martes, 4 de febrero de 2014

UNOS APUNTES BIOGRAFICOS (PARTE 2)

SOBRE MI LLAMADO AL MINISTERIO

Acerca de este tema habría mucho que decir y dificil de explicar. No voy a dar un estudio sino simplemete contar un poco lo que ha sido y es mi experiencia en el servicio al Señor.

La congregación en la que tuve la oportunidad de conocer a Jesús llevaba apenas un año funcionando, era una comunidad cristiana donde se preparaban obreros para el ministerio, y funcionaba también como iglésia. El lugar de reunión era un local comercial de unos doscientos metros que disponía de un sotano con las mismas dimensiones. Dicho sotano estaba habilitado con una cocina y camas litera donde un grupo de jovenes de distintos lugares de España y algunos de otros países estudiaban la palabra de Dios y se preparaban en disciplina y sobre el terreno práctico de la obra de Dios.

Yo, como era de la ciudad no tenía necesidad de estar viviendo en la comunidad todo el tiempo, vivía en mi propia casa con mi madre y una hermana. No obstante pasaba largas temporadas de convivencia en la comunidad. Cada mañana estabamos en pie antes de las siete, nos aseabamos y seguidamente dedicabamos las primeras dos horas a leer la biblia orar y compartir algún mensaje de inspiración. Cada día le tocaba a uno diferente compartir una palabra que Dios le hubiese dado.

Esto era una experiencia muy edificante, pues creyentes jovenes y de pocos meses convertidos estabamos aprendiendo una disciplina que con los años nos ha venido a resultar utilisima.

La misión de la comunidad era discipular, lo cual implicaba formación de caracter por medio de la enseñanza y la corrección. El estudio de la palabra de Dios como eje central, y  además la preparación práctica para el ministerio en consejería, predicación, oración y evangelismo.

La obra de evangelismo la realizabamos a diario; a las diez de la mañana de cada día tomabamos posición en una de las calles más céntricas de la ciudad colocando una mesa con libros y folletos con mensanjes evangelísticos. Pero lo que procurabamos sobre todo era hablar con los transeuntes y no darles un simple papel. Muchos venían al Señor mediante esta labor constante que se hacia.

Campañas de evangelismo en las barriadas, sabados de evangelismo en el local de reunión, vigilias de oración, estudios personalizados etc, todo eso era la dinámica constante de la congregación donde me convertí.

Iba madurando como persona y como creyente, aunque con algunas carencias. Claro que en esos primeros años de creyente no era consciente de ninguna falta ni en la congregación ni en todo cuanto se hacía, pensaba que teníamos la sana doctrina, mi único anhelo era servir al Señor. Fui asumiendo responsabilidades, primeramente como dirigente de grupos caseros y posteriormente como responsable de un sector de la ciudad. Reuniones y más reuniones, caseras, en la iglesia, de liderazgo, de estudios etc.

A los veintitres años me casé con aquella chica de la que me enamoré siendo joven, después de cinco largos años de noviazgo. Había orado y preguntado al Señor por su voluntad al respecto, si algo tenía claro es que yo quería a aquella que fuera la mujer de Dios para mi vida. Hasta que no lo tuve suficiente claro no formalicé ni relación de noviazgo, puesto que yo no quería equivocarme en aquello que consideraba una de las decisiones más importantes de mi vida. Le doy gracias a Dios porque el trajo a mi vida a la mujer que yo necesitaba, mi ayuda idonea. Mi vida no habría sido la misma sin ella, ni mi ministerio y crecimiento espiritual. Es una mujer inteligente, es graciosa, es trabajadora, es reponsable, es espiritual y tiene unos ojos preciosos y una sonrisa que ilumina. Dios nos ha dado tres hijos varones Abel, Pablo y David.

Pero no es oro todo lo que reluce, hemos vivido muchos problemas familiares derivados de mis responsabilidades, tareas y ocupaciones eclesiásticas, demasiadas actividades y excesivas cargas. He sufrido las consecuencias de mi excesiva dedicación a lo que entendía era la obra del Señor y entregandome al servicio a los demás, desatendiendo a mi familia. Un grave error, que si pudiera dar marcha atrás con lo que ahora se no lo volvería a cometer. Ya no eramos aquellos jovenes adolescentes sin responsabilidades, teníamos cargas familiares había una obra del Señor que hacer, que era estar con mis hijos, cuidar de mi esposa y ocuparme de las necesidades de mi casa.

Se nos había programado para hacer la obra de Dios sirviendo a todo el mundo, pero no a nuestras familias. El lema era "Ocúpate de las cosas de Dios que él se ocupará de las tuyas" parece muy espiritual y correcto pero es un error. Es un error si pensamos que como siervos de Dios la obra es la iglesia, o hacer reuniones y más reuniones, y estar pendientes de todo el mundo menos de nuestra familia. Si usted no quiere tener graves problemas, no cometa el mismo error que yo.

Entienda que la obra de Dios es usted, es su casa, es su esposa y son sus hijos. Y somos nosotros los que debemos ocuparnos de ellos; ésta es la mejor manera de discipular a la iglésia, ser ejemplos con nuestras familias, que todos los creyentes aprendan como se hace. Ahora bien, no me entiendan mal, yo estoy convencido de que primeramente hay que buscar el reino de Dios, su justicia y paz. ¿Pero que es buscar primeramente el reino de Dios? Es sencillamente que Dios es nuestro centro, y que como hijos de Dios somos guiados por su Espíritu.

La obra de Dios no es ser siervos de un sistema religioso y eclesial. No es estar esclavizados a gente que nos manipulan y quieren tener el control de nuestras vidas. La voluntad de Dios es que seamos libre de todos y que le sirvamos desde la gracia.

Tengo que decir que muchos obreros y pastores han acostumbrado mal a su gente, les han enseñado a tener una dependencia de sus ministerios malsana, de tal manera que muchos terminan agotados y acaban abandonando su dedicación ministerial.
Otros sufren en sus matrimonios las consecuencias de la dejadez familiar, por lo que terminan divorciados y sus hijos no quieren saber nada de las iglesias.

Mi trayectoria en el servicio de la iglésia era ir asumiendo cada vez más actividades, más responsabilidades, y por otro lado iba dejando a un lado mi negocio y mi familia. Estaba convencido de que Dios cuidaría de todo lo mio si yo me ocupaba de Su "obra", pero eso no ocurría. Me he perdido cumpleaños de mis hijos, tiempos de acompañar a mi esposa
y muchas oportunidades de disfrutar con mi familia, la "obra" era lo primero.

Ahora se que Dios está más interesado en mi persona, en mi vida, en mi familia, en mi matrimonio y en que cultive mi relación con Él y profundice en ella, que en que haga cosas. El Señor es el centro de mi vida, no es mi denominación, ni la obra, ni en lo que pueda servirlo, ni mi familia, ni mi esposa, ni mis hijos, ni mi ministerio. Jesús es quién gobierna en mi vida, él es mi Señor, su Vida es mi vida. Ahora puedo decir sin lugar a dudas que busco primera-mente el reino de Dios su justicia y paz, y no me interesan otros planteamientos.

En el año 1993 fui ordenado pastor en mi denominación, después de una muy larga trayectoria de trabajo. En 1995 salimos de dicha denominación y nos integramos a otra congregación de nuestra ciudad en la que permanecemos hasta el día de hoy. Fue un gran dolor para mi esposa y para mí el que tuvieramos que abandonar la congregación en la que nos habíamos convertido y permanecimos durante veinte años. La iglésia que yo pastoreaba la entregué al apóstol y presidente  de nuestra denominación y abandoné mi cargo y responsabilidades en sus manos.

Hoy no nos arrepentimos de la decisión que tomamos, quién sabe como hubieramos terminado de no haber salido de tal sistema eclesial.

Como dije antes, mi familia y yo nos integramos en otra congregación de la ciudad, empezando desde cero. Para mí representó un cámbio muy brusco. De estar activo durante tantos años en mi iglésia, de pronto un parón en seco. Me centré en el trabajo de comercial y procuré integrarme como un miembro más en la nueva iglésia. Nunca ha desaparecido de mi corazón el llamado de Dios; el Señor continuaba trabajando en esta nueva etapa de mi vida. El me estaba preparando para algo diferente, nunca he dudado de mi elección, pero el Señor tenía que trabajar muy profundamente en mi ser.

Actualmente soy anciano en la congregación donde estoy y en la que sirvo con libertad, ha habido muchas oportunidades de trabajo, de madurar, de crecer, de desechar falsas creencias, de experimentar nuevas cosas. Qué puedo decir, sino, que hasta aquí me ayudó el Señor. Ahora veo por todo el camino que el Señor me ha guiado, para a la postre hacerme bien.

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