cómplices
sonrisas, desbordantes y ruidosas cataratas de risas.
En mi
memoria grabada como recuerdos inolvidables, torrentes
de
momentos que las aguas del tiempo atrás dejaron.
Siguen
invisibles, como arroyos subterráneos que han herido la tierra
y en su
seno se han filtrado creando profundas cavernas
donde
suena el eco del pasado. Lagos de líquido puro y transparente,
espejos
ilusionados, hermosas experiencias, tesoros escondidos
que
quedaron encerrados.
Tal
vez, un día inesperado, un ángel remueva de nuevo las aguas quietas
que por
algunos años han estado, y el sol brillante las levante de la
sombra,
con su
calor ardiente, como nubes remontadas por el viento poderoso, y dejen
caer
sobre el desierto seco sus finas gotas.
Otra
vez volveríamos a recoger juntos las flores del campo,
disfrutaríamos
los
frutos recogidos y celebraríamos un año más la fiesta de la
cosecha.
Amigo,
el cielo quiso que nuestros caminos se cruzasen y unidos
aprendiéramos
muchas
cosas.
Medito
y oro, y agradezco a Dios haberte conocido,
¡Es
tan escaso este bien por todos deseado!
Hubiera
querido retenerte un instante más, pero no he podido,
No he
sabido conservarte, y por ello me culpo y digo haciéndome preguntas
¿Qué
habrá sido? Pero no hallo respuestas.
Dios te
guarde querido amigo.
Pedro
Jurado
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