miércoles, 1 de enero de 2014

LA UNIÓN CON DIOS (parte 2)

LA UNIÓN CON DIOS (parte 2)

1 Corintios 6:17 RVR60
"Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él."

1 Corintios 6:17 BLPH
"En cambio, el que se une al Señor, formará con él un solo ser en la esfera del Espíritu."

Con el Señor la única unidad que puede existir es espiritual, así como toda percepción, sentir o manifestación que podamos tener de Él. Solo los que fueron contemporaneos de Jesús le pudieron ver y conocer de forma natural o carnal. Pero ya no se le conoce así, no le podemos ver físicamente, sino por medio de la fe y el espíritu. Lo cual no significa que no vayamos a tener manifestaciones y experiencias palpables y sensibles en todo nuestro ser.

Es imposible tener la experiencia de unión con el Señor y que todo nuestro ser no se vea afectado y conmovido por su manifestación espiritual.

A algunos les parecerá extraño de lo que estoy hablando y algo imposible de alcanzar. Sin embargo, muchos creyentes en la historia nos han dejado constancia de esta maravillosa experiencia de unión con el Señor. Pablo, Juan, Esteban, Pedro y otros muchos en la biblia también conocieron esta unión con Dios. En el transcurso de sus experiencias, tuvieron visiones, experimentaron éxtasis, sintieron gozo y paz indescriptibles y fueron transportados en espíritu al tercer cielo.

Claro que todo ésto, es decir, nuestra unión con Dios y las experiencias que se pueden tener como consecuencia, no lo podemos alcanzar por nosotros mismos, ni son cosas meritorias por nuestras obras, sino concedidas por la gracia de Dios y a quien Él quiere.

Lo que sí podemos hacer nosotros es creer a Dios, tener fe en que Él está muy cerca nuestra y que nos recibe cuando le buscamos, lo sintamos o no. Buscarle a Él, y no a las sensaciones que nos pueda conceder.

Ahora bien, para que nuestra unidad con el Señor sea posible, para que ocurra en verdad, Dios ha hecho algo maravilloso para llevarlo a cabo. En el pasaje que cito a continuación el apóstol Pablo nos habla de como es posible experimentarla.

1 Corintios 6:19-20 RVR60
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios."

El apóstol nos está diciendo en este pasaje que Dios nos ha hecho templos del Espíritu Santo, lo cual es algo que no podemos ignorar si queremos avanzar en una relación cada vez más intensa y profunda con el Señor.

Ahora bien, ver al Espíritu Santo como Dios mismo que nos habita y mora en nosotros es de importancia vital en lo que  a la unión con Dios se refiere. Pero es necesario que consideremos al Espíritu de Dios no solo como deidad y persona que es, sino también por su cualidad de Santo. Es llamado Espíritu Santo, no solo por sus atributos de poder, sino por su santidad.

En el contexto donde se cita este pasaje se nos está hablando de la necesidad de vivir en pureza y santidad dando así lugar a que el Dios tres veces santo viva en nosotros por medio de su Espíritu Santo. Dios no tolera el pecado de ninguna clase, ni de ninguna naturaleza, es imprescindible la santidad en nuestros cuerpos, en nuestra mente, en nuestros deseos y en nuestro espíritu para experimentar la unión con el Señor. De otra manera no será posible, pues el pecado y la impureza nos separa de Dios.

Es necesario que conservemos el templo donde el Señor mora en completa santidad, para poder experimentar la gloriosa unión y comunión espiritual con Él.

S. Mateo 5:8 RVR60
"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios."

Hermanos, esto es posible solo si permanecemos en Cristo, si moramos en Él y Él en nosotros. Si andamos en el Espíritu y sembramos para el Espíritu. Si cada día y cada hora vivimos en su presencia y en comunión intima con Él.

Concluyo diciendo lo que  ya mencioné en el artículo anterior, la unión con el Señor comienza en la oración, y mediante una entrega absoluta a su voluntad por medio de ella. Es la consecuencia de permanecer o morar en el Señor; y es también mediante nuestra entrega a la obra de la cruz que nos hacemos uno con Dios. Tomar nuestro lugar  de inclusión en el Calvario e identificarnos con la muerte de Jesús, también estar rendidos en nuestra alma al trato de Dios con nosotros, dispuestos a aceptar aquello que sea su voluntad. Ser plenamente conscientes y creer que el Señor está presente y muy cerca nuestra nos permitirá tener la percepción espiritual de su deidad que nos envuelve. Amen.

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