Descórranse
las cortinas que encubren la inmensidad de Tu reino.
Sean
de lino, seda, o bordadas con hilo de oro fino.
Apártense
de mis pupilas las cosas que me impiden verte,
contemplarte
como eres, en tu gloria, majestuoso y vestido de luz resplandeciente.
Caigan
los velos que ciegan mis ojos ocultándote de mi vista,
para
no ver yo donde moras, donde vives y como obras.
Tú
estás conmigo, me rodeas, vivo en tu presencia continuamente,
aunque
a veces no lo sienta ni lo vea.
Mi
condición natural has traspasado, con tu muerte me has dado vida,
mis
ciegos sentidos has abierto, para que te contemple y admire en tu
habita celeste, detrás de todo lo aparente.
Quitaste
el velo de mi culpa, los pecados que de ti me separaban arrancaste de
mi pecho, salvándome de una muerte segura con tu sangre derramada.
Y
aunque polvo soy mezclado con agua, un vaso de barro nada mas, de
poco precio, te alojaste dentro de mí.
Eres
mi gran tesoro, mi mayor riqueza, la que nunca perderé aunque todo
fenezca.
Cuando
estoy atribulado no me angustio, si en apuros no desespero;
si
perseguido por mis enemigos, no me desamparas, si caído tu me
levantas.
Día
a día me transformas a tu imagen y semejanza, y en ello encuentro
contento;
en
mi debilidad eres mi fuerza, en mi necesidad mi sustento. Todo lo que
pueda poseer, Tú me lo has dado, de ti lo he recibido todo, aun cada
aliento que me sostiene; Jehová Jiré ¡Quién es mi plenitud, sino
Tú¡
Este
velo de mi cuerpo y de mi alma que te encierra, que poco a poco se
desgasta y se desgarra, que cada instante muere, rompiéndose en mil
pedazos para dejar salir tu vida, tu belleza y hermosura. Esa gloria
tuya, eterna, que ha de resplandecer en mi cuando del todo perezca,
es verdadera, es cierta; como anhelo que sea manifestada en este
tiempo presente, en mi morir diario, en mi vivir muriendo.
Nada
que sea temporal y pasajero me impida verte, ni los hombres te
oculten de mi, ni sus obras majestuosas, ni sus influencias, ni el
señorío que ostentan.
El
mundo, sus reinos, todas sus riquezas no son mas que sombras, nubes
que se disipan cuando el viento sopla.
Veo
Tu reino invisible, contemplo lo que es eterno, al Dios Soberano que
todo lo puede; Tu hiciste el universo que admiramos, de lo que no se
veía hiciste aparecer todas las cosas, con voz de mando y palabra
poderosa.
Mas
ahora, todo lo que es visible lo estás removiendo de su lugar, para
que quede lo inconmovible, lo duradero, lo perdurable, lo perpetuo.
Lo
aparente pasará, lo efímero no será mas, todo ha de ser removido
de su sitio y dará paso a la eternidad; cuanto vemos será
reemplazado por lo que es verdadero, por lo invisible, por lo que no
tiene final.
Los
visillos celestes serán recogidos y enrollados como un pergamino.
Los
reinos de la tierra ya no serán más; el Rey de reyes, el Señor de
señores, con autoridad ejercerá dominio, con justicia y verdad él
reinará.
Sus
ejércitos de ángeles fieles, poderosas criaturas con espadas de
fuego, dominarán sobre las huestes espirituales en las regiones
celestes, sobre satanás y sus demonios, sobre principados y
potestades. Estos ángeles caídos, que por un tiempo engañaron a
los hombres teniéndolos en tinieblas, con temores, oprimidos, en
mentiras, con apariencias y figuras, no se hallarán más, serán
totalmente extinguidos de los cielos y la tierra.
Pedro Jurado
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