martes, 2 de octubre de 2012

EDIFICANDO UNIDOS EL REINO DE DIOS (ESTUDIO)


Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.” (Lucas 14:28-30)
El Señor compara en este pasaje la edificación de la vida espiritual a una torre que se quiere levantar. La edificación espiritual comprende toda obra en el reino de Dios que queremos llevar a cabo, ya sea en la propia vida de uno o bien con el propósito de que este sea extendido siendo dado a conocer, o con el objetivo de que sea afirmado y consolidado en la vida de los hijos de Dios.

Es necesario que entendamos lo que implica la obra de Dios y como debemos realizarla.
En muchos casos lo que se está construyendo es una gran torre de Babel, un monumento religioso que solo da culto y gloria al hombre, pero que Dios no tiene nada que ver con eso. En la construcción de Babel existen características similares a las que se encuentran en la autentica obra de Dios y que en el caso de la iglesia son factores necesarios para que el reino de Dios sea edificado. No obstante en esta torre de Babel que se quiso edificar, los propósitos o la finalidad no son los de Dios, y mucho menos se le está tomando en cuenta a él para lograr tales objetivos.
(Génesis 11:1-9)
En el relato de la edificación de Babel encontramos ciertos principios que los hombres siguieron y que también podemos reconocerlos y aceptarlos como prácticos para realizar la obra de Dios.

  1. Todo el pueblo era uno.
  2. Tenían un mismo lenguaje.
  3. Tenían un proyecto, una visión común.
  4. Estaban decididos a llevar a cabo la obra.
  5. Pusieron imaginación y creatividad en la obra.
  6. Se pusieron a trabajar, emprendieron su hazaña.
  7. Estaban dispuestos a llegar hasta el final.

Como he mencionado anteriormente la intención de los hombres al hacer esta gran obra no era para darle la gloria a Dios, la finalidad no era construir el reino de Dios, sino enfrentarlo, pretendiendo demostrar que eran auto suficientes y poderosos. Satanás es un falso imitador de las obras de Dios e incita al hombre. Si el diablo no consigue destruir lo que Dios ha hecho y quiere hacer, lo imita, consiguiendo que los hombres hagan falsas replicas, desprestigiando de esa forma la autentica obra de Dios.
Estos edificadores no buscaban como digo edificar la obra de Dios, ni santificar y honrar el nombre de Dios, más bien querían hacerse un nombre para perpetuarse, pretendían su propia gloria y promoción.
En su empresa eran movidos por el temor a ser esparcidos sobre toda la tierra; en el fondo sabían que estaba mal lo que procuraban hacer, y que eso no agradaba a Dios.
La palabra de Dios declara que lo que el impío teme eso le vendrá. Dios trajo confusión y división sobre todos estos hombres. Así sucederá también sobre toda obra y proyecto que se levante sin que Dios sea el rey y cabeza, y donde el no reciba toda la gloria y la honra, el mandará desconcierto y desorden.
Ahora bien ¿Qué nos da a entender esta historia? ¿Significa que no deben existir proyectos claros? ¿Nos quiere enseñar que no debemos tener un proyecto y propósito común? ¿Nos está mostrando que no debemos trabajar en unidad? No, rotunda y bíblicamente No.
Por toda la escritura encontramos ejemplos de la importancia que tiene trabajar según un plan previsto, conforme a los proyectos que Dios en su sabiduría haya mostrado, además de la importancia de que el pueblo de Dios tenga un mismo fin y sentir, una misma idea, a saber la de llevar a termino la obra de Dios para su gloria.
Sin embargo una lección que esta historia nos quiere enseñar es la de discernir entre una obra meramente humana o humanista-religiosa y la obra espiritual de Dios, aquella en la que el es soberano y Señor.
Creo que el obrero de Dios siempre debe tener presente, que si el Señor no edifica la casa en vano trabajan los que la edifican. Por otro lado no debe olvidar nunca las palabras de Jesús que dice: “Yo edificaré mi iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”

La biblia nos enseña por doquier el interés y deseo de Dios en revelar sus propósitos y planes a sus siervos. Por otro lado la palabra de Dios alienta a sus siervos, obreros y a todo su pueblo a indagar y procurar conocer la voluntad de Dios.

Cuando los hombres reciben este conocimiento de lo que Dios quiere hacer, deben humillarse y reconocer su propia indignidad e impotencia ante esa sabiduría, y andar con temor de Dios. No obstante Dios espera una sujeción, obediencia a su voluntad y que se realice la obra que él haya indicado.

Edificando el reino de Dios, en Dios, para Dios y dirigidos por Dios.

Para Dios es mucho más importante el ser que el hacer; para él, la buena actitud, la motivación correcta, debe preceder toda acción u obra que vayamos a realizar. De modo que antes de emprender cualquier proyecto espiritual o plan social debemos primeramente examinar con honestidad la motivación que nos impulsa.
a) ¿Está de acuerdo este proyecto con la voluntad de Dios? Estamos obedeciendo con ello la palabra de Dios

b) ¿Cumplimos con este plan o proyecto la gran comisión? Llevar el evangelio a todo el mundo y hacer discípulos en todas las naciones.

c) ¿Es para darle la gloria a Dios este proyecto u obra? O tal vez para satisfacer nuestro propio orgullo.

d) ¿Buscamos nuestra propia promoción y un estatus entre el liderazgo espiritual, un nombre? O que Dios sea exaltado y que nosotros seamos menos.

e) ¿Sirve este proyecto al cumplimiento de los propósitos de Dios y el evangelio de Jesucristo? Llevar salvación, sanidad y liberación a los necesitados y oprimidos del mundo y de la iglesia, así como la proclamación del mensaje del reino de Dios.

f) ¿Me está pidiendo Dios realmente que realice determinada obra? Es muy importante estar seguros que es el Espíritu Santo quien nos está dirigiendo.

Seguramente habrá otras preguntas tan importantes como estas que podríamos hacernos y que nos ayudarían a aclarar nuestras intenciones y ver si estamos en la postura correcta.

Ante todo debemos ser dirigidos por el Espíritu Santo, y depender totalmente de Dios en lo que nos pueda estar mostrando. Necesitamos estar en una continua comunión e intimidad por medio de la oración y mirando la palabra de Dios.

Analicemos ahora detenidamente los principios que hemos descrito respecto a la construcción de la torre y veamos como estos han de regir en la edificación de la obra del Señor. Podemos descubrir a lo largo de toda la biblia como estos factores forman parte importante para la realización de cualquier proyecto, plan y estrategia de Dios.
1º) Debemos ser uno.
La oración de Jesús en el evangelio de Juan 17 era un clamor por la unidad de los discípulos y en ella se expresa lo que es la voluntad de Dios, su deseo. “Un cuerpo, un Espíritu, un Señor” (Efesios 4:1-16) En la iglesia del primer siglo, narrado en hechos de los apóstoles encontramos el mejor ejemplo práctico de lo que significaba ser uno para los creyentes. Desde el capitulo primero en adelante podemos observar muestras de la unidad que prevalecía entre los creyentes.

Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.” (Hechos 1:12-14)

Todo el grupo de discípulos permanecía unido en oración y ruego. Estaban juntos para ver cumplirse un objetivo, a saber, aguardaban el cumplimiento de la venida del Espíritu Santo. Así continuaron hasta que llegado el día de Pentecostés ocurrió el milagro y la promesa de Jesús se hizo manifiesta.

Cuando llegó el día de pentecostes, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:1-4)

Una vez que todos los que estaban en el aposento alto fueron llenos del Espíritu Santo Pedro dio su primer sermón en el que unas tres mil personas se convirtieron al Señor.
Toda esa multitud que se añadió a la iglesia no fue ningún inconveniente para no permanecer unidos. Ellos estaban unidos en la doctrina apostólica, vivían en comunión unos con otros, compartían los alimentos y se reunían para orar. Estos son factores muy importantes en los que la iglesia del Señor debe permanecer unida.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” (Hechos 2:41,42)

La unidad que experimentaba la iglesia del primer siglo no era esporádica, sino que cada día la practicaban reuniéndose en el templo y por las casas.

Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hechos 2:43-47)

Así podemos continuar citando pasajes que nos indican en que manera los creyentes estaban unidos para la causa de Dios.

Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios” (Hechos 4:23,24)

Este ultimo versículo que cito lo dice todo de una vez, y nos expresa hasta que punto los creyentes estaban comprometidos no solo con Dios, sino unos con otros.

Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.” (Hechos 4:32)

2º) Debemos hablar un mismo lenguaje.
El lenguaje del Espíritu, que es conforme a la palabra de Dios y la mente de Cristo.
Para llevar a cabo la obra de Dios es necesario que entre los creyentes haya comunión y comunicación. Las palabras expresan las ideas, las ideas nuestros sentimientos, convicciones y creencias. Si no nos expresamos con claridad y de forma inteligible como vamos a entendernos.
San Pablo nos enseña de dos formas de lenguaje y expresión de palabras para hablar de las cosas de Dios: A) La lengua extraña operada por el Espíritu Santo. Esta sirve para que el creyente se edifique así mismo cuando la practica, aunque el no entiende lo que dice, pero como dice Pablo por el Espíritu habla misterios. B) Está el don de lenguas que opera junto a la interpretación de lenguas. No se trata de un lenguaje conocido sino del idioma del Espíritu. Toda la iglesia es edificada por la manifestación de este don. C) El lenguaje inteligible, es decir en un idioma que conocemos y entendemos perfectamente. San Pablo nos dice que a la iglesia debemos dirigirnos con palabras inteligibles, es decir en un lenguaje que todos tengan en común, que sea bien conocido para que reciba edificación.
Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” (1 Pedro 4:11)

Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” (1ª Corintios 1:10)

Cuando la iglesia no tiene un mismo lenguaje a través del cual expresa un mismo parecer y una misma mente, es inmadura. Un panorama así, que es el que se muestra que ocurría en la iglesia de los corintios no mostraba diversidad, sino división.
Ahora bien, en la iglesia de Dios, el lenguaje y las palabras que se deben hablar han de ser conforme a la sabiduría de Dios.
1ª (Corintios 2:6-16)

Es muy importante saber de que fuente estamos bebiendo la sabiduría y de que caudal nos estamos saciando, y que le estamos dando de beber a la iglesia.

El apóstol Santiago nos habla en su epístola de cuatro fuentes distintas de sabiduría:

¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:13:18)

  1. Terrenal, de la tierra, es sabiduría humana, el producto de la mente del hombre. El humanismo expresa toda la filosofía del hombre en la cual él es el centro. Dios está por él hombre y no desea que ningún ser humano se pierda, pero su mensaje de redención no está de acuerdo con la filosofía y planteamientos humanos.
  2. Animal, es sensual, instintiva, pasional.
  3. Diabólica, que se inspira en Satanás, mentirosa. Es la lengua inflamada e inspirada por el infierno.
  4. La sabiduría de Dios o que viene de lo alto.

3º) Debemos trabajar en un proyecto, visión y objetivos comunes.
Debemos preguntarnos ¿Cuál es el plan de Dios? Según las escrituras inspiradas ¿Cual es la voluntad de Dios y sus propósitos predeterminados para la iglesia? La conformidad con esa voluntad de Dios, con sus planes y modelos revelados en su palabra son determinantes para trabajar en unidad.

Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18 Versión Biblia las Américas)

Sin profecía el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18)

¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amos 3:3)

Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:19,20)
Es fundamental trabajar hombro con hombro para realizar la obra de Dios, ayudándonos mutuamente y animándonos unos a otros.

crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:15,16)

La idea es que crezcamos como iglesia, uniformemente, proporcionalmente, (pero hemos hecho de la iglesia una caricatura) como un cuerpo cuando está sano debe desarrollarse. Cada miembro del cuerpo debe alcanzar el tamaño apropiado, para así desarrollar su función propia y su utilidad necesaria para todo el cuerpo. Todo el cuerpo obedece a la cabeza y sigue todas sus indicaciones sin rechistar, de otra manera habría alguna disfunción, algo no estaría bien.

4º) Estar decididos, proponernos a conciencia hacer la obra de Dios.
Es necesario que haya una disposición respaldada por una voluntad decidida. La palabra de Dios nos dice que hagamos firme nuestra vocación y elección, pues haciéndolo así no caeremos jamás. Muchos aún no han entendido que Dios no les llamó para llevarlos al cielo y nada mas; el Señor nos ha elegido para que lo sirvamos, para que seamos colaboradores suyos en la realización de su obra. Cada creyente debe tomar conciencia de este llamado y disponer su corazón, su cuerpo y toda su alma en una entrega completa al Señor para que él lo pueda usar.
Ahora bien, comprendo que es obra de Dios que el nos despierte poniendo en nuestros corazones el interés, el deseo, el querer como el hacer de su buena voluntad. No tengo dudas de que él quiere hacer esto; en toda la palabra Dios se expresa su deseo e interés en querer usarnos.

Yo estoy con vosotros, dice Jehová. Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios,” (Hageo 1:13,14)

5º) Ser creativos y usar nuestra imaginación.
Una mente renovada por el Espíritu Santo, la cual está abierta a los sueños y visiones de Dios. Debemos permitir que el Espíritu de Dios proyecte en nuestros pensamientos sus planes y las obras que quiere hacer. Jesús dijo:

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (Juan 14:12-14)

Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.” (Hechos 2:17-21)

6º) Poner manos a la obra, ser diligentes, entrar a la acción.
Una vez que sabemos lo que tenemos que hacer porque Dios nos ha hablado y nos ha mostrado sus planes, hay que ponerse a trabajar. No es necesario seguir dándole vueltas a las cosas en nuestras cabezas, es hora de actuar en fe. Si no entramos a la acción comenzaremos a dudar de todo lo que Dios nos haya mostrado y caeremos en una gran confusión. No debemos pensar que no es el tiempo de actuar, no hay que esperar hasta que todo esté girando a nuestro favor para poner manos a la obra de Dios.

Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos.” (Hageo 1:2-5)

En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Romanos 12:11)

Jesús hablo de esa tendencia natural a razonarlo todo, esta actitud siempre va a tener la consecuencia aunque no intencionadamente de postergar la acción y retrasar la obra. El pensar que la gente no está dispuesta a escuchar, que ellos están bien y que no tienen necesidades.

¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.” (Juan 4:35-38)

7º) Proponernos llegar hasta el final, acabar la obra que se empieza.
Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” (1ª Corintios 15:58)

La palabra de Dios indica que el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos, no acaba nada de lo que empieza. Muchos creyentes han adquirido ese mal hábito de la inconstancia, andan saltando de un lado para otro haciendo muchas cosas, son incapaces de centrarse en una cosa hasta concluirla. Esto es un problema de carácter muy grave. Alguien que tiene doble ánimo se encuentra dividido en sus muchos pensamientos y no ha decidido con firmeza lo que quiere hacer, es dominado por sus emociones volubles. Estas personas son muy indecisas, no se arriesgan en Dios, por otro lado también pueden ser muy precipitadas en adquirir compromisos sin pensar. Ellos están con un pie en la carne, confiando en su propia prudencia y sabiduría y con otro en el espíritu.
Cuando vamos a edificar el reino de Dios todo el infierno se pondrá en contra, Satanás nos hará resistencia y lo querrá impedir por todos los medios. De modo que es necesario mostrar decisión y firmeza, para emprender y continuar la tarea que Dios nos haya encomendado. Es necesario apuntar hacia la meta que Dios nos ha puesto por delante y extendernos hacia su cumplimiento. Como nos enseña la palabra, debemos poner las manos en el arado y no mirar hacia atrás; es sabio evitar las distracciones que nos roban las energías que podríamos estar invirtiendo en el reino de Dios.
Esforcémonos en llegar a la meta para alcanzar el premio que el Señor tiene reservado para cada uno, y no abandonemos antes de tiempo.

Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Apocalipsis 2:10)

Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana.” (Apocalipsis 2:26-28)

He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.” (Apocalipsis 2:11,12)

Pedro Jurado

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