lunes, 6 de enero de 2014

¡ORAD SIN CESAR!

¡ORAD SIN CESAR!

1 Tesalonicenses 5:17 RVR60
"Orad sin cesar."

LUK 18:1-5, 7-8 RVR60
"También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"

El título de esta parabola que está expresado por Lucas, el mismo autor del evangelio dice: "les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar"

El evangelista ha explicado con claridad cuál era el propósito del Señor, enseñar a sus discípulos sobre la vital importancia de la oración. Pero no acerca de una oración cualquiera, sino el de la oración inteligente, espiritual, con objetivo, constante y llena de fe.

La oración debemos verla como una necesidad vital en nuestras vidas por muchas razones. No verla como una imposición, ni como un mandamiento o ley. Si la contemplamos desde una perspectiva legalista pensando que así la vamos a practicar con más asiduidad nos equivocamos, porque nos sucederá como con cualquier mandamiento, que despertará en nosotros la debilidad e impotencia y cuanto más queramos obedecerlo se nos volverá más inalcanzable el cumplirlo.

El mandamiento siempre apunta al hacer del hombre y a su capacidad natural de obediencia, eso sucedía con las demandas de la ley y mientras vivíamos bajo ella. "Porque la ley dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas"
Sin embargo ya no es así como funciona la obediencia del creyente, sino que parte de la fe, "Mas el justo por su fe vivirá"

Son dos planteamientos completamente distintos y es muy importante que los comprendamos. Fíjense que al final de la parábola dice el Señor: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" Es la fe lo que nos lleva a buscar y a clamar a Dios, es la fe a lo que Dios apela en nuestras vidas, porque es por medio de la fe que vivimos y recibiremos de continuo la vida de Dios.

Ahora observen lo que Jesús declara en otro lugar de los evangelios:

S. Mateo 26:41 RVR60
"Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil."

El Señor nos dice en este pasaje una de las razones vitales por la que necesitamos orar siempre "para que no entréis en tentación" La oración nos permite estar en guardia, despiertos, preparados y cobijados bajo el Señor y revestidos con su gracia y fortaleza. El pecado está siempre a la puerta y el diablo alrededor merodeando y esperando su oportunidad para dañarnos. La manera de librarnos es estando en comunión constante con el Señor.

Algunos se preguntarán que cómo es eso posible, ¿cómo puedo estar siempre y en todo tiempo orando? Desde luego que por la carne es completamente imposible, y cuando se dice la carne se está hablando de nuestra fuerza natural, e incluso de nuestra buena disposición religiosa. No será por nuestra capacidad de voluntad, ni por esfuerzo humano.

Las palabras de Jesús son muy claras "la carne es débil". La oración es un trabajo espiritual, solo es posible hacerla por el espíritu, aunque por supuesto con la colaboración de nuestra mente y alma. Pero es de naturaleza espiritual; y es por eso que Jesús dice que "el espíritu a la verdad está dispuesto". El espíritu está siempre dispuesto a la oración, claro que se trata de un espíritu que esté sano, renovado y activado por el Espíritu Santo. El Señor se refiere a al espíritu nacido de nuevo, al que ha recibido la vida de Dios.

Ahora bien, no podemos orar siempre y sin cesar si pensamos que debemos pasar todo el tiempo de rodillas encerrados en una habitación. Si esa es la idea que tenemos de la oración estamos muy equivocados. No digo que no sea importante buscar la soledad, y apartarnos diariamente un tiempo para orar, es muy necesario hacerlo. Pero orar siempre y sin cesar no se refiere solo a estar un rato en oración, es estar en continua comunión con el Señor desde nuestro espíritu.

Necesitamos aprender a orar sin desconetar en ningun momento nuestra comunión con Dios. ¿Y cómo es eso posible?
Es muy simple y a la vez muy profundo. Pero no se preste a engaño, como muchas cosas ésto hay que cultivarlo, practicarlo y vivirlo de forma continua. Parte del hecho de que el Señor mora en nosotros, en nuestro espíritu, en nuestro ser, el está ahí en el lugar santísimo. Su trono de gracia y de misericordia está en nuestro interior.

Su reino está dentro nuestro, no fuera. Esto significa que el Señor está con nosotros en todo momento y en todo lugar. En el trabajo, en el campo, en la ciudad, en el mar, en la montaña, en el lugar de reunión, en la cocina etc, etc. De manera que si creemos esto y somos consecuentes con este hecho solo tenemos que aprender a comunicarnos con el Señor con sencillez y con fe y partiendo de esta base, que su presencia está ahí, en usted y en mí.

Lo único que necesitamos hacer es volvermos al Señor en nuestro interior y comunicarnos con Él en una acción continua. No es necesario estar hablando siempre, sino simplemente ser conscientes de esa acción. La oración es sobre todo saber escuchar en nuestro interior la voz del Señor. Y para escuchar es necesario que aprendamos a estar en completo silencio.

Cuanto más se practique esta forma de orar y de búsqueda del Señor experimentamos con más intensidad y con más frecuencia su presencia.

Cuando el Señor me mostró esta sencilla forma de orar, mi vida espiritual se revolucionó. Ya no necesito un precalentamiento para entrar en su presencia a base de gritos, de ayunos, de multitud de canciones y de aspavientos.

Los ayunos pueden tener su lugar, y Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo. Pero las más de las veces se practican estas cosas porque pensamos que así Dios se hará sentir más cercano, y eso es un error. Dios no puede estar más cerca de lo que ya está. El problema o la dificultad en sentirlo es porque no le creemos.

Crea al Señor, crea que Él está en usted y usted en Él, comience a confesar esa verdad y le garantizo que toda su percepción cambiará. Comenzará a apreciar el silencio, y empezará a sentir y palpar la dulce presencia del Señor de forma diferente. 
Luego cuando usted oiga decir a muchos, vamos a tal lugar porque allí está el Señor, o hagamos tal cosa, o estemos en tal reunión especial. Usted sabrá que nadie ni nada podrá ofrecerle lo que ya tiene de parte del Señor en su propia experiencia. Algo que vive a diario y de continuo, la presencia real de Dios. Es algo maravilloso, es auténtico, es el resultado de orar sin cesar, vivir todo el tiempo en la presencia de Dios y no de manera esporádica.

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