo que nos avisa la palabra de Dios es que el diablo ha cegado la
mente de los hombres.
“Pero si nuestro evangelio está
aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;
en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”
(2ª Corintios 4:3,4)
Los medios que Dios nos ha provisto son
los adecuados, son eficaces, son poderosos, y son los únicos capaces
con los cuales podemos llevar a cabo la gran comisión y librar a los
hombres de su ceguera espiritual.
“Pero levántate, y ponte sobre
tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por
ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que
me apareceré a ti, librándote de tu
pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
para que abras sus ojos, para que se conviertan de las
tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que
reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre
los santificados.” (Hechos 26:16-18)
Pedro Jurado
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