lunes, 14 de abril de 2014

EL PODER DE SU RESURRECCIÓN

Filipenses 3:9-10 RVR1960
"y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte"

La resurrección de Jesucristo es un hecho grandioso, y constituye la piedra angular de la fe cristiana. La tumba del maestro de Galilea está vacia, no porque robaran su cuerpo o porque lo exhumaran para hacer reliquias. El mismo Espíritu Santo que hizo posible que Jesús fuese engendrado en una virgen es el que volvió a darle vida una vez muerto y sepultado. Esta vez transformando su cuerpo de carne y convirtiendolo en energía espiritual, corporea e inmortal.

Jesús está vivo, y en sus propias palabras el le dice a todos los creyentes :

S.Juan 14:19 RVR1960
"Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis."

El poder que levantó a Jesús de la muerte es el mismo que más tarde fue derramado en pentecostés llenando a todos los discípulos. Y es el mismo que reviste y llena a la iglesia, el cuerpo de Cristo, para impartirle su vida poderosa y transformadora.

Necesitamos comprender que el poder de la resurrección está obrando aquí y ahora en todos los que creen en Jesucristo conforme a las escrituras.

Conocer el poder de su resurrección significa haber entrado en una nueva dimensión de la experiencia cristiana, esto es vivir en la vida de Dios, la vida del Espíritu, y ya no más según la voluntad de nuestra carne y nuestra mente. No es algo que optendremos plenamente en nuestra existencia aquí en la tierra, no obstante sí lo podremos experimentar en mayor o menor medida.

Asemejandonos a su muerte también nos asemejaremos a su vida, lo primero es la entrada a lo segundo.

El camino hacia la apropiación de su muerte y de su resurrección es la revelación, y eso es algo que no viene de nosotros mismos sino de Dios. De nuestra parte solo hemos de poner el hambre por Dios, el deseo y la pasión por conocerle. Dios debe ver en cada uno de nosotros que lo anhelamos, así como él nos anhela por su Espíritu.

Efesios 1:17-21 RVR1960
"para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero"

Conocer la "supereminente grandeza de su poder" es parte de la herencia de los creyentes. Este poder emana de la misma presencia de Dios, desde su trono de gloria y autoridad. La palabra de Dios nos confirma que estamos en Cristo, sentado juntamente con él en los lugares celestiales. Dios nos ha concedido tanto su poder como su autoridad espiritual, sobre todo principado  y hueste espiritual en las regiones celestes. Es solo en base a esta obra de Dios, privilegio y bendición que se nos ha concedido, es decir, desde esa posición en la que hemos sido colocados que fluye el poder y la autoridad que son de Dios.

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