miércoles, 27 de noviembre de 2013

NO PERSIGAN GRANDEZAS

PSA 131:1-2 DHH
"Señor, no es orgulloso mi corazón, ni son altaneros mis ojos, ni voy tras cosas grandes y extraordinarias que están fuera de mi alcance.  Al contrario, estoy callado y tranquilo, como un niño recién amamantado que está en brazos de su madre. ¡Soy como un niño recién amamantado!"

Jeremías 45:1-5 RVR60
"Palabra que habló el profeta Jeremías a Baruc hijo de Nerías, cuando escribía en el libro estas palabras de boca de Jeremías, en el año cuarto de Joacim hijo de Josías rey de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel a ti, oh Baruc: Tú dijiste: ¡Ay de mí ahora! porque ha añadido Jehová tristeza a mi dolor; fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso. Así le dirás: Ha dicho Jehová: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares adonde fueres."

A causa de la invasión de los caldeos y la situación de crisis en judá una parte del pueblo de Dios emigró a Egipto; cosa que Dios les había profetizado por medio de Jeremías que no hiciesen.

Tomando como figura esta historia de los judiós, siempre existe en los creyentes la tendencia de buscar refugio y seguridad en el mundo cuando las cosas se ponen feas, creemos que así nos irá mejor. En vez de confiar en el Señor para nuestra seguridad y protección buscamos asilo en los hombres que habitan en el país de las vanidades.

El principe de este mundo es el diablo, satanás es el que opera en los hijos de desobediencia. Es su reino, son su posesión, siempre procurando atraer a los hijos de Dios ofreciendoles oportunidades y cosas para después someterlos y hacerlos cautivos. Recordemos que esa fue la experiencia del pueblo de Dios en Egipto, la esclavitud bajo el gobierno del faraón.

Jeremías fue con el pueblo a Egipto para que no les faltase la palabra de Dios y para velar por ellos en lo posible. Baruc era el escriba de Jeremías, él también se encontraba en Egipto.

Esta palabra que Dios le habla a Baruc por medio de Jeremías encierra también un mensaje para los creyentes de todos los tiempos, son unos consejos intemporales que haremos bien en tener en cuenta.

Primeramente y por medio de la palabra profética, el Señor hace una descripción del corazón de Baruc y de su estado
físico y anímico. La situacíon de Baruc coincidia exactamente con lo que el mismo declaraba por su boca.

Se sentía triste, sufría, estaba fatigado, cansado y gimiendo; no encontraba ningún descanso. Dios se lo dice, es decir, le confirma su estado. Pero Dios no le habla para machacarlo más, sino para decirle después el porqué se siente de esa manera, y como puede salir de esa condición.

Siempre nos será de mucha ayuda el conocer y poder describir nuestros sentimientos. Hacer una valoración de como nos encontramos, y tener un diagnóstico de nuestro estado anímico nos permitirá vislumbrar con más claridad la posible solución.

Mientras que Dios estaba tratando con su pueblo y todas las naciones, Baruc se encontraba ocupado en sus proyectos personales. El tenía sueños que estaba persiguiendo. Parece que su estado anímico y la frustración que sentía era debido a que no iba a poder ver sus sueños realizados. En lo que Dios le dice se deja entrever que tenía planes diferentes para él.

"¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques" Baruc estaba metido de lleno en sus negocios, él buscaba el éxito profesional. Probablemente se esforzaba por alcanzar cierta posición y renombre en Egipto, quizás un estatus social entre los grandes.

¿Es malo tener sueños y aspirar a más? Claro que no. ¿Está mal dedicarnos a nuestros negocios? Por supuestísimo que no. Es lo que necesitamos y debemos hacer, tener visión y trabajar. Pero fijese que Dios apunta a la motivación del corazón de Baruc, y le dice que está buscando grandezas. El escriba Baruc se estaba dejando llevar por la vanidad, estaba picado por el veneno del orgullo. Y el Señor le dice, no, no busques grandezas.

Esta exhortación toca de lleno el corazón de muchos creyentes que se hayan en el mismo estado que Baruc, buscando grandezas en sus vidas. Lo hacen en la iglésia y en sus ministerios, y lo hacen en sus profesiones, dejandose dominar por los conceptos de éxitos mundanos.

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