viernes, 9 de mayo de 2014

VENCIENDO LA PREOCUPACIÓN (PARTE 1)

La preocupación es uno de los grandes males de nuestro siglo. Arrastra a los individuos a estados de desasosiego y ansiedad, de desequilibrio mental, emocional, e incluso a enfermedades físicas.

Le diré algo sin rodeos que no todos entienden, y espero que nadie se ofenda, la preocupación es un espíritu; no es un pensamiento, ni una simple actitud, es un demonio. Lo creo así, simplemente porque el proposito de satanás en todas sus empresas es robar, matar y destruir. Y es hacia estos fines a los que la preocupación nos dirige de manera progresiva.

El origen de la preocupación no es aquello por lo que nos preocupamos, sino la preocupación en sí misma. En las mil y una cosas que pensamos que son las causas de nuestras preocupaciones, éstas son simplemente distracciones, son señuelos del diablo.

Lo mismo que Dios no nos da derecho ni licencia para pecar, tampoco nos ha dado licencia para preocuparnos, ni para estar en una ansiosa inquietud.

Muchos creyentes consideran la preocupación como si se tratara de un simple resfriado común, algo nada grave y totalmente inofensiva. Se nos ha hecho muy familiar, pero cuidado, porque es descendiente de satanás, es familia directa del diablo. No debemos regodearnos con este engendro del reino de las tinieblas, ni acariciarlo y quererlo como si fuera algo nuestro. No debemos tomarle gusto, porque finalmente nos envenenará y armargará toda nuestra existencia.

La sicología nos da una perspectiva humanista, natural, y muy limitada de este asunto. Así como la consejería cristiana que se ocupa también en gran parte de los síntomas o consecuencias de la preocupación, como la sicología del mundo, pues ha bebido mucho de ella. La palabra de Dios nos da una respuesta definitiva a este gran problema de la preocupación, yendo a la raíz y origen de su causa.

1 Juan 4:1 LBLA
"Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo."

La preocupación tiene su origen en la creencia, y ésta a su vez es de naturaleza espiritual.

Aún los creyentes pueden estar siendo gobernados por el espíritu de preocupación, el mismo espíritu que opera sobre los hijos de desobediencia.

Analicemos este asunto detenidamente para que sepamos como combatirlo.

La preocupación ejerce un poder mental y emocional de autosujestión muy fuertes, y nos enfrascamos en ella aunque no nos guste ni queramos. Tiene cualidades de profeta mentiroso, porque nos adelanta imaginativamente el futuro desastroso de las cosas, hablando por si misma. Nos cuenta historias que aún no han sucedido, y nos hace temer cosas que no sucederán.

Cuando intimamos con la preocupación sucede lo inevitable, y es que ésta engendra hijos. Uno de ellos es el temor, un temor que nos paraliza, que nos sofoca y esclaviza. Otro de los hijos que engendra es la obsesión, que actua como una fijación mental en todo lo negativo, viene como una avalancha de pensamientos y creencias perturbadores que nos asaltan y de los cuales no nos podemos susbtraer.

Otros hijos de la preocupación son la ansiedad, la tristeza profunda y la debilidad tanto anímica como física. Algo que todos necesitamos comprender, es que la preocupación no se resuelve tratando con los hijos, estos son simplemente los sintomas, sino tratando con ella misma desde su raíz.

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