Reflejo
de nuestras formas,
delatores
verdaderos, imagen exacta
en
pulida materia fría y transparente.
Nunca
vemos en ti lo que quisiéramos,
nunca
nos muestras lo que deseamos ver.
Algo
siempre sobra o somos hallados faltos.
No te
andas con rodeos, vas al grano
aunque
la verdad nos duela.
Ante ti
la realidad es descubierta
pues
con penetrantes ojos nos miras.
Nos
haces considerar más de lo
que en
apariencia contemplamos.
Pues
sacas defectos que ni aún
tenemos,
ilusiones, irrealidades,
medidas
inexactas.
Nos
traes cada día el descontento,
la
desilusión, haciendo que veamos
los
desperfectos, vaya invento.
Siempre
criticando la apariencia,
y
resaltando las faltas,
no hay
quien aguante
delante
de ti por mucho tiempo.
Los que
buscan tus halagos, descubren menosprecio
y por
mucho que recurran a tu consejo
los
llevarás por tortuosos senderos.
No me
invites a pasar contigo
más de
un minuto, hasta cierto
punto
somos amigos, pero no te pases
conmigo
que no te aguanto.
Me
dices, así por encima lo imprescindible,
lo
necesario, y te olvidas de mí.
Y
aunque me halagues o digas
bonitas
cosas, tampoco oírte quiero.
No me
interesa lo que opines, soy feliz
como
Dios me ha hecho.
Un
espejo tengo del cual me fío,
recurriré
a él cuantas veces necesite
y con
amor me hablará diciendo
todo
cuanto he de saber,
palabra
de Dios, reflejo verdadero
que con
luz propia alumbra todo mi ser.
Imagen
correcta, semblanza de Cristo,
impronta
divina quedará impresa en mi alma.
Cuanto
más le contemple
seré
transformado, mientras más me reflejo
ante
él, su semejanza tendré.
Pedro
Jurado
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