jueves, 29 de mayo de 2014

UNA REFLEXIÓN SOBRE LOS SUEÑOS

Job 33:14-18 RVR1960
"Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; Pero el hombre no entiende.  Por sueño, en visión nocturna, Cuando el sueño cae sobre los hombres, Cuando se adormecen sobre el lecho,  Entonces revela al oído de los hombres, Y les señala su consejo,  Para quitar al hombre de su obra, Y apartar del varón la soberbia.  Detendrá su alma del sepulcro, Y su vida de que perezca a espada."

Cuando en el descanso descendemos hasta el nivel de la inconsciencia y las visiones nocturnas comienzan, y se despiertan nuestros miedos para acecharnos; y los fantasmas de la noche que estaban ocultos aparecen en el silencio de entre las sombras. Como anestesiados, aletargados en el mundo de los sueños, salen a nuestro encuentro los habitantes más siniestros. Los moradores de la oscuridad no duermen, no descansan, salen de sus escondrijos para cazar sus presas; aguardan a que bajemos la guardia y a que nuestros sentidos y facultades estén embotadas.

En la lobreguez nocturna nos sentimos asediados y amenazados. Acorralados por nuestros temores y oprimidos por la ansiedad en nuestro pecho, respiramos acelerados. Por un momento parece que no podemos movernos, nos encontramos indefensos ante unas fuerzas que desconocemos.

En las pesadillas descubrimos también nuestras armas más poderosas, y hallamos las salidas más eficaces hacia una victoria segura.

En mi caso, un sueño recurrente es que vuelo y me elevo sobre mis enemigos, de tal modo que no me pueden dar alcance. Una habilidad y destreza sobrehumana se apoderan de mí haciendome invencible. Lucho incansable, y escapo a todos los ataques que mis adversarios lanzan contra mí vida.

A veces me contemplo sobrevolando la ciudad encendida bajo un cielo oscuro aterciopelado, sutilmente iluminado por la luna y las estrellas. En el horizonte, la mar en bonanza refleja la tintineante luz alargada de la lámpara nocturna. Se oye el silencio, se siente la libertad, la gravedad no existe. Observo los tejados de las casas, las azoteas de los edificios, los patios interiores, todo en calma; la ciudad está dormida.

Me elevo alto, muy arriba, desde donde todo se ve pequeño; y vuelvo a descender surcando los cielos y aproximandome en vuelo raso a gran velocidad. Me alejo en el horizonte marino, allí donde la soledad se incrementa y en cuyo lugar grita el silencio.

Despierto, y descubro, que algo hay de cierto en mis sueños, en el fondo dicen mucho de mí. Los altos vuelos, el mar, la libertad, el silencio, la incesante lucha, y la victoria sobre mis adversarios. Dios me ha llamado a volar alto y libre, y no a vivir en esclavitud al mundo y a mis pecados, y mucho menos a estar en opresión bajo el yugo de mis adversarios. La vida de Dios, la vida espiritual, es de altos vuelos, se experimenta en los lugares celestiales, pero sin perder de vista la tierra.

Siempre existe una salida digna, hay una fuerza invisible que nos ampara y nos sustenta cuando pensamos que todo está acabado. Cuando ya las cirscunstancias nos desbordan y parece que nos ahogan, cuando impotentes y al limite de nuestras fuerzas nos asalta la idea de que todo está perdido, ahí está su abundante gracia.

Salmos 121:1-2 RVR1960
"Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?  Mi socorro viene del Señor, Que hizo los cielos y la tierra."

¿Cómo si no miraríamos hacia arriba, que otra cosa nos empujaría a buscar más, cómo aspiraríamos a una vida más elevada? Nececesitamos algo que nos empuje, un acicate, alguna aflicción, una crisis, algún temor, alguna debilidad. Necesitamos ver nuestra impotencia frente a la vida, tocar fondo, sentirnos acabados, para que echemos mano de la fe y nos volvamos a nuestro creador.

Dios nos hace renacer a una nueva vida, Él nos da la capacidad de volar en el Espíritu. Mediante la fe y la adoración nos elevamos en las alturas y vencemos nuestras miserias. El neuma de Dios nos hace subir y observar las cosas desde una nueva dimensión, nos permite mirar más allá del horizonte y contemplar lo invisible, lo que hay detrás de todo.

El Señor nos provee de alas poderosas con las que podemos ascender muy alto y sobrevolar los más imponentes obstáculos. Es normal que aspiremos a lo más alto, es de ahí de donde procedemos, venimos de Dios, fuimos creados para su reino y para reinar.

Colosenses 3:1-3 RVR1960
"Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios."

Mis sueños, son a veces tan reales, que cuando abro los ojos aún los estoy viviendo. La misma lucha con entidades oscuras que pretenden sojuzgarme y llevarme a su terreno bajo alguna esclavitud. Combates intensos en los que invoco el nombre del Señor y resisto a mi enemigo en oración. Por la gracia de Dios permanezco firme clamando a Él, e intentando salir de mi somnolienta indefensión, despierto escuchando mi propia voz en medio del fragor de la batalla.

No soy dado a los sueños, ni despierto ni dormido, por lo general no les hago caso. Pero a veces vienen cargados con una impronta divina que no los puedo ignorar, son como un mensaje claro de parte de Dios.

Desde luego, si no mucho, algo tienen que ver nuestros sueños con la realidad que estamos viviendo. De algún lugar muy recondito de nuestro ser surgen todas esas experiencias extrañas. De las mismas vivencias diarias, de nuestros anhelos más profundos, de nuestras creencias más arraigadas, de nuestros pensamientos más recurrentes, de las imagenes retenidas en nuestra mente como fotogramas que luego se revelan en el cuarto oscuro.

Me atrevo a decir que la gran mayoría de nuestros sueños están relacionados con el estado de nuestra vida o mundo interior. Como creyentes, cuanto más comprometida y profunda es nuestra relación con el Señor y más consistente nuestra vida espiritual, los sueños serán más edificantes. Cuando nuestra mente y corazón están saturados por la palabra de Dios estando despiertos, y si nos mantenemos en santidad por la gracia de Dios, seremos guardados en nuestros sueños.

Las expectativas que tenemos en la vida, nuestras metas, en lo que ocupamos nuestro tiempo, aquello a lo que entregamos las energías, serán en definitiva las cosas que predominen en nuestro estado inconsciente.

Hechos 2:17 RVR1960
"Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños;"

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