lunes, 10 de febrero de 2014

LA CONQUISTA DE NUESTRA ALMA

LA COMQUISTA DE NUESTRA ALMA

LUK 21:19 RVR60
"Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas."

Nuestra voluntad, nuestros sentimientos y pasiones, nuestro caracter, nuestra mente, nuestras actitudes sicológicas. Podríamos darle identidad personal a cada una de las cualidades, virtudes, pecados y actitudes por las que somos dominados. El alma es como una gran ciudad gobernada y controlada por un alcalde y unos concejales que nosotros mismos hemos elegido.

Toda alma o vida está dominada por personajes corruptos que están en el poder. Hay un rey o gobernador principal que es de donde salen todas las ordenes y es el que lo controla todo, siempre se hace lo que él propone. Este gobernador es el viejo hombre o cuerpo de pecado, es un ser que todos lo llevamos dentro, es el que manda y dirige todo el cotarro. Su control se originó en una alianza que el alma hizo con un poderoso señor de las tinieblas el cual consiguió inocular su propio veneno de rebelión en el ser del hombre surgiendo así de ese pacto un alma corrupta, un ser depravado, el viejo hombre.

Claro que no es el diablo, como lo llama la biblia, el culpable de este engendro, sino el propio hombre por haber desobedecido a su creador, el hombre y solo él es el responsable.

Dios hizo al hombre y a la mujer un alma viviente, no obstante, a causa de su desobediencia se transformaron en un alma corrupta y deprabada, y esa es toda nuestra herencia e identidad que recibimos de Adan y Eva.

Nadie ha podido jamás derrocar al viejo hombre por sí mismo e impedir que la corrupción de su alma lo domine. La palabra de Dios dice que este inquilino está viciado conforme a sus deseos engañoso. Puede ser muy religioso, puede ser muy ético, pero todo eso es engañoso, no es autentico, todas sus intenciones son perversas.

Creer en Jesús, y recibirlo en nuestras vidas como salvador y Señor es solo un comienzo del proceso de expansión y conquista del reino de Dios sobre nuestras almas. Lamentablemente muchas personas no han entendido bien el mensaje del evangelio de Jesucristo y están pensando que Dios les va a llevar al cielo con todos sus hábitos de pecado y sin ni siquiera haber experimentado en sus vidas un cambio profundo.

Aquellos que no están venciendo al mundo, es decir, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, es porque todabía no han nacido de Dios o bien son creyentes carnales, niños en Cristo. Pueden ser muy religiosos y tener apariencia de personas piadosas, pero no conocen ni experimentan el poder liberador del Señor.

1 Juan 5:1-5 RVR60
"Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?"

El alma separada de Dios y sin fe es vagabunda, camina perdida en la soledad. No le queda otro destino que la oscuridad y un eterno vacio. A los que creen les espera la conquista y la herencia de Dios, tendrán sus propias almas como botín y la vida de Dios por recompensa.

Romanos 5:17 RVR60
"Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia."

Donde la justicia de Dios y la abundancia de su gracia no están, es la muerte por causa del pecado la que está reinando. Solo por medio de Jesucristo es que podemos reinar en vida, pues él es la Vida y es Soberano Señor. Jesús es la tierra prometida, nuestro Canaán espiritual, él es el verdadero reposo y la tierra de la abundancia.

Ahora bien, no todos los que han emprendido el camino de la fe perseveran hacia la conquista de las promesas de Dios. Muchos se quedan vagando en su corazón y no avanzan en el conocimiento del Señor. Muchos se quedarán en la soledad del desierto espiritual postrados y ahí morirán sin haber experimentado lo que es reinar en vida, y gozar de la vida abundante que hay en Jesús.

Los que son esclavos de sus propias pasiones y deseos, es decir, de sus propias almas, no están reinando en vida, sino que son gobernados por su viejo hombre. Reinan en vida los que viven bajo el señorio de Jesucristo y están permitiendo que sea la abundancia de la gracia del Señor la que les envuelva y los domine.

Ganar nuestras almas no es solo saber que iremos al cielo, sino llegar a la meta habiendo permitido que Dios nos transforme a la imagen y semejanza de Jesús. Algunos esperan experimentar la vida eterna cuando se mueran y vayan al cielo, pero mientras tanto, aquí en la tierra se conforman a una vida de miseria y derrota espiritual.

No nos conformemos en salvarnos por los pelos, y chamuscados en nuestros traseros por las llamas del infierno, sino en tener una amplia y generosa entrada en el reino de nuestro Padre celestial. ¿Es eso posible? Claro que sí, por los meritos de Jesucristo.

Termino esta reflexión con el siguiente pasaje del apóstol Pedro:

2 Pedro 1:3-11 RVR60
"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."

Existe una tierra de la que fluye leche y miel, y de la que podemos proveernos de todos los recursos necesarios. El Señor ha preparado para todos sus hijos una gran mesa llena de abundancia para que podamos saciarnos. Solo por fe tenemos acceso a ella, solo con Jesús podemos conquistarla. No será por meritos propios ni con esfuerzos humanos, nada más permaneciendo en Jesús y perseverando en él y rindiendonos a su señorio.

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